El uno por torpe en el manejo del tema de las basuras, y el Procurador por estar haciéndole mandados a la ultraderecha.
Escrito por Rafael Sarmiento Coley- Director
Desde hace 19 años, cuando estaba en el Congreso, Gustavo Petro sabía que en los contratos de la recolección de basuras en Bogotá había algo que olía mal. Por eso pidió, incluso, la renuncia del entonces alcalde Jaime Castro. Ahí Petro se pifió. Porque el mal venía de tiempo atrás y era necesario emplearse muy a fondo para acabarlo de raíz.
Pero asume la Alcaldía en enero de 2012 y ya desde junio le estalla en las narices la crisis de las basuras. Para diciembre decide, en una actitud que le costaría la salida del Palacio de Liévano, prescindir de los contratistas privados y asumir la recolección de las basuras con las propias empresas del Distrito. Grave error.
Fue una ingenuidad del tamaño de una catedral. Porque las empresas privadas (Aseo Capital, Lime, Ciudad Limpia y Atesa), atesaron al Procurador para que descargara todo el peso de la ley sobre Petro. La basura es un negocio que en Bogotá mueve 6.300 toneladas que producen los 5,550 barrios y las centenares de empresas.
Es un negocio que mueve al año la pendejadita de $290 mil millones, por lo que en las últimas dos décadas se ha creado un verdadero cartel de las basuras. Y hay algo curioso. En algunas de las empresas del cartel están de socios los mismos del carrusel de la contratación, como Emilio Tapia y otros. ¿Qué curioso, no? Porque la mayoría de esos nombres siempre han sido electores potenciales o aportantes de apoyo económico para las campañas de los movimientos políticos de ultraderecha y recalcitrantes enemigos de lo que representa Petro. Ese cartel es toda una mafia. Una mafia a la bogotana, que actúa con finura pero sin clemencia. (Ojo, Abelardito, no lo olvides). Y con mayor sevicia si la víctima es costeña.
Todos los observadores coinciden en que Petro se equivocó. Calculó mal la capacidad del Distrito para responder al cambio de modelo que él impuso para hacerle frente a la grave crisis de las basuras, cuyos días más angustiosos para los bogotanos fueron 18, 19 y 20 de diciembre, cuando toda la ciudad hedía a podrido y las ratas se repartían las bolsas de basura por toda la ciudad.
Al Procurador se le fue la mano
Pero si bien el Procurador –según el abogado y columnista Abelardito De la Espriella- es “todo un dechado de virtudes que todo lo ha ejecutado a la perfección” (sus razones y anhelos tendrá Abelardito para pensar así de Monseñor Ordoñez), se le fue la mano en la sanción de destitución y muerte política de Petro por 15 años.
Como Petro tiene sangre de torero, y tal vez probó suerte como novillero en Ciénaga de Oro, su tierra natal (sí, porque orgullosamente, según dice un amigo suyo acá en Barranquilla, ‘es orense, a mucho honor’).
El Inquisidor Ordoñez, frente a otros casos de funcionarios públicos que sí han cometido grandes desfalcos y daño inmenso al erario, no ha procedido con la misma fiereza que contra Petro. Ahí hay un sesgo político e ideológico. Algo huele mal, cuando está el país a 100 días de la renovación del Congreso y hay unas fuerzas de extrema derecha que no disimulan su intención de alcanzar las mayorías en ambas cámaras para imponer sus leyes y sus orientaciones. Y Ordoñez les hizo el mando aplastando de un mazazo a la figura más sobresaliente, en estos momentos, para oxigenar a la izquierda en una plaza muy decisoria, como lo es Bogotá.
Petro aprovechó su desgracia
Las fuerzas que están detrás de Ordoñez calcularon con candor. Pensaron que Petro se quedaría sin capacidad de reacción. Fue todo lo contrario. Lo envalentonaron y ha sacado el máximo provecho al convertirse en mártir. En una víctima de la extrema derecha “fascista y cruel que ha aplicado la mano negra para exterminar a todo un partido político, la Unión Patriótica, para matarnos al candidato de la paz y a nuestro jefe y líder, Carlos Pizarro, para asesinar a Galán, y a tantos otros líderes”.
Petro ha tenido tanta munición, que no ha necesitado recordarle a Ordoñez que es un ingrato de los mil demonios, por cuanto, hace un año, cuando aspiró a la reelección al concluir su periodo de 4 años, faltaba un voto para que se salvara o se hundiera su reelección. Fue el voto de Petro el que le salvó la vida, en ese momento, a Ordoñez, con un argumento traído de los cabellos, pero aceptable.
Hoy, como están las cosas, aún manteniéndose con la sanción encima y con la muerte política, Petro tiene la capacidad de inyectarle oxigeno fresco a figuras como Aída Abella, Navarro Wolff, Clara López y tantas otras figuras de izquierda, que fácilmente alcanzarían una enorme fuerza si se unen alrededor de un buen candidato presidencial, y podrían repetir la jornada épica de la Constituyente de 1991, cuando la lista de la AD-M19 sacó el mayor número de delegados e impusieron a Navarro Wolff como uno de los tres presidentes de la Asamblea Nacional Constituyente. Desde esa posición dominante, incluyeron el mayor número de artículos que consagran en la Constitución de 1991 los derechos fundamentales. Por lo cual la Carta Política colombiana es denominada una Constitución de Derechos que consagra el Estado Social de Derecho y laico. Una Carta de tantas garantías, que a pesar de su posición laica, permite a santurrones e inquisidores como Ordóñez en las altas posiciones del Estado.