
Por Jorge Mario Sarmiento Figueroa
Foto y videos: Nira Figueroa Turcios
Eduardo Escobar es el último de los precursores del Nadaísmo. Nacido el 20 de diciembre de 1943, tenía apenas 15 años cuando el poeta Gonzalo Arango, que por cariño lo llamaba El Nietecito, publicó en 1958 el Manifiesto Nadaísta, un texto de alcance tan portentoso que de inmediato causó en la Colombia de entonces un sismo artístico y sociocultural que no tardaría en hacer eco a nivel continental.
Eduardo Escobar toma ahora el texto en sus manos. Han transcurrido 65 años, con todo lo que ese tiempo puede contener. Es viernes 25 de agosto, 3:45 p.m., está en Sincelejo, sentado en el auditorio principal como uno de los invitados principales en la II Feria del Libro de Sucre. El recinto está lleno. Jóvenes estudiantes, docentes, libreros, lectores, poetas, curiosos, ven cómo su mirada se mueve con agilidad para saltar entre esas páginas, que ya no son solo palabras impresas sino testimonio que trasciende.
Lee el primer párrafo y suelta: «En aquel momento yo era casi un niño y mis amigos eran mucho mayores, ya habían ido a la universidad. Cuando leí el Manifiesto por primera vez, la verdad es que no entendí nada». Luce camisa blanca manga larga, jeans índigo, mochila indígena terciada. Habla con picardía juvenil y serenidad de años.
Lee sin usar gafas. No presume de pasado mejor, en su charla no pontifica nada, ni a nadie. Desde hace más de 25 años escribe cada semana en el periódico El Tiempo, ha publicado más de veinte libros entre poesía, prosa, novela y ensayo, además de haber editado revistas y participado en incontables antologías.
Pero no vino a Sincelejo solo a recordar, aunque su memoria funciona en estado sólido. Es presente puro que recita poemas, que reflexiona y enlaza décadas con nitidez: «Mientras Estados Unidos y Rusia vuelven a pelear como hace casi un siglo, allá arriba en el espacio ya hay cosmonautas norteamericanos y rusos que conviven trabajando para encontrar y construir nuevas herramientas de bienestar para la vida. Porque la vida la transforma es la ciencia, la inteligencia de las personas».
Quienes tuvimos el privilegio y la fortuna de asistir a momentos como éste en la II Feria del Libro de Sucre, valoramos el trabajo que la Gobernación de Sucre y el Fondo Mixto de Cultura hicieron para que Sincelejo recibiera a artistas como Eduardo Escobar, un titán de la realidad colombiana, una voz autorizada cuyas palabras son mucho más que palabras, aunque él, viviendo apacible a las afueras de Bogotá, respirando el altiplano y caminando despacio con sus hijos y sus perros, prefiera vivir la cotidianidad de quien aprendió desde muy joven que la poesía es para poner por encima de todo a la nada.