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«La tradición la inculcamos desde los más pequeños»: Emilio José Rivera

Todos los años, en el Suroccidente de Barranquilla, se realiza la Noche de faroles, un evento independiente que no cuenta con el apoyo de la Fundación Carnaval, pero que hace parte natural del Patrimonio.

Por Gerson de Jesús Brugés GonzálezChacharero

Estas son las palabras de Emilio José Rivera uno de los organizadores del desfile Noche de faroles, que se realiza todos años un día antes de empezar las fiestas de carnaval. Este recorrido lleva nueve años partiendo desde la institución educativa Carlos Meisel y culmina en la cancha del barrio Cevillar.

No es un desfile tan grande ya que solo participan veinticinco comparsas. Pero su importancia radica en que entre ellas se forman danzas de tradición, por lo que son un semillero en el que se inculca a los niños el valor de nuestro Carnaval y se les enseña a sentir amor por la identidad cultural que nos caracteriza en el mundo y nos hace diferente de los demás.Cumbia niños

Niños y niñas entre los 6 y 18 años participan de este desfile nocturno que año tras año con esfuerzo de cada danzante en sus coreografías forman comparsas y salen a bailar, a mostrar de qué está hecho el barranquillero. «Aquí damos respuesta al porqué nos catalogan a nivel nacional e internacional como la capital de la alegría, que a pesar de los problemas, las dificultades con los permisos y el apoyo económico que requerimos, no es impedimento para salir a las calles y hacer disfrutar a todos», señala uno de los organizadores de la Noche de faroles.

Vivimos el carnaval como es

La noche cae. Seis de la tarde. Suena la tambora y la calle se eriza. Es el llamado de la identidad Caribe. Familias enteras se asoman, entre ellos los más emocionados son los niños que viven y gozan el carnaval con el «confort» del bordillo de sus casas, de manera sana y sin ningún problema. Las abuelas se sientan en poltronas con sus tocados de flores en la cabeza y con su sonrisa arrugadita. Ellas recuerdan cómo en sus tiempos se vivía el Carnaval, sin problemas sin complicaciones. «Los palcos de hoy eran el bordillo, la tienda de la esquina, la terraza gigante de la vecina, nuestro techo es el cielo nocturno llenito de estrellas y nuestra comida no es comida chatarra, gaseosas ni mucho menos alcohol ni drogas, antes se preparaba la comida de la seis de la tarde y en portacomidas se llevaba su arroz de pollo acompañado de jugo de corozo para tener energías y   disfrutar libremente el colorido del carnaval de antaño», dice una de ellas.

Con apoyo o sin apoyo llevaremos la tradición

Jairo González fue el iniciador de este desfile donde los jóvenes de los barrios del suroccidente se integran y hacen parte del Carnaval sin que tengan que pagar altísimas inscripciones y disfraces que sobrepasan los trescientos mil pesos en el caso de las comparsas de fantasía, lo importante es cultivar en su corazón la tradición de esa identidad cultural, representada en congos, garabatos, cumbiambas y otras.

«Esto nos hace distintos y nos llena de orgullo saber que aportamos a que el carnaval del barrio, del pueblo, siga creciendo. Hemos hecho varias gestiones para que la Fundación Carnaval de Barranquilla nos ayude para realizar este desfile cada año, pero siempre es un fracaso. Solo contamos con el Distrito», dice Jairo González. Por eso crearon su propia Fundación carnaval comunitario del Atlántico.

«La tradición es lo más importante de nuestro carnaval y eso se lo hacemos saber a los niños, algo que no es innovador pero tiene el valor más tradicional del carnaval y que no lo vas a encontrar en el Cumbiódromo de la vía 40 o en la 44. La esencia de la cumbia, por ejemplo, ya no la ves allá. Puede sonar como anormal o sin sentido esto que digo. Tú pensarás: ‘claro que la cumbia la encuentro en los demás desfiles’. Pero yo te digo que no, como la vives en el Suroccidente, donde niños de siete a ocho años prenden sus velas y las llevan en sus manos sin miedo alguno, sin llorar si les cae una gota de esperma  en las manos con el coqueteo característico de esta danza».

Reflexiones como esa hacen que nos preguntemos sobre cómo estamos nosotros apoyando a la reguarda de la tradición en nuestros barrios y comunidades.

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