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Las aventuras de un navegante español del siglo 21

Las bravías aguas del Mar Caribe casi se tragan en la noche de este sábado a Álvaro de Marichalar, miembro de la realeza española.

Por Rafael Sarmiento Coley

Recorre el mundo entre tormentas y tempestades de los mares más temidos y riesgosos, cuando bien pudiera disfrutar la dicha de vivir entre las mieles palaciegas, como miembro que es de la realeza.

11 rueda prensa

Gustavo Jimeno escucha las declaraciones de Álvaro en la charla con dos periodistas.

Pero, no. Álvaro de Machelar y Sáenz de Tejeda ha querido vivir la vida de manera intensa, mirando a la muerte cara a cara como le ocurrió una noche de tempestad en el pacífico, alejado cinco millas del velero de apoyo y de repente asoma una manada de tiburones que estaban hambrientos y nerviosos perdidos en el interior de un contenedor lleno de computadores caído al mar por algún barco de carga. Ver al intrépido navegante a bordo de una moto acuática de 3 metros de largo por un de ancho era pan comido.

9 Javier pendiente de las coordinadas

Javier Julvez, nervioso, pendiente a cada instante del celular.

Esa vez la suerte lo ayudó. La tempestad era tan endiablada, que de repente se descuajó un rayo que, atraído por el metal del containers, se estrelló contra el cajón metálico. Todo se iluminó, el contenedor se energizó, y los tiburones, en vez de atacar al intrépido navegante español, corrieron despavoridos hacia aguas profundas como si hubieran visto al mismísimo diablo.

El terror por los ballenatos

Esta vez no más, cuando ha venido a Cartagena a brindar un homenaje a Blas de Leso por el 325 aniversario de su nacimiento, no pensaba verse sorprendido por las vicisitudes de sus travesías. Navegaba cerca de Cartagena cuando una ballena azul enorme, recién parida, navegaba con sus cuatro ballenaticos. “No hay cosa más peligrosa que una ballena azul recién parida, te demuele simplemente con levantar la cola, ancha como de 20 metros y semicircular, que con solo golpear el agua produce tal desastre que envía a lo más profundo del mar a cualquier embarcación pequeña, pero si se trata de una peñita moto acuática, y de mí, ni los huesos habrían encontrado, si no me alejo a toda velocidad buscando las luces que veía a lo lejos. Cuando me alejé, se calmó un poco porque a ella la había puesto nerviosa el ruido de la moto acuática, tan chiquita y tan ruidosa. De reojo vi cuando ella se alejaba con su cría de ballenatos”.

3 Álvaro triunfante

Con la alegría de un niño, Álvaro llega en su pequeña moto acuática a uno de los muelles de La Marina de Puerto Velero.

Faltaban aún las peores aventuras en el Caribe colombiano. En el recorrido bajando el Río Grande de la Magdalena, en más de tres ocasiones casi se estrella contra gigantes arbustos desprendidos de las riberas. Venía embelesado por la belleza exuberante que hay a lo largo del principal afluente colombiano. No sospechaba que, al terminar su recorrido el Magdalena se mete al Mar Caribe a la brava dándole cuchilladas con sus bravías aguas. Álvaro de Marichalar, al ver tanta belleza, se asombró y dejó que la corriente lo arrastrara. Cuando se vio mar adentro en medio de olas de 30 metros y profundidades de 20 metros en donde se pierde el aliento y las esperanzas de salir con vida, vino una nave de la Armada Nacional y lo rescató.

Este es un país potencial

En su bitácora lleva una nota muy especial por lo que vio y encontró en Colombia. Se va sorprendido de lo que vio en Mompox, el ejemplo más edificante de la obra arquitectónica que la colonia española hizo aquí para quedarse.

12 con el escudo de la corona española

Siempre el escudo y la bandera de la corona española lo lleva Álvaro bien ubicado en la espalda.

