Los medios desesperan por saber qué es lo que la gente quiere. Pero dar a la gente lo mejor y más atractivo es cada vez más difícil. Sobre todo si la reina del Huila o María Niño acaparan la atención.
Por Jorge Sarmiento Figueroa – Editor General
La historia de las misteriosas cajas que llegaron hace medio siglo a San Bernardo del Viento sin que nadie en el pueblo supiera porqué ni con qué contenido, hoy se habría convertido en una tendencia en las redes sociales y los más avispados habrían hecho ya «memes» divertidos, antes de que un joven llamado Juan Gossaín hubiera podido ver su crónica publicada sobre el tema, la primera de su vida, en el diario El Espectador.
Tanto ha cambiado el mundo desde los inicios de Gossaín a la fecha, que su legendaria anécdota de las cajas fue usada como ejemplo esta semana para entender la encrucijada en que se encuentra el periodismo ante la avalancha de información que cae a cada momento sobre la sociedad contemporánea.
Quien usó el ejemplo es Monserrat Domínguez, directora de The Huffington Post para España. Lo hizo en el auditorio de la Universidad del Norte durante el conversatorio «El periodismo en su encrucijada», en el que compartió escenario con Berna González Harbour, editora de Babelia (revista cultural de El País, España); de Marco Schwartz, director de El Heraldo; y de Jorge Cura, director de Atlántico Noticias, CV Noticias y Zonacero.info.
Monserrat Domínguez tiene a 20 personas a su cargo para competir en el voraz mercado de la información periodística en España. Es una plantilla ínfima frente a las dimensiones monumentales de un periódico como el diario El País, que tiene 20 veces más periodistas a su servicio. Pero la encrucijada es para ambos medios, de soporte físico o digital, en España y en el resto del mundo, porque los ingresos por publicidad caen en picada y las tecnologías presionan al cambio cada nuevo día. De hecho, al otro lado del planeta, en Estados Unidos, The Huffington Post tiene contra la pared al elefante alfa de la manada del periodismo mundial, The New York Times, gracias al uso inteligente de los nuevos medios digitales y de las redes sociales.
Berna González, del diario El País, escuchó el análisis de Domínguez, luego tomó la palabra y confesó la crisis alarmante en que se encuentra su periódico, y dio un dictamen catastrófico que dicho sea de paso es una noticia ya conocida: «Si no somos cada vez más rápidos y no llegamos a los lectores antes que el resto (otros medios y otras tecnologías), los medios tradicionales desapareceremos».
El periodismo como siempre
El mismo día del conversatorio, Marco Schwartz, director del diario El Heraldo de Barranquilla, había estado más temprano en otro recinto inaugurando un Foro de Empresarios. Lo que hacía antes de llegar a la Universidad del Norte confirma su explicación según la cual los medios tradicionales «deben buscar alternativas de financiación y liderazgo para mantener el protagonismo en la agenda de la sociedad».
Schwartz viene de una trayectoria admirable como periodista y editor de medios en España. Con la crisis europea volvió a Colombia. Y hasta acá aún no llega la ola de extinción de los impresos que inunda al «primer mundo». El director del principal medio de Barranquilla espera que «el periodismo del futuro sea como el de hoy, como el de siempre. Porque así como el fax y el teléfono fueron en su momento tecnologías que causaron temor en la manera clásica de trabajar la prensa, y sin embargo la esencia del periodismo no cambió, así mismo espero que la labor de investigar e informar bien se mantenga. Que seamos más rápidos, pero que sigamos también siendo rigurosos».
El arrojo por las nuevas tecnologías
En su intervención, Jorge Cura dijo que las nuevas tecnologías son herramientas «que le dan al periodista el mundo a su disposición y le permite dar a la gente lo que quiere». Su reflexión contrasta con la frase titular de Monserrat Domínguez: «Nunca se sabe lo que se va a leer más en los medios, aunque sepamos todo de la gente, desde el lugar en el que se encuentran, los sitios que visitan, hasta las páginas y la información a la que acuden».
