Por Sinthya Rubio – @labookstagrammer
No logro recordar cuándo inició mi fascinación por el mundo árabe. Si fue de pequeña, al interactuar con miembros de las colonias siria y libanesa en Barranquilla; o mientras estudiaba en la universidad, cuando tuve un novio palestino; o quizá haya ido nutriéndose a lo largo de mi vida y con mis viajes. Lo cierto es que esa seducción cultural se encontró con mi pasión por la literatura y me ha llevado en los últimos veinte años a ser una lectora, casi compulsiva, del mundo árabe.
¿Qué me atrae de las historias de ese mundo? tampoco podría precisarlo, pero hay en mí una marcada influencia de la perspectiva socio-histórico y cultural, y la cuestión de la injusticia en contextos colonialistas y post-colonialistas que llama poderosamente mi atención. Y en esa travesía me encontré hace poco con Abderrahmán Munif y una verdadera joya de la literatura: su libro Al Este del Mediterráneo (Sharq al-mutawassit) publicado originalmente en 1975. Este autor de padre iraquí y madre saudí, nació en Amman, Jordania, en 1933, y murió en Damasco, Siria, en 2004. Con una prominente vida política, este autor, sinceramente, me descrestó con la potencia de su prosa.
Hay escritores y artistas de la palabra; Munif pertenece al segundo grupo. Es un narrador magistral. Sus palabras tienen la capacidad de dibujar con absoluta nitidez escenas que te desgarran por dentro. Entra y navega con enorme facilidad en el alma humana. Recorre sus lugares más recónditos, sin permiso y sin prisa.
La historia sitúa al protagonista, Ráyab, un hombre de mediana edad que es encarcelado por su actividad política en un país del mediterráneo oriental, en una lucha interna por reconciliarse con su dignidad y el sentido de la resistencia. La opresión estatal logra penetrar cada resquicio de la existencia, cada poro del cuerpo, alcanza a cada habitante de una nación que condena a sus ciudadanos a vivir de espaldas a la libertad.
Es un libro sobre la barbarie de la tortura, sobre el dilema de la supervivencia. Sobre un hombre que no encuentra, por más que intente y busque, el significado de la vida. El relato también interpela el dolor y el amor de una hermana y el lugar que ella pueda tener frente a la destrucción de su hermano. El autor retrata delicadamente y con precisión el contexto de la represión. Ese lugar podría estar en cualquier otra latitud, porque dibuja, en definitiva, la imagen perfecta del mal. Esta novela existe por la urgencia de nombrar lo innombrable, como un desagravio frente al silencio y al olvido.
Y esa es una de las razones por la que me encanta la literatura árabe, porque produce una descarga de sentimientos profundos que son universales y develan con hondura la condición humana. Porque leer al mundo árabe es volver al origen más primitivo y, a su vez, trasladarse a un punto de evolución estética muy sofisticado; es memoria viva y muchas verdades.
*Sinthya Rubio Escolar es barranquillera. Internacionalista, tiene una maestría y un doctorado en derechos humanos. Es una ávida lectora de literatura internacional. En su cuenta de Instagram, @labookstagrammer, comparte y recomienda sus lecturas.
Texto publicado en el Instituto de Cultura Árabe de Colombia