La adicción a los juegos de azar es una enfermedad silenciosa, pero mortal. Sus consecuencias pueden llevar al suicidio.
Por Ever Mejía
Hace 16 años en una noche cualquiera, al joven universitario Giovanny* y a su novia les dio la curiosidad de entrar al casino. Los jóvenes ingresaron, Giovanny sacó un billete de $20.000 de su billetera y al término del juego tenía uno de $50.000. Esa noche los jóvenes no se cansaron de besarse mientras estuvieron en la sala de cine comiendo lo más costoso del lugar. Esa noche Giovanny sintió uno de los placeres más grandes en su vida.
Lo que no sabía Giovanny era que esa noche dio el primer paso para convertirse en un adicto al juego y que sus noches tranquilas y placenteras se transformarían en noches de sufrimiento.
En diciembre del año pasado, Giovanny se gastó la quincena del trabajo, había pedido plata a prestamistas y las tarjetas de crédito estaban en cero. No obstante, su madre le dio dinero para que les comprara los aguinaldos a su esposa y a su hijo.
Pero a la media hora, el dinero se había esfumado en el casino. No conforme con eso, prestó el doble del dinero que le había dado su madre y se fue a jugar nuevamente con la suerte. “Salí del casino con ganas de tirármele a un bus, con ganas de matarme para que mi familia se quedara con un apartamento que tengo y con el seguro de vida”, relata Giovanny convencido que esa noche había tocado fondo, era evidente que sufría una enfermedad crónica llamada ludopatía.
La ludopatía es reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un trastorno caracterizado por la presencia de frecuentes y reiterados episodios en juegos de apuestas, los cuales dominan la vida de la persona enferma en perjuicio de sus valores y obligaciones sociales, laborales, materiales y familiares.
Alberto*, quien también padece este trastorno, narra que la ludopatía es una enfermedad silenciosa, a diferencia de otras adicciones como al alcohol o a las drogas las cuales sus daños son evidentes en el comportamiento y en la fisonomía de los adictos. Por el contrario, la persona ludópata puede estar limpio y elegante, pero por dentro puede tener una enorme preocupación por los millones de pesos que debe.
Por su parte, Iván* cuenta que se la pasaba doce horas diarias en el casino, simplemente sentía que en ese lugar lo tenía todo, no sentía la necesidad de tener cariño, de estar con su familia, de cumplir con sus necesidades, no sentía la necesidad de darle amor a su hijo. Iván estaba emocionalmente ausente de su familia, su mente estaba enfocada en cómo conseguir dinero para ir a jugar con el azar.
“Cuando el ludópata no tiene plata está relativamente tranquilo, pero apenas le llega la quincena o hace un negocio y recibe un cheque se pone nervioso y entra en tensión. Comienza a pensar si va a jugar o si no va a jugar, y se va a jugar básicamente. El problema clave es cuando le llega plata al bolsillo porque en ese momento sabe que tiene la posibilidad de poder jugar”, afirma el psicólogo José Manuel González.
Giovanny, Alberto e Iván han tenido problemas con la adicción a los juegos de azar, sin embargo hoy hacen parte de Jugadores Anónimos del Grupo Barranquilla, donde realizan un proceso de recuperación. Todos los martes y jueves se reúnen un grupo de personas que sufrieron las consecuencias de la ludopatía y comparten sus problemas, sus mejoras y sus desafíos.
No obstante, el psicólogo González considera que las adicciones son una enfermedad crónica, por lo que se pueden controlar, pero no curar. González hace un paralelo entre la diabetes y la ludopatía: “tienes que aprender a vivir sin comer mucha azúcar, te inyectas insulina y puedes vivir como si fueras normal, pero sigues siendo diabético. Así mismo, el ludópata si vuelve a jugar dentro de 20 años se le dispara el deseo de jugar”.
Si bien Alberto es consciente de que su problema es crónico, está orgulloso porque tiene cuatro años y tres meses sin realizar una apuesta. Alberto asegura que el proceso de abstención es doloroso, sufría por no poder jugar y manifiesta que dejando de jugar no se acabaron los problemas. Sin embargo, Alberto poco a poco ha recogido los frutos: “me gradué de abogado, conseguí trabajo, tuve un hijo, conseguí estabilidad en mi relación sentimental. Ni cualquier baloto del mundo me regala lo que siento ahora con un día de abstención”.
José Manuel González asevera que es evidente el aumento de personas apostadoras en Barranquilla en la última década por el crecimiento de la cantidad de casinos: “hace 10 años no había ni un solo casino en Barranquilla, había solamente un casino en Cartagena, y hoy encuentras casinos en muchísimas partes de Barranquilla. Y esos casinos no están por casualidad, si la gente no fuera a los casinos, los casinos quebrarían y cerrarían su negocio. Pero el hecho de que haya casinos 24 horas funcionando eso quiere decir que hay muchísima gente que está jugando”.
“Mi hijo me empezó a decir ‘tú eres mi papá’”, relata con nostalgia Iván. Explica que su adicción hizo que estuviera presente físicamente, pero mentalmente ausente en la familia, por lo que su hijo no sabía a quién decirle papá porque el suyo no estaba.
Cuando Iván decidió abstenerse de los juegos de azar, el vacío que sentía era muy grande porque no sabía cómo llenarlo. Con el tiempo consiguió trabajo, empezó a cumplir con las responsabilidades y a darle amor a su familia. Pasó a estar presente en cuerpo y en mente, y sus vacíos se convirtieron en cuartos llenos. Son dos años y tres meses que Iván lleva al colegio a su niño y lo escucha decir “ese es mi papá”, el mismo tiempo que Iván tiene en el proceso de recuperación, asimismo lleva un año y cuatro meses sin apostar.
Giovanny estaba al borde del suicidio aquella noche decembrina en la que había perdido toda la plata de los aguinaldos de su familia. Salió del casino con ganas de tirársele a un bus. Después de horas de llanto decidió contárselo a su esposa. En la mañana siguiente Giovanny estaba en el Grupo Barranquilla para pedir ayuda en Jugadores Anónimos.
“Dejar de jugar un día para mí es lo mejor, es ayudarme a mí, ayudar a mi familia y a mis compañeros”, relata Giovanny. En estos momentos está controlando su enfermedad, sabe que sigue con problemas en su vida, pero ya no ve en el casino una excusa para solucionarlos, y está orgulloso de eso.
Iván, Alberto y Giovanny están terminando su jornada en Jugadores Anónimos, la tarde está cayendo, la luna se hace presente, los casinos están expectantes; sin embargo, ellos deciden gritar al unísono el lema del grupo: “solo por hoy no juego”.
*El apellido de las fuentes fue reservado para proteger su identidad.
Bacano amigos , sólo por hoy podemos dejar muchas adicciones , Dios los bendiga y sigan por ese buen camino yo gracias a los grupos he podido dejar otras adicciones que no me dejaban crecer como persona y desperté para mi familia ánimo que si se puede y pase lo que pase sigo adelante por estas 24 horas!