La guerra ha sido el recurso para impedir la democracia y la violencia el medio para acallar a críticos y opositores, para impedir la denuncia y evitar justos reclamos y transformaciones. ¿A quiénes concierne la guerra?.
Por: Estela Monterrosa
En la visión kantiana, el daño que se hace a una víctima es un daño que se le inflige a toda la humanidad. De allí el compromiso axiológico de protección a las víctimas, consagrado en las normas internacionales de Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario.
Año 1958 probablemente se inician los periodos de violencia de nuestro país Colombia. Una violencia que ha llevado mucha gente a la muerte, al desplazamiento, a la cárcel y en general a la degradación.
Hoy cuando se ha firmado el Acuerdo sobre cese el fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas entre el Gobierno Nacional y las Farc-EP, mucha gente no está de acuerdo, y otro tanto solo repite lo que otros dicen, pero la gran mayoría ha hecho un análisis concienzudo y profundo del proceso de paz, proceso que solo dejara un recuerdo de guerra, de fusiles mudos ,de reparación a las víctimas, pero sobre todo de fin a la guerra, una guerra fratricida que nunca debió darse y mucho menos durar tanto tiempo.
Cuando en la mesa de la Habana, Cuba, observábamos allí reunidos a los jefes máximos de la guerrilla los negociadores del gobierno y al mismo presidente y a todos los invitados, garantes y veedores del proceso, la alegría era indescriptible, porque sabíamos que era el comienzo del fin del conflicto. Hace falta mucho camino por recorrer, pero también es cierto que se ha recorrido mucho trecho y muy dificil,pero el que falta por recorrer, se hará con más confianza y con la fe de que todo saldrá bien porque hay la voluntad de la paz, de la reconstrucción Tantos años de guerra demandan muchos esfuerzos y compromisos para hacer de nuestra historia una fuente de aprendizaje, una lección que nos permita transformar lo que hemos sido y nos comprometa en la tarea de reclamar la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición para las víctimas. Solo si la sociedad hace suya las causas de las víctimas y las reclama y las defiende, se hace también constructora y merecedora del apelativo de sociedad democrática que le garantiza su derecho a vivir con dignidad. Esclarecer y arrancar del silencio y del olvido las terribles violaciones de derechos humanos acaecidas en nuestro país es un reto que seguramente comprometerá la labor decidida de varias generaciones de colombianos.
Estamos en tiempos de memoria, pero la reconstrucción apenas comienza.
Las estadísticas son alarmantes en numerosamente victimas en dolor, en consecuencias, en tristezas y pesares, por eso es necesario ponerle fin a este conflicto, porque ya no resistimos más sangre bañando los campos, las calles, desplazando a la gente a las ciudades provocando que los cinturones de miseria se agranden alrededor de las ciudades, niños sufriendo sin escuela, padeciendo hambre y vulnerados en todos sus derechos.
Miremos solo un pequeño ejemplo de las estadísticas que existen sobre este conflicto armado:
De las 1.982 masacres documentadas por el gmh (grupo de memoria histórica) entre 1980 y 2012, los grupos paramilitares perpetraron 1.166, es decir el 58,9% de ellas. Las guerrillas fueron responsables de 343 y la Fuerza Pública de 158, lo que equivale al 17,3% y 7,9% respectivamente. Por otra parte, 295 masacres, equivalentes al 14,8% del total, fueron cometidas por grupos armados cuya identidad no se pudo esclarecer. Las veinte masacres restantes corresponden a acciones conjuntas de grupos paramilitares y miembros de la Fuerza Pública, o a acciones de otros grupos armados (agente extranjero o milicias populares). Esto significa que aproximadamente, por cada masacre que perpetraron los grupos guerrilleros, los paramilitares efectuaron tres.
Los actores armados ejercieron la mayor devastación en las masacres de tierra arrasada. No fue suficiente con matar masivamente. Atacaron el entorno físico y simbólico de las comunidades. Violentaron a las mujeres, los ancianos, los niños y los liderazgos comunitarios; destruyeron viviendas, dañaron y robaron bienes materiales de las víctimas, y escenificaron la violencia con sevicia y torturas. Fue un ejercicio de terror sistemático que buscaba generar una desocupación duradera. El terror desplegado apuntó a volver inhabitable el espacio físico y social, para producir así el desplazamiento forzado masivo, el abandono y el despojo de tierras.
Ante esto, que es una mínima muestra de las consecuencias del conflicto armado en Colombia, el deseo y la acción de lograr la paz es un deseo generalizado en la población colombiana, en los municipios, en las veredas, en los pueblos y en cualquier lugar que exista un colombiano que tenga un pedazo de tierra, una vivienda y que ha sido maltratado por los actores victimarios del conflicto, debe ser reparado y está añorando esa paz que hoy celebramos como el fin de la guerra. Todo aquel que tenga el corazón lleno de odio, este es el tiempo de reflexión para perdonar y desnudar el alma, para abrazar a aquel que te golpeo la mejilla, porque si lo han hecho las personas víctimas, que han sufrido los dolores más grandes, porque no lo puede hacer un colombiano del común, que solo ha visto el conflicto de lejos y no ha sido tocado por él.
Quienes viven lejos de los campos donde se realizan las acciones de los armados ignoran que, por ejemplo, un acuerdo que pacte un cese al fuego representa para esos campesinos y campesinas la diferencia entre quedarse o huir, entre vivir o morir.
Por eso hoy la felicidad es muy grande, en el campo, en la ciudad, en el campesinado, en los países que nos apoyan, en Latinoamérica y en el mundo donde los dirigentes saben y conocen lo que es un conflicto. Por eso hoy no importa si no nos gusta el presidente, si estamos o no de acuerdo con él, lo que si es cierto que su accionar a favor de la paz será apoyado hasta el final. Ya se silenciaron los fusiles, ya las campanas redoblaron por los que se fueron y formaron parte de este conflicto, es el momento que nos unamos como país y demos inicio a nuestra parte en el nuevo país que está por venir. El fin del conflicto y la implementación de las reformas que surjan del Acuerdo Final, constituyen la principal garantía de no repetición y la forma de asegurar que no surjan nuevas generaciones de víctimas. Uno de los objetivos de la satisfacción de los derechos de las víctimas es la reconciliación de toda la ciudadanía colombiana para transitar caminos de civilidad y convivencia.
Todos los acuerdos a los que llegaron sobre los puntos de la agenda y en particular sobre el punto 5 ‘Víctimas’ deben contribuir a la protección y la garantía del goce efectivo de los derechos de todos y todas.

El Presidente Santos ordenó el cese al fuego definitivo con las Farc a partir del 29 de agosto, luego de entregar al congreso el Acuerdo Final para poner fin al conflicto armado y construir una paz estable y duradera.
Que viva la paz, que callen para siempre los fusiles y que se acabe el conflicto y la guerra, que sonrían los tristes y que la felicidad retorne a las víctimas, que les devuelvan lo que les fue quitado.
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