Son decenas, cientos y miles. Algunos de ellos están en Bogotá pernoctando frente al Ministerio de Vivienda al amparo solo de sus propias ilusiones, pero expuestos a la inclemencia del clima y las promesas incumplidas.
Lexander Loaiza Figueroa @Lexloaiza
Ellos no tienen voz. No reciben visitas de políticos en campaña ni ocupan grandes titulares de prensa. No son tendencia en la opinión pública ni tienen videos virales en Tik Tok. Se han convertido en parte del paisaje en el centro de Bogotá. Primero en la sede de la Procuraduría y luego en el Ministerio de la Vivienda. Vienen del Chocó, del Norte de Santander, Tolima, Nariño, Antioquia, Huila, Cauca y otras regiones. Aquí tienen más de 20 días con una toma en la entrada de sus instalaciones esperando por una respuesta que se ha retrasado en algunos casos, más de dos décadas.
Durante años han tenido que luchar por sus vidas. Han perdido sus casas, sus tierras, sus familias, sus querencias…sus esperanzas. Víctimas del conflicto armado, tuvieron que dejar atrás su patrimonio porque era eso o seguir respirando.
“Me siento re-victimizado”
Ismael Mazbola Castilla huyó de Chaparral, Tolima, porque los grupos paramilitares, los guerrilleros y la delincuencia común los tenían cercados. “Fueron más de 50 años de violencia, de guerra. Estabas tranquilo en tu casa y de pronto llegaba un grupo guerrillero y lo amenazaba a uno si apoyaba a los paramilitares. Al día siguiente llegaban los paramilitares y te amenazaban si recibía a los guerrilleros”. –¿No había presencia del Estado? “Si, la había. Pero cuando llegaban los militares era peor porque cuando se iban llegaban más y más guerrilleros y paramilitares”.
En el municipio de Chaparral, Ismael dice que vio morir a muchos de sus vecinos, víctimas de las balas de uno y otro bando. Robaban los animales y si alguien se quejaba, amanecía muerto.
Tuvo que salir huyendo de su finca para salvar a los suyos y a sí mismo. Sin un plan de contingencia, se quedó en la calle. Sin un techo. “Estoy en esta lucha desde 2011. Cuando el Estado empezó a incumplir las promesas de reparación a las víctimas de la violencia, se unió a otros que están en su misma situación. Para su pesar, se dio cuenta que son miles las familias en Colombia que padecen esta negación a su existencia. Se sintió víctima otra vez.
“Perdí mi juventud”
Bienvenida Durango ha pasado 25 de sus 51 años rodando por todo el país buscando una solución que le permita tener un techo para volver a estar en familia junto a sus cuatro hijos. Desde que salió de su natal Valencia, en Córdoba, ha tenido que sobreponerse a decepciones continuas de un largo, larguísimo proceso legal en el que demandó al Estado por haberse convertido en víctima de la violencia imperante en el lugar donde tenía su casa propia. La que tuvo que abandonar con sus muebles, parte de su ropa y sus fotos familiares.
Hace cuatro meses el Estado finalmente respondió a su querella, y le dijo que tenía derecho a una reparación. Le establecieron el monto. Allí quedó todo para ella. “Me tienen en la calle, no tengo cómo pagar arriendo, perdí mi juventud a través de la violencia. Me dejó con cuatro hijos y todos estamos rodando porque ninguno tenemos…nada. Pido al Estado que se haga ver cumpliendo los derechos de las víctimas porque nos han quitado la felicidad. Pónganse las manos en el corazón porque estamos rodando de un lugar a otro”, dijo entre sollozos.
“De un juzgado a otro”
En San Luis, Tolima, Griselio Villanueva tenía su finca hasta hace 15 años, cuando amenazaron de muerte”. A partir de allí, aunque vivos, comenzó otro calvario para ellos. El salir de la finca no solamente implicó abandonar su lugar de vivienda sino también su lugar de trabajo y sustento.
Hace dos años introdujo una tutela contra Fonvivienda para que junto a su familia lo incluyeran en un programa de soluciones habitacionales destinadas a las personas sin hogar víctimas de la violencia armada en el país. “Pero me tienen de un juzgado a otro. Llevo dos años en esa situación, a pesar que ya el mismo Estado lo reconoció como víctima del desplazamiento forzado”.
Los protagonistas del proceso de paz
Todavía con los festejos por la firma del Acuerdo de paz con las Farc, el entonces presidente del Congreso, Maurizio Liscano dijo en abril de 2.017 que las víctimas son las principales protagonistas del proceso de paz. El ministro del Interior de la época, Juan Fernando Cristo, advirtió que sólo con la reparación de las víctimas se podría convertir lo que había sido un círculo vicioso de la guerra en un círculo virtuoso de la paz.
Habían pasado seis meses de la firma de los acuerdos con las Farc y se estaba negociando la firma con los representantes del ELN. Había esperanza en el ambiente y para las víctimas se abrían nuevas posibilidades.
Para ese entonces y según el Registro Único de Víctimas (RUV), de los 8.376.463 afectados 8.074.272 corresponden a «víctimas del conflicto armado» y las otras 302.191 a la categoría «víctimas sentencias», que fueron incluidas en cumplimiento de una sentencia que hace alusión a la «atención, asistencia y reparación integral» de quienes han sido perjudicados por el «conflicto armado interno».
De las 8.074.272 víctimas, 7.134.646 son casos de desplazamiento como los de Ismael, Bienvenida, Griselio, Gilbert y otras 71 personas que pernoctan a la intemperie frente al Ministerio de Vivienda 983.033 homicidios, 165.927 desapariciones forzadas, 10.237 torturas y 34.814 secuestros, entre otros hechos.
No todos los millones de desplazados han perdido sus viviendas de forma permanente, algunos pocos han podido retornar a sus hogares. Otros han encontrado soluciones temporales o permanentes para enfrentar los cambios. Los más vulnerables son los que permanecen errantes esperando una paz que a ellos todavía no les ha llegado.