Luego de cuatro horas de intervención quirúrgica, no apareció la bala que tenía alojada al lado del nervio vago y la arteria carótida, y que es la prueba reina en la investigación del atentado del que fue objeto.
De acuerdo a los cálculos del doctor Carlos Durán, la operación debía durar máximo una hora; pero ante la sorpresa de no encontrar la bala en el sitio que mostraba la radiografia tomada hace un mes, al galeno y su equipo le tocó emplearse a fondo para descubrir el misterio.
Al final de cuatro horas de intervención quirúrgica decidió no continuar buscándola en partes más profundas del cuello, porque podría afectar otros nervios con consecuencias fatales para el paciente.
Entonces el doctor tuvo que recurrir a una máquina de rayos X para detectar la ubicación de la bala. Fue en vano.
Lo positivo de la intervención quirúrgica, que se inició a las 7 y 15 de la mañana y culminó a las 11 y 15, fue que el médico pudo determinar que la bala, al cambiar de sitio en el cuello, ya no pone en peligro la vida de Hugo Rivero; porque no está cerca de la arteria carótida ni del nervio vago.
Misterio sin resolver
Había expectativa por la tercera operación de que iba a ser objeto Hugo Rivero, porque se trataba de la salud del paciente y porque era necesario extraer la bala con la que luego los peritos de la Sijín harán la prueba técnica, para determinar el calibre del proyectil y ver si coincide con el revolver que supuestamente fue usado para atentar contra la vida de este empresario del chance y las apuestas. Todo está está relacionado con cuatro personas que están detenidas en la cárcel El Bosque.
«¡No me encontraron la bala!», fue la primera expresión de Hugo Rivero en la sala de recuperación.»Lo que me tranquiliza es que ya no tengo ese peligro en mi cuello». Hizo silencio, porque la enfermera le recomendó no hablar mucho.
María de Rivero,esposa de Hugo considera que lo ocurrido es un milagro. «Hemos orado tanto por su salud, no me cabe duda que Dios metió la mano en el caso de él. Ya nosotros conocemos de la bendición de Dios, con el caso de mi hijo que quedó cuadraplégico». A Hugo Rivero ya le habían practicado dos operaciones, una para extraerle dos proyectiles que tenía alojadas al lado de la vertebra servical, la segunda para restaurar la polifractura del maxilar.
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