
Por Jorge Guebely
No es suficiente comprar tierras a potentados del campo, entregárselas al 23% de campesinos, los que aún quedan en territorios sembrados de violencia, para institucionalizar por fin una reforma agraria.
Los campesinos no la explotarán tecnológicamente, no hay en sus mentes el modo de producción capitalista. Han sido formados en el molde feudal, en la mentalidad del terrateniente: la tierra como expresión de poder político; en la cultura del siervo: la tierra como sustento del pancoger.
Tampoco poseen recursos económicos para adquisición de maquinarias, ni las infraestructuras viales para transportar sus productos, ni el mercado capaz de comprar sus cosechas. Los T.L.C. prefirieron importar en vez de producir, política absurda de nuestro Estado elitista.
Mejor aplicar el Catastro Multipropósito. Hacer el inventario real de las propiedades de tierra. Definir su identidad física, jurídica, económica; precisar sus propietarios. Fomentar políticas de impuestos reales con base a la ley. Implementar el mandato jurídico vigente desde 1936: “La propiedad privada tiene función social”. Ratificado por La Constitución del 91, confirmado varias veces por el COMPES, institución que ha insistido en “… la adopción e implementación de un catastro multipropósito rural – urbano”.
Forma legal, eficaz, de disminuir la mentalidad feudal en el campo. Metodología francesa institucionalizada tan pronto se creó la República, decretó grandes impuestos para tierras improductivas. Poderosos aristócratas, infecundos económicamente, optaron por prescindir de sus enormes haciendas y abandonar sus lujosos castillos.
En su lugar, florecieron los minifundios, pequeñas propiedades dedicadas a la producción agrícola con fines de mercado nacional e internacional. Altamente tecnificados, atendidos por sus propietarios.
Así, terminaría en Colombia la vergonzosa cifra del 78% de los 50 millones de suelo productivo, destinada a la ganadería extensiva. Se fomentaría en algunos puntos la igualdad social. Se reduciría el 91% de pobres extremos hasta pobres vulnerables en la población campesina.
Sobre todo, se neutralizaría el 9% de la élite terrateniente y sus políticas ilegales de crear sabuesos para despojar tierras, apoyar masacres campesinas, podrir el ejército nacional, legalizar despojos… Se cobraría impuestos justos a multinacionales, voraces instituciones, especuladoras del mercado laboral, despojadoras de bienes humildes.
Así, habría menos guerrillas, menos cultivos de coca, menos odio de clase. El Estado cumpliría su función social y jurídica: garantizar el desarrollo histórico del país a través del progreso económico, del trabajo y la paz de todos los colombianos.
Entonces, usted, presidente, habría acertado y se habría equivocado Marx cuando afirmaba: “El ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía”. Pero eso no importaría.