Del poder de las tecnologías de la información, el debate pasó de la contrariedad entre tradición e innovación (con la «velocidad» como variable de cambio) para situarse en la revisión de los valores del periodista frente a las tecnologías. Jorge Cura fue varias veces premiado en sus inicios de carrera por trabajos de talla internacional, cuando salía con cámara y libreta en mano a recorrer los sitios más recónditos del Caribe colombiano y del mundo, pero confiesa que lo conforta ahora el trabajo desde la cabina de su emisora donde gracias a la tecnología tiene el mundo a su disposición. Dice tener la fortuna de que la gente se agolpa con carteleras frente a su medio para presentar diversas quejas y que, gracias al poder del periodismo, se las resuelven.

Juan Gossaín y Jesús Ferro Bayona charlaron como dos sabios amigos ante un recinto lleno de estudiantes de periodismo.
Los sabios de la tribu
El recinto en que se realizó este conversatorio estaba repleto de estudiantes, profesores y egresados de Comunicación Social y Periodismo. Acababa de terminar una charla entre el rector de la Universidad del Norte, Jesús Ferro Bayona, y el consagrado periodista Juan Gossaín. La gente se agolpaba en la entrada para ingresar a la conversación entre estos dos miembros de la Academia de la Lengua Española, que tratarían “La formación de periodistas en el Caribe colombiano”.
Como el personaje era Gossaín, lo que el rector hizo fue acompasar los temas, el resto se lo dejó a un hombre que ha atravesado todos los medios posibles desde aquella crónica de las cajas misteriosas que un día llegaron a su pueblo y que le causaron la curiosidad instintiva del periodista que aún hoy, jubilado de los medios pero no de su oficio, se mantiene intacta. Gossaín contó en su charla que había descubierto en aquellas cajas que unas monjas habían enviado, desde Inglaterra a San Bernardo del Viento, un hospital prefabricado «con camillas y toda clase de equipos, con un manual escrito en inglés. Las monjas habían estado en mi pueblo en una misión religiosa y a su regreso a Europa habían recaudado fondos por el dolor de recordar que teníamos muchos enfermos, pero no teníamos hospital». Lo que olvidaron las religiosas es que San Bernardo no tenía a alguien capaz de armar el hospital con la mera guía de un manual. Y allí fue donde el espíritu de la curiosidad se despertó en Gossaín. Hasta nuestros días, cuando ya jubilado, sigue siendo el periodista que se atreve a abrir la caja inoperante de la salud en Colombia.
«El periodista es en realidad un escéptico bien informado, que tiene que ser ético hasta el punto de no picarse con su propia cola de alacrán y que debe de cuidarse de correr sin prisa, para que lo recuerden por ser el que mejor cuenta las historias, más que el primero». Con oraciones como esta, Gossaín encarnó en su charla con Ferro una de las afirmaciones que dio Jorge Cura sobre reputación y atracción: «De nada sirve que un periodista sea el más reputado si lo que dice no le llega a la gente». Las publicaciones de Gossaín en El Tiempo son las más leídas de Colombia.

Es paradójico que la mayoría de los estudiantes de periodismo hayan decidido no escuchar hasta el final un conversatorio sobre su oficio, en el que participaron cuatro directores de medios de primera línea local e internacional.
Gossaín y Ferro dejaron al público hambriento de más reflexiones sobre el periodismo. Y Monserrat Domínguez, Berna González Harbour, Marco Schwartz y Jorge Cura se las dieron. Pero cuando Gossaín y Ferro se fueron, también la gente empezó a retirarse poco a poco del recinto hasta quedar los cuatro directores de medios, la moderadora del conversatorio y unos cuantos asistentes del público. Podría deducirse que sucedió lo mismo que tiene al periodismo en una encrucijada: Lo que importa de lo que se cuenta, sea en medio impreso, digitalizado, en texto, imagen o audio, es que al final «atrape» a la gente. Lo paradójico en este caso es que lo asistentes eran, fundamentalmente, estudiantes de periodismo y no solo un público en general, y que no siempre se tiene la fortuna de escuchar las reflexiones de varios directores de medios citados en un mismo escenario.