El relato liberal se reinventa continuamente para perpetuarse; cada vez más godo, cada vez menos liberal. Reinventa democracias para consolidar sus intereses: libertad de empresa, de mercado y, menos importante, libertad política.
Inició con democracias nacionales durante el siglo xix. Una para cada república del primer mundo, creando voraz competencia entre sí. Se peleaban por mercados en todo el planeta. Despedazaron a África, se la devoraron como gusanos sobre podredumbre. Se distribuyeron a América Latina. Colombia, siempre colonia del mejor postor con anuencia de élites nacionales. Esa es su condición desde su liberación del coloniaje español hasta nuestros días.
Nefasta voracidad terminó en dos guerras mundiales. Nadie las pudo evitar. Ni siquiera Estados Unidos, la democracia imperial, que es otra invención del relato liberal, fase superior del capitalismo según Lenin.
“Sheriff” con competencia universal para imponer, a cualquier precio, la democracia imperial. La dotaron con gran ejército e instituciones supranacionales: UNESCO, ONU, OEA para orientar la política global; el BID, Banco Mundial, para garantizar las finanzas internacionales; la FED, para controlar el mercado mundial; el dólar como moneda universal y las bolsas de valores para ocultar identidades de los más ricos del mundo.
Pero envejeció la democracia imperial. Sobrevivió al fascismo de la segunda guerra mundial, al comunismo de la guerra fría, pero quedó herida. Ya hoy sirve menos. Muchos la burlan: Nicolás Maduro, su contrincante; y Netanyahu, su aliado.
Deprimen sus políticos, sus erráticas políticas. La democracia imperial se opone a Putin, el genocida de ucranianos, pero apoya a Netanyahu, el genocida de palestinos. Dos pavorosos monstruos similares al otrora Hitler.
Muere la democracia imperial de Estados Unidos y toca reinventar otra, más sólida, para defender los intereses del relato liberal. Quizás China sea la nueva estrategia, el nuevo sheriff del mundo con la bandera de la democracia dictatorial. Democracia para el mercado mundial, para la inversión de capitales, pero dictadura en lo político, en lo social. Estrategia liberoconservadora para superar la podredumbre de la democracia imperial.
No lo sabían aquellos jóvenes de la plaza plaza Tiananmen. Pagaron con sus vidas la posible nueva reinvención: la democracia económica no contenía ninguna democracia política.
Hoy, líderes mundiales desfilan en China: el de Francia y España, el de Alemania y el de la Unión Europea. Allí estaría la solución de la guerra en Ucrania. Desfile sin resultados, excepto una grave certeza: los políticos no gobiernan el mundo, cumplen funciones de títeres. Lo gobiernan grandes capitales; especialmente, los capitales armamentistas.
Nuevamente Mao tiene razón: “El poder está en el fusil”. El relato liberoconservador lo sabe también, cree más en la guerra y menos en la democracia, en la sabiduría del diálogo.