Hay quienes dicen que esas mediciones no hay que tomarlas en serio, porque son manipuladas. Pero, por lo general, muchas de ellas dan en el blanco.
Escrito por: Rafael Sarmiento Coley – Director
Se acabaron los tiempos de la luna de miel de la Alcaldía de Barranquilla con los altos puntajes en todas las encuestas. Era algo increíble. Alejandro Char, un joven Alcalde de provincia, sacaba a veces más puntos de aceptación que el propio Presidente de la República y todos sus ministros.
En un momento dramático para la política nacional, Char llegó a sumar 88 puntos de aprobación y aceptación, mientras que el pobre Samuel Moreno Rojas, más enredado que un bulto de anzuelos, sacaba 85% de desaprobación. Al revés de Char.
Alex Char era el Alcalde de moda en todo el país. Era la estrella joven. Sonriente. Se metía por todos los barrios. Cargaba a los niños sucios, sin bañarse, sin que todavía sus progenitoras hubieran tenido tiempo de lavarle el olor a caca reseca de la incontinencia nocturna. Para Char no había malos olores. En su rostro agradable de niño bien siempre afloraba una tierna sonrisa.
¡Caramba! pero dónde aprendió todos esos trucos Alejandro. Algunos amigos lo indujeron a leer ‘El poder cambia de manos’, escrito por el asesor de Bill Clint0n durante 8 años. Un periodista veterano. Acucioso y curioso. Lo segundo fue motivarlo a ver un video y leer toda la documentación sobre la descomunal y positiva transformación de Guayaquil, teniendo como Alcalde a un guayaquilense que había sido presidente de la República.
Tenía la radiografía de la historia de todos los barrios del suroccidente y parte del norte elaborada de manera meticulosa por el periodista Oviedo, que, decepcionado por la administración Char, se tuvo que ir a aguantar frío y frustraciones a Canadá.
Así, de repente, apareció la figura omnipresente y gigantesca de Mauricio Vargas, quien se ofreció para articular toda una estrategia de manejo de imagen, comunicaciones y visibilización de logros. Por esos servicios, muy meritorios por cierto, Mauricio cobró la suma de $200 millones mensuales a través de la firma Dattis, de la cual es socia.
Surgió un burro muerto atravesado en la carretera. Para visibilizar obras, éstas tenían que existir. Y no existían. Entonces la sugerencia fue negociar con el Concejo de turno, untarle la mermelada al pan, y lograr que aprobaran cuantiosos recursos con vigencias futuras.
Se le pidió a grandes firmas constructoras tradicionalmente vinculadas con el Distrito, que hicieran “el pequeño sacrificio de trabajar a debe, que la plata estaba ahí, que algún día saldrá”. Fue así como Valorcon SA se fajó a tapar huecos por toda la ciudad; Consultores para el Desarrollo, con el apoyo de Foro Hídrico, a canalizar y limpiar los caños. A reubicar vendedores.
Con vigencias futuras untadas de mermelada se dio paso al corredor portuaria, a la Avenida al Río, a la compra del terreno para el Centro de Eventos y Exposiciones.
Claro. Todo eso catapultó a Alejandro Char y ya muchos de sus amigos consideraban que el noveno piso de la Alcaldía en el Paseo Bolívar le queda chiquito. Había que pensar en la Casa de Nariño.
En ese breve lapso se vino encima la necesidad de pensar en el reemplazo de Char en la Alcaldía. ¿Quién? Imagínense que llegaron a pensar hasta en Ricardo Villa, el pobre negro que terminó embolándole los zapatos a Alejandro y en los viajes oficiales terminó durmiendo con él en la misma habitación para ayudarlo a desvestir cuando llegaba pasado de copa y para levantarlo al día siguiente en medio de grandes esfuerzos.
Cuando, finalmente, escogieron a Elsa Noguera como candidata, casi todo el mundo la acogió, aunque muchos no de muy buena gana. La verdad es que Elsa fue pieza fundamental para sanear las de por sí caóticas finanzas del Distrito. Tanto así, que en el Ministerio de Hacienda y en otras esferas del Gobierno Nacional, se le elogiaba frecuentemente.
Elsa ganó las elecciones sobradamente, a pesar de sus dificultades de locomoción por su par de muletas. Al mismo tiempo comenzó el calvario de Elsa. Mauricio Vargas puso pies en polvorosa, e irónicamente, vino a lanzar en Barranquilla de primera mano su libro historia novelada ‘Ahí les dejo la gloria’. Y en verdad, dejó la gloria que alcanzó Alejandro Char, pero de sobra sabía que la pobre Elsa no saldría del berenjenal en que la dejaron con tratos amarrados, vigencias futuras comprometidas a 30 años.
¿Qué podía hacer la pobre Elsa con la olla raspada? ¡Nada! Lo valiente de Elsa es que, en medio de ese panorama sombrío, no ha perdido la paciencia. Otra persona en su lugar ya habría levantado a muletazos a más de uno.
Eso explica que Elsa Noguera aparezca en casi todas las encuestas mal parada. En la reciente de Gallup quedó en el puesto 14 (en la mitad de la tabla) con el 55% de aceptación, mientras que en el primer puesto está el cartagenero Dionisio Vélez, con 84 puntos de aceptación (sería que Mauricio Vargas se fue con su ‘gloria’ para allá); en segundo lugar está el de Montería Carlos Eduardo Correa , y de tercero Rafael Ricardo Ceballos (Riohacha) con 79 puntos).
En materia de Gobernadores, a José Antonio Segebre no le fue tan mal. Está de quinto con un 73% de aceptación. Es bueno, y se supone que ahí tiene la mano metida su hermano ‘El Pitirry’. El primer lugar lo ocupa Ricardo Alfonso Aguilar Villa (Santander) con 83% de favorabilidad. Su padre está sindicado de parapolítica, pero pudo cumplir su periodo para entregarle el mando a su hijo. Y su madre es una cantante cristiana, hija del legendario Abel Antonio Villa.
El segundo lugar es Julio Gutiérrez, de Caldas, con 80%. Tercero está Juan Carlos Gossain,de Bolívar, con 79. De cuarto está Sergio Fajardo, de Antioquia, con 73. De 6 está Alejandro Lions (Córdoba), con 73. Y de 7 está el exsecuestrado por las Farc Alan Jara con 73 puntos también.
La idea no es justificar las malas notas de Elsa Noguera, sino buscar los porqués, los antecedentes, las circunstancias distintas y el desnivel para negociar con un concejo que, en su mayoría son cancamanes capaces de tragarse una ballena entera sin respirar.