
Con base en una experiencia personal por la pérdida de sus 2 bebés, la periodista soltó una frase, dolorosa, pero real: “El bebé habría muerto igual”.
Por Chachareros

Dichas esas infortunadas palabras de la comunicadora social María Antonia Pardo, nueva jefe de comunicaciones de la campaña de Gustavo Petro Urrego, de inmediato se le vino encima toda esa jauría de uribistas -confesos y otros infiltrados porque no se atreven a dar la cara por pena- y la zarandearon muy feo.
Lo menos duro que le dijeron es que se trata de un ser humano indolente. Menos mal que no se atrevieron a decirle que era una “mala madre”, porque el caso suyo, doloroso por las circunstancias en que ocurrieron los hechos, ponen los pelos de punta aún al más macho, tal vez menos a los y las miembros del clan de la jauría que, como hienas, no se saciaba en ningún instante de aprovechar que la tenían en una encerrona para pisotearle su dignidad y sus sentimientos.
“El bebé habría muerto igual”: fueron las crueles palabras de María Antonia Pardo, la directora de comunicaciones del líder izquierdista de la Colombia Humana, Gustavo Petro Urrego, sobre el menor fallecido en una ambulancia en Cundinamarca, debido al bloqueo que hicieron los manifestantes violentos del Paro Nacional.
Pardo, aseguró en un debate, que el bebé prematuro, que no pudo ser salvado en el taponamiento víal, “no murió por culpa de los manifestantes” ya que este igual, según ella, se iba a morir. Unas palabras ajustadas a la realidad de las circunstancias, pero indolentes ante los ojos del antipetrismo, que pocas mujeres colombianas expresarían, especialmente si son madres. Pero, Pardo justifica la lamentable muerte del menor en beneficio de las protestas.
María Antonia se defiende
En su cuenta de Twitter @NanyPardo (María Antonia Pardo), se defiende con toda claridad y con argumentos convincentes:
Abro hilo. Más que como periodista o ciudadana, como mamá. Arranco contándoles algo muy personal, que más que una anécdota, es el gran dolor de mis 45 años de existencia. En el año 2004, en la ciudad de Barranquilla, mi vida tuvo un antes y un después. Jamás volví a ser la misma.
“Estaba embarazada. El embarazo era gemelar y de alto riesgo. Mi hijo menor cumplía 5 años ese día. Lo que pasó es algo de lo que aún no logro hablar sin llorar. Era un día feliz, festivo, y encima me dirían si tendría gemelos o gemelas. Lo que vino después sigue nítido. Me marcó.
“La ambulancia, los médicos esperándome en la Santa Mónica para atenderme, para salvarnos la vida, y muchísimo dolor. Un parto de 12 horas, contracciones que jamás había sentido antes pues mis hijos nacieron por cesárea, y el resultado: unos bebés muertos. No fui capaz de verlos.
@agmethescaf ( Agmeth Escaf, el actor y presentador barranquillero en ese entonces esposo de María Antonia), fue quien los recibió, los tuvo en sus brazos. Él sí supo si eran niños o niñas. Yo no he sido capaz, a la fecha, de hacerle la pregunta. El dolor sigue ahí, perenne, como un desgarro que no sana.
“Si alguien sabe lo que es perder un hijo prematuro soy yo: perdí dos.
“Por eso, ante la noticia de un bebé que nació dentro de una ambulancia, al inicio del paro, y que murió, me interesé más allá de la noticia misma, noticia que los medios y las redes manejaron de manera muy morbosa y revictimizadora (tanto para el bebé como para su familia).
“Moví contactos, hice llamadas e indagué. Me veía ahí, en el lugar de esa madre. Con su episodio reviví mi drama. En mi caso no había paro, la ciudad estaba en calma, y en mi ciudad sí había UCI neonatal y hospitales de tercer nivel. La ambulancia llegó a la clínica en 15 minutos”.
Se asoma una campaña llena de estiércol

Además de la inclemente zapateada en gavilla que le dieron a María Antonia, los pocos lectores que le quedan a la revista Semana fueron sorprendidos con una portada repugnante, que ni siquiera los diarios populares que suelen publicar fotos de niños con el cráneo destrozado en un accidente de tránsito o la víctima de un sicario con el rostro en un charco de sangre, hubieran sido capaces de publicar una fotomontaje cruel, salvaje, que muestra la carga de miseria que las personas que ‘cranearon’, desconfiguraron el rostro de Petro y quien -o quienes—finalmente autorizaron la publicación de semejante portada.
Por esa portada se cuelan los espíritus de almas atormentadas, resentidas, envenenadas, que anticipan que Colombia vivirá una de las campañas políticas más sucias y asquerosas de toda su historia, con lo cual el nivel de esta que debería ser una noble actividad, rebaja a quienes la practican al más bajo nivel de la especie humana. Hienas que regodean con los restos y la sangre de los animales que devoran. Ratas que se zambullen en las profundidades de las más fétidas aguas de alcantarilla a pescar el estiércol del más grueso calibre para paliar su hambre insaciable.