En el umbral del nuevo milenio seguimos encontrando nuevas formas de esclavitud.
Por Jorge Guebely
Como la canción de José Alfredo Jiménez, la élite del partido Liberal está que se va, que se va, que se va del conservatismo, y no se ha ido. Como los otros, sus ideales están igualmente momificados. Sobrevive con lengua liberal y corazón de conservador. Con la primera, construye discursos audaces; con el segundo, mendiga mermelada.
Dañina élite que construye disidencias como estrategia electoral, para capturar votos entre los verdaderos liberales de base. Lo hizo Alfonso López Michelsen quien inventó el MRL y César Gaviria quien asumió las banderas del Nuevo Liberalismo. Finalizada la aventura, los dos embalsamaron aún más el liberalismo. Sus disidencias no fueron más que parapetos electorales, pobres estrategias para ganar elecciones.
Hoy, sus grandes ideales constituyen un lamentable fracaso. El ascenso humano proclamado por su revolución terminó en un chasco, en un paquete chileno para los pobres del mundo, en un jugoso negocio para los ricos. Desde el mismo siglo XIX hasta nuestros días, la élite internacional renunció a ese liberalismo que, según Norman Mailer “se basa en una visión optimista del hombre y que el siglo XX no ha confirmado precisamente esa visión”.
La grandeza de sus aspiraciones ha sido feriada por un plato de lenteja. Un distinguido liberal es tan mermeladicto y tan indolente como un distinguido conservador. La ideología se le redujo a una burocracia mezquina; a una necesidad enfermiza de prestigio, poder público y bienestar económico. “Es un chocante liberalismo que quiere todo para sí y nada para los otros”, como lo caracteriza Charles Fourier.
Con su discurso liberal y su corazón conservador, la élite oculta una horrenda verdad: la revolución liberal no fue, no es, ni será, una revolución en beneficio del ser humano y de la naturaleza. “Libertad, Igualdad y Fraternidad” no es más que un slogan de papel, un mal entendido histórico. Por el contrario, fue una revolución económica: libertad para el mercado, libertad para los grandes empresarios, pero esclavitud para los nadie. “…en el umbral del nuevo milenio, seguimos encontrando…, lamentablemente, nuevas formas de esclavitud”, afirmó varias veces Kofi Annan.
Quizás, de la actual disidencia liberal, surja un candidato emparapetado; un muñeco raro que hable como liberal y sienta como conservador. Llenará las plazas públicas con los nadie del común, los que ignoran oír un discurso liberal en boca de un corazón momificado. Quizás, un candidato rencoroso que no soportó la exclusión en la repartija burocrática. ¡Vaya pobreza infinita, triste fiasco histórico, auténtico envilecimiento de la historia humana!