El papa Francisco aprobó un documento donde explica las razones de la prohibición, que rompe con siglos de costumbres en distintas culturas con raíz católica a nivel mundial.
Lexander Loaiza Figueroa @Lexloaiza
En la página web de El Vaticano se puede leer un documento que fue aprobado este lunes por el papa Francisco y que deja de lado siglos y siglos de costumbres enraizadas en distintas culturas con base católica a nivel mundial. Desde ahora, las cenizas de los difuntos no podrán ser esparcidas o conservadas en lugares distintos que no sean los cementerios tradicionales.
Según la visión del Papa, esta práctica con los restos humanos de los seres queridos “rompe con la fe cristiana y contribuye al olvido de la oración por sus almas”.
El documento, llamado en latín ‘Ad resurgendum cum Christo’, contiene ocho puntos que fungen como argumentos que esgrime la mayor jerarquía de la iglesia católica para prohibir esta costumbre, ampliamente difundida tanto en países desarrollados como subdesarrollados.
La decisión del Vaticano, aunque sorpresiva no es para nada precipitada. La situación se viene analizando desde hace tiempo, aunque el documento no especifica cuanto. “Después de haber debidamente escuchado a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y muchas Conferencias Episcopales y Sínodos de los Obispos de las Iglesias Orientales, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha considerado conveniente la publicación de una nueva Instrucción”, reza el texto.
Entre las razones que expone el escrito está el tema del dogma de la resurrección de la carne, una de las bases de la creencia en la fe cristiana y la importancia que para ella significa la sepultura tradicional del cuerpo en cementerios y otros lugares cristianos.
“No puede permitir, por lo tanto, actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos de la muerte, considerada como anulación definitiva de la persona, o como momento de fusión con la Madre naturaleza o con el universo, o como una etapa en el proceso de re-encarnación, o como la liberación definitiva de la ‘prisión’ del cuerpo”, se lee en el escrito.
El documento aclara que la iglesia católica no prohíbe de plano la cremación de los difuntos, aunque sí afirma que prefiere el entierro tradicional. Sin embargo condiciona la práctica de la incineración del cadáver a que “siempre y cuando no sea por razones contrarias a las cristianas”.
Para ello, el punto cinco del texto establece la posición en este sentido. “Si por razones legítimas se opta por la cremación del cadáver, las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente”.
No obstante, la Congregación para la Doctrina de la Fe, autoridad para implementar instrucciones en la Iglesia, deja abierta la posibilidad de tener cenizas en los hogares pero solo en «casos de graves y excepcionales circunstancias» y con previo estudio del caso por parte de la Conferencia Episcopal o con el Sínodo de los Obispos de las Iglesias Orientales.
Pero el anuncio del Papa va más allá, según lo que se lee en el punto 7: “Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no será permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos, teniendo en cuenta que para estas formas de proceder no se pueden invocar razones higiénicas, sociales o económicas que pueden motivar la opción de la cremación”.