Por Rafael Sarmiento Coley
Si alguien contribuyó de manera notable y perenne a modernizar el periodismo barranquillero, costeño y colombiano en general, ése no es otro distinto a Álvaro Cepeda Samudio, quien cumpliría este 30 de marzo 98 años.
Murió a los 47 años de edad el 12 de octubre de 1972 en el Kattering Cáncer Center de Nueva York luego de haber vivido con una intensidad asombrosa.
Álvaro Cepeda Samudio fuma un habano en una foto de archivo. Su biblioteca personal podrá consultarse en la Universidad del Norte.
Nacido en un hogar de cierta holgura económica y posición social, desde muy temprano mostró su talento multifacético. Era cineasta y periodista, publicista, escritor y empresario.
Amigo entrañable de Gabriel García Márquez y del entonces joven amante de las tertulias literarias Julio Mario Santo Domingo Pumarejo. Amistad que tuvo mucho que ver en el desarrollo de su vida profesional en los distintos escenarios que dominaba.
Fueron sus padres Luciano Cepeda y Roca, un político y empresario barranquillero que se esmeró por darle la más completa educación, para lo que también contó con el aliento de su madre Sara Samudio.
Tanto el padre como la madre eran también muy amigos de don Mario Santo Domingo (padre de Julio Mario). Amistad que permitió que don Mario se interesara en Álvaro. Por lo tanto fué quien lo apoyó en todos sus estudios en Barranquilla, su tierra natal, como en la Columbia University de Michigan. Estudió periodismo, literatura, cine y televisión.
De regreso a Barranquilla empezó a desarrollar el periodismo en el periódico vespertino El Nacional de don Julián Devis.
Por ésos días también circulaba el matutino Diario del Caribe, dirigido por Luis Felipe Pacini Santo Domingo, pariente de Julio Mario. Deseoso de tener entre sus manos un periódico donde pudiera desarrollar su talento, se enteró que el periódico atravesaba una crisis económica, lo cual permitió que Julio Mario comprara el periódico y se lo entregara a Cepeda Samudio como si se tratara de un regalo de cumpleaños.
Muy pronto sobresalió el matutino por su diseño atractivo y su lenguaje muy narrativo y literario.
Cepeda Samudio desplegó en el diario todo el cúmulo de periodista y escritor que tenía entre pecho y espaldas.
Muy pronto el periódico destacó por ser un centro de formación de toda una legión de periodistas que pronto trascendieron a nivel nacional e internacional.
Hoy varios de aquellos afortunados «egresados» del taller -escuela de Cepeda Samudio son testimonio vivo de lo mucho que aprendieron de él, en especial su narración descriptiva y diáfana y la capacidad de aplicar el psicoanálisis para sacarle todo lo que se requiere para hacer un buen reportaje, entrevista, columna de opinión o editorial.
Son célebres sus «Cartas de Don Custodio» columnas en las cuales cuestionaba con severidad y con razón a una clase dirigente de aquel momento que perdía el tiempo en reuniones y foros insulsos. Por eso los apostilló como «Los Bobales», que más tarde pasaron a ser «Los Nísperos»: madurados a punta de periódicos.
Cepeda Samudio con Gabo, Obregón
El legado de Cepeda Samudio perdura, aunque está amenazado por la inmediatez de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones.
Por fortuna hay, al mismo tiempo, una admirable generación de periodistas, columnistas, editorialistas y escritores que sacan la cara apegados a códigos invisibles para ejercer el oficio como Dios manda y las buenas costumbres reclaman para que se haga un periodismo de buena fé. Para lo cual es imperativo ser buena persona. Porque una «mala persona» jamás puede ser un buen periodista.