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El Rincón del Búho.  Benedetti se ‘sabaleó’ antes de tragarse el anzuelo

Y detrás suyo como que irán otros ‘sábalos’ no menos expertos en esquivar al pescador antes de que los tiren a la paila del infierno.

Por El Propio Búho

Tal como lo afirmó el diputado de la Asamblea del Atlántico Nicolás Petro Burgos, hijo del senador Gustavo Petro Urrego, “las conversaciones con Armando Benedetti Villaneda con mi papá venían desde mucho tiempo atrás”.

Eso confirma la versión que se manejaba desde hace varios meses en el Capitolio. “Benedetti está incómodo con la entrega total del Partido de la U al uribismo, por muy poca cosa a cambio, y cargando con el desprestigio de un gobierno que sigue sin conectarse con la Colombia Humana”.

Y quien sí se conectó con la Colombia Humana fue el propio Benedetti. Dio un tremendo salto de sábalo, ese pez de agua dulce que, según los avezados pescadores, “es el más difícil de agarrarlo en trasmallo, con anzuelo o con arpón. Ese animalito sí es malo. Brinca más que un chivo, y cuando uno lo ve cerca, apenas para clavarle el arpón, pega un salto de garrocha y cae como a diez metros de distancia. Y como se da el lujo de nadar en todas las aguas, pues ni modo”.

Así es Armandito desde cuando era estudiante de comunicación social en la Universidad Autónoma de Barranquilla. Estaba en todos los grupos. Los pupis. Los arrabaleros. Los rockeros, los salseros, los de la vieja guardia y, por supuesto, los del vallenato. Y hasta se iba a la Universidad del Atlántico a tirar carreta con los de las Juventudes Comunistas (Juco), con los mamertos, los ‘troscos’ y con los de la derecha camuflado.

Se fue a Bogotá, y comenzó de perifoneador de las campañas de los Vargas Lleras para el Concejo. Luego Germán, el mayor de los Vargas Lleras, se lanzó al Congreso y Benedetti le lloró para que lo metiera en una lista al Concejo, alternando con Antonio Vargas Lleras. Ganaron los tres. Pero a mitad del periodo ya Armandito se había sabaleado para el recién nacido Partido de la U, que nació del movimiento Buen Gobierno en el cual Juan Manuel Santos Calderón empezó a soñar con llegar a la presidencia de la República, por donde ya 60 años atrás había pasado su tío-abuelo fundador de El Tiempo, Eduardo Santos Montejo.

Juan Manuel llegó a la Casa de Nariño con el apoyo del Centro Democrático de Álvaro Uribe Vélez, y, no bien había calentado la silla presidencial, cuando se le ‘torció’ al ‘patrón’, y, escudado en un puñado de fieles alfiles de Senado y Cámara, le dieron vida al Partido de la U, que ya parece estar en vías de extinción, porque los poquitos que quedan en esas toldas son más uribistas que Duque.

Y lo que se asegura es que, detrás de Benedetti, vienen pidiendo pistas otros, ya no sábalos, sino paracaidistas: Roy Barreras, también de la U, y Luis Fernando Velasco, del Partido Liberal.

El Conservatismo de fiesta

Toda la crema y nata del Partido Conservador, unos pocos de manera presencial y la mayoría acomodados en la era virtual, asisten este sábado a la convención nacional de esta colectividad, para analizar la hoja de ruta y la suerte que tendrá la bandera azul en las próximas contiendas electorales para Congreso y Presidencia.

Omar Yepes Alzate, presidente de la colectividad azul, es partidario de pensar en la posibilidad de ir con un candidato propio. Y razón no le faltan. Llevan años de sequía, chupándole rueda a las múltiples divisiones del liberalismo que se asociación con movimientos de garaje, por la atomización del Partido Liberal.

Y hay que reconocer que en las filas conservadoras hay nombres de buena imagen y dominio de los problemas del país, como el senador barranquillero Efraín Cepeda Sarabia, uno de los congresistas que mejor conoce el tejemaneje de la economía colombiana.

Apareció Carlos Julio Manzano

Después de darse unas largas vacaciones en Miami, dedicado a los negocios de finca-raíz, aterrizó en Bogotá el exconcejal conservador barranquillero Carlos Julio Manzano Ocampo. En la capital del país estuvo parqueado en estos últimos años, pero siempre con el alma deseosa de regresar a su tierra natal. Vivía triste en Bogotá, cada vez que pensaba en la cabaña familiar en Playa Mendoza, en donde todos los fines de semana jugaba un partido de microfútbol en una canchita con césped artificial, y nadando en una piscina tamaño olímpica (es decir, con las medidas para competencias de los Juegos Olímpicos, se aclara que no es una piscina que se la regaló Fuad Char).

Ahora el inquieto exconcejal de Barranquilla Manzano Ocampo acaba de ser premiado con el cargo de Defensor del Pueblo en el Atlántico, puesto en el cual le mueve la silla al buen hombre de Alfredo Palencia.

Como Manzano vivió varios años en los Estados Unidos, sabe que la política es de ‘quítate tú, pa’ ponerme yo’. Además, milita en el Partido Conservador que se mantiene feliz de la vida con la ‘mermelada’ que ofrece Iván Duque Márquez, o, mejor dicho, el Centro Democrático.

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