Pero, además, hoy, Colombia es un país “de gentes listas, encantadora, amable, emprendedora y muy bien informada”. No es ningún mitómano. Es rico y miembro de la monarquía española que se da el lujo de andar por el mundo diciendo lo que le venga en gana. Hablando la verdad sobre las enormes petroleras y factorías químicas que contaminan y vierten toda su basura al mar sin previamente procesarla.

“Este es un país rico y le auguro un enorme futuro, porque tienen una admirable conciencia de lo armónico con la naturaleza. Y eso contagia. Miremos el ejemplo de Javier aquí en la Marina de Puerto Velero. Pudiera hacer más edificaciones, casas y carreteras, pero ya no estaría en armonía con La Mar, con la naturaleza, porque habría una cantidad de cajitas de ladrillos, basura”.

Se fue a Cartagena al Homenaje a Blas de Leso el Teso, y de allí salió muy tarde, por descuido que él mismo reconoce. Le habían recomendado sus asesores en Colombia, el barranquillero Gustavo Jimeno y el bogotano Alejandro Urrea, que saliera de la ciudad Amurallada a las dos en punto para que llegara a la Marina de Puerto Velero, de su amigo Javier Julvez, por tarde, a las siete de la noche.

«Fue un descuido mío”

Álvaro de Marichalar lo admite. Te relajas un poco. No te concentras en lo que estás. Es algo así como el torero que no estudia el toro, que no lo ve embestir, ni cómo mueve sus cuernos. Así le ocurrió esta vez al intrépido navegante español. Apenas leyó de rapidez una carta de navegación y salió a las volandas porque ya eran las cuatro de la tarde. A las 2.500 millas de haber salido (la mitad del camino) lo sorprendieron vientos huracanados que lo sacaban volando de la moto acuática y él tenía que nadar a enorme velocidad para no perder la moto. El barco de apoyo venía a unas cinco millas de distancia y, por lo pequeña de la moto acuática, no sabían lo que ocurría. Como pudo recuperó la moto. Pero entonces no veía nada. Porque la moto es muy bajita. No alcanza a ver una costa, un barco, nada.

4 Alvaro feliz“Era yo y la Mar. Tuve un poco de miedo pero seguí adelante. El GPS se me dañó. No llevaba Carta de navegación en ese momento… primera falla. Me salvó que vi unas luces a lo lejos y después entró una llamada de Gustavo Jimeno. Me dijo: pégate a las luces que veces a tu derecha, que nosotros vamos a una punta de esta ensenada para que no te estrelles contra ella. Iremos con dos camionetas que encenderemos y apagaremos las luces”.

Javier Julvez ordenó encender el faro del velero más alto. Al fondo, bien en lo alto, se activó con mayor potencia el faro para los navegantes de la zona.

Así fue como, a las diez en punto de la noche, llegó, con una felicidad de niño, Álvaro de Marichalar a los muelles de la Marina de Puerto Velero. Allí estaban sus amigos Gustavo Jimeno, Alejandro Urrea, Javier Julvez, el cónsul de España en Barranquilla, Carlos Guerra, Vicky Cárdenas Gerlein, Marina Ovalle Llinás, Gicelet Castillo, Nidia Medina, su esposo Fernando Díaz Granados, y este periodista Rafael Sarmiento Coley. El otro medio centenar de camarógrafos, fotógrafos, reporteros, presentadores de televisión y periodistas de largo alcance, se fueron, cansados por una larga espera de 10 horas a punta de paella (eso sí, muy sabrosa, hecha por el anfitrión Javier Julvez). Próxima entrega: El Séptimo Continente es una isla de plásticos.

About author

Director general de Lachachara.co y del programa radial La Cháchara. Con dos libros publicados, uno en producción, cuatro décadas de periodismo escrito, radial y televisivo, varios reconocimientos y distinciones a nivel nacional, regresa Rafael Sarmiento Coley para contarnos cómo observa nuestra actualidad. Email: rafaelsarmientocoley@gmail.com Móvil: 3156360238 Twitter: @BuhoColey
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