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El Serpa que yo conocí

El Constituyente de 1991, exministro y exgobernador del Atlántico, Eduardo Verano, y su semblanza del desaparecido dirigente liberal, nacido en Bucaramanga el 4 de enero de 1943 y fallecido en la misma ciudad este 31 de octubre.

Por Eduardo Verano De la Rosa

A la derecha, de corbata azul y corte de jovenzuelo que acaba de dejar los pantalones cortos, el actual presidente de la República, Iván Duque Márquez, cuando era un liberal ‘pura sangre’, antes de ‘sabalearse’ al uribismo. Entonces su jefe político era Horacio Serpa y el ‘subjefe’, Eduardo Verano.

Sabía, por él mismo, la gravedad de su salud por la metástasis del cáncer en páncreas y colon, además su operación de corazón abierto. Se había debilitado mucho. Sin embargo, me llamó todos los días para indagar cómo avanzaba Liliana, mi esposa, en su proceso de recuperación.

Era su característica más humana, pendiente de sus amigos. Así manejó sus propios procesos políticos. Era un humanista de la política, que deja una huella y un ejemplo para la vida pública. Sufrió amenazas de muerte, constantes ataques, siempre con la frente en alto y sin odios. Defendió la institucionalidad y el orden. Justicia sí, pero dentro de la institucionalidad. Transformar la sociedad, pero sin violencia, sin armas. Todo a través de procesos institucionales y reglas de juego claras.

Llegó a Barranquilla a la Universidad del Atlántico como jugador de basquetbol y sus compañeros lo bautizaron Coopetran por el transporte que utilizaba para ir y venir a su Santander natal.  Conoció y se casó con Rosita Moncada, barranquillera, por eso su vínculo con nuestra ciudad donde jugó de local.

Horacio Serpa Uribe y el amor de toda su vida, Rosita Moncada de Serpa. Se conocieron cuando el entonces estudiante de Derecho de la Universidad del Atlántico vendía huevos, para sostenerse, por las calles de Barranquilla en una vieja bicicleta. Fue un hombre hecho a pulso.

Fuimos compañeros de la lista 60 de la Constituyente que organizamos dentro del PLC y el Poder Popular: Horacio Serpa, Guillermo Perry y yo, con el eslogan “Para vivir de otra manera”. Promovió permanentes reuniones con el director del partido, López Michelsen, el presidente de la República, Gaviria, y la bancada para garantizar que los principios liberales de equidad y justicia social estuviesen en la Constitución.

Como ministro del Interior se convirtió en el escudero de Samper con gracia, utilizando su capacidad oratoria y con expresiones como “mamola”, “ni chicha ni limonada”, que investigaba en refraneros populares.

Luchó con audacia y gallardía para lograr la Presidencia de la República en tres campañas llenas de dificultades, y me distinguió en su coordinación. En la Dirección del Partido Liberal también tuvimos la oportunidad de acompañarlo en su Trasformación Estatutaria y en el ingreso a la Internacional Socialista, donde lo respetaban como a un expresidente.

El 7 de noviembre del 99 en París, el Partido Liberal recibió su aceptación como miembro pleno de la Internacional Socialista, y Serpa, como director del Partido, estaba en turno como orador. Sin embargo, en un gesto de gallardía política cedió ese honor a López Michelsen, quien no lo aceptó, pero Serpa insistió y López pronunció la famosa frase que ratificaba al Partido Liberal como líder del cambio social que nunca aboliría la propiedad privada, sino buscaría la reforma gradual de la sociedad para abolir las desigualdades.

En 2008 ganó la Gobernación del departamento de Santander y yo la del Atlántico y nuevamente trabajamos en llave en la Federación de Departamentos para lograr un refuerzo de las finanzas territoriales y la autonomía de las regiones.

Horacio Serpa fue un librepensador voltairiano, y miembro destacado de la masonería, humanista y tolerante. Un político que, de haber llegado a ser Presidente de la República, por lo menos tenía Colombia la posibilidad de truncar el camino de los responsables de las masacres de hoy y el exterminio sin control de líderes sociales y defensores de los Derechos Humanos.

Después llegó al Senado, donde nos acompañó y apoyó el trámite de la Ley de Regiones, pero sabiendo sus dificultades de salud cedió ese espacio a su hijo Horacio José, quien seguro será un referente de nuestra política nacional.

Era un excelente miembro de familia. Con Rosita y sus hijos conformaban una familia muy unida ejemplo para quienes los conocíamos. Dedicaba largas horas y mucho amor a resolver los requerimientos de gente muy humilde.

La paz era su obsesión y la consideraba indispensable para Colombia, trabajó siempre para lograrla.

Su máxima enseñanza para estar en la política era que los líderes podrán tener todas las cualidades de preparación y voluntad, pero si no tenían lo más importante, que era “cuero duro”, seguramente no triunfarían. El cuero duro para él era una coraza de resistencia a la adversidad, a las dificultades, a los enfrentamientos, la paciencia y la capacidad que había que tener en los momentos complicados.

Honradez, pulcritud, lealtad, caballerosidad, amistad y solidaridad son sus grandes legados que nos corresponde continuar en la política hacia el futuro para que el Partido Liberal y las ideas socialdemócratas ayuden a construir una sociedad más justa. Horacio, hiciste la tarea, descansa en paz.

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