
Las calles de Nueva York y Las Vegas fueron el escenario para romper fronteras con la furia de los sonidos de Aguachica y Barranquilla.
Por Rafael Sarmiento Coley
En las calles de Nueva York y Las Vegas una joven abogada nacida en Aguachica (César), y un psicólogo nacido en el carnastoléndico Barrio Abajo de Barranquilla, descubrieron que, con valentía y dignidad, se podía tocar el cielo con las manos en el tan competido mundo musical de estos tiempos.
Lina Marcela Rodríguez González salió de su pueblo natal en el sur del Cesar con el fin de convertirse en la abogada de la familia y ejercer en un bufete en Bogotá, porque su padre -Wilson Rodríguez, ocañero- le decía que en Colombia un ‘doctor’ fuera de Bogotá termina de mensajero con corbata en alguno de estos polvorientos pueblos costeños. En cambio, su mamá, Lucy González (homónima de una famosa cantante de Ciénaga de Oro, vocalista estelar del exitoso Combo Orense), era partidaria de que siguiera el camino que le indicara “Dios y su corazón mijita’.

En cambio, Alberto Pérez supo desde cuando nació que sería un integrante de una cumbiamba de Carnaval, tocando el tambor mayor. Estudió su bachillerato y su carrera profesional sin sacar de su alma la música. Ese sonido de la flauta de millo, las maracas y los tambores con el cual se dormía todo el tiempo. Porque en el Barrio Abajo durante todo el año se ensaya ‘pa’l próximo Carnaval’. Y cuando llegan los cuatro días de Momo, esos sonidos musicales que atrapan y se anidan en la piel llegan a los oídos las 24 horas.
“Nos vamos a caminar”
Muy pronto Lina y Alberto -quien asume como nombre artístico el sonoro ‘Kraken’- se conocieron, hubo una química inmediata por el hilo conductor quisquilloso de la música. De ahí nació una amistad sólida, un ideal musical, el amor invencible y tres hijos que ya hacen parte del paisaje de sonoridad de esta talentosa pareja que un día decidió dar un salto impredecible.

Con ese ‘paso infinito del caminante’, se encontraron un día en las congestionadas y bulliciosas calles de Las Vegas, en donde los casinos, bares, restaurantes y demás centros de diversión no cierran sus puertas nunca.
Llegaron como un par de aventureros soñadores, cargando un equipaje ligero y como instrumentos un tambor y un guache, por lo que tuvieron que apelar a un depósito de desechos en donde el habitante de la calle puede echar mano de lo que necesite y pueda cargar. Ellos encontraron el complemento para su apuesta musical: dos sillas de plástico (a las cuales de inmediato le pintaron la bandera y el nombre de Colombia), un balde y tanque de plástico.

Así empezó la ‘Sabrosura Tropical Gurmé’ de Linica y Kraken, del Caribe colombiano para el Mundo. Tocaban en las calles más transitadas y nunca les faltó ‘para los tres golpes’, ni para buscar un sitio donde dormir, porque pronto Linica quedó embarazada y, meses después, la pipa era tan grande como el tambor de Kraken, por lo cual Luna del Mar casi nace en las calles de Las Vegas.
La suerte empezó a sonreírles. Llamaron la atención de uno que otro reportero de radio y televisión, lo que les permitió una grata conexión para hacer videos. El primero fue en el desierto de Las Vegas. De repente sobrevino otro embarazo de Linica cuando ya estaban parqueados en Nueva York, ‘la capital del Mundo’. Allí pasaron un tremendo susto. A Linica le llegaron los dolores del parto cuando viajaban en el subway (metro) debajo del Central Park del norte. Allí nació Adam.
“El susto tremendo vendría después, cuando me llegó el tercer embarazo, en medio del momento más terrible que vive la humanidad, la pandemia del Coronavirus”, recuerda Linica.

Los dolores llegaron justo en el momento pico de la pandemia. “Y me tocó dar a luz sin quitarme el tapabocas y en medio de las mayores medidas de bioseguridad. Por eso nuestro tercer hijo es Salvador Ángel. Porque, en verdad, es un ángel bendecido nacido en unas condiciones dramáticas”, dice esta cantante costeña de voz estupenda y bella presencia física que brilla en todos los escenarios que se presenta con Kraken, y ahora con Luna del Mar, Adam y Salvador Ángel, quienes ya se han incorporado a este maravilloso grupo musical, pues llevan la sonoridad del Caribe en sus genes.
Compositora, cantante, mamá y ama de casa
A sus 27 años, Lina Rodríguez, es artista y mamá de tres hijos: Luna del Mar, Adam y Salvador Ángel. Este último nació en medio de la pandemia, le tocó “parir con tapabocas”; al segundo lo trajo al mundo de la misma forma que a Luna, en las calles de Estados Unidos, tocando y cantando.

“Ahora, cuando recuerdo esos momentos, pienso que esa experiencia de tocar en las calles fue positiva, por lo menos algo muy enriquecedor”, dice Linica, hoy en el fulgor de su vida, 27 años, tres hijos, y un esposo, amigo, productor musical y manager talentoso.
Ya tienen a punto de sacar del horno su primer álbum musical: ‘Sabrosura Tropical Gurmé’. Que es una propuesta novedosa, porque Lina confía mucho en la acogida que tendrá “nuestro género, que viene con un toque estilizado y con proyección internacional. Quiero que la música caribeña la escuche muchísima más gente, que puedan bailar y sentirse bien. Hago música para que se olviden de todos los males y todos los pesares. Mi influencia es Joe Arroyo y su sabrosura. Respeto y consumo su música y busco incorporar algunos de sus sonidos a mis composiciones” sostiene Linica. Confiada también en el éxito de ‘Batalegüe’, la canción con la que ella se dio a conocer “y supe que era el Caribe lo que quería representar en nuestras producciones. Sonidos africanos y un video grabado en Palenque fue la primera experiencia real de este repertorio. Para mí los sonidos africanos son las raíces de donde sale nuestra música. Me encanta cuando con el lenguaje universal podemos hacer un llamado y siempre hacemos un homenaje a ellos en nuestras presentaciones. Siento algo demasiado lindo, porque es como ir al principio, donde todo empezó y cuando hice esa, mi primera canción”.

