Crónicas

El Gringo Tuesday es desorganizado y hostil

Por Randy Gómez Africano «El Gonzolombiano»

Quinta y última parte de Estudiantado After Hours: Reportajes en Gonzo sobre la rumba universitaria bogotana.

Prólogo con llegada borracha

Una serie de giros y curvas cubiertas por la oscuridad del centro de Bogotá a las 9 de la noche aparecen adelante, mientras yo y el grupo de europeos vamos por las vías de los cerros orientales que rodean la ciudad dentro de una van pequeña. Ahí, queriendo tomar, volteo y busco entre la oscuridad, y las sombras de los muchachos, a Michel para que me pase el Ron con Sprite que llevamos buen rato repartiéndose entre nosotros.

-Hey Michel, pasa la bebida-digo

-Claro Randy, toma

-SI, RANDY

-EH RANDY

Estamos en la parte de atrás, conversando y, por decirlo de alguna forma, jugando entre el bajo vibrante y los ritmos de diferentes canciones de EDM, mientras nos gritamos a causa de los altos niveles de alcohol que se nos han metido en nuestro cerebro desde que salimos del apartamento; bebemos “cócteles” que teníamos desde antes que saliéramos del apartamento; y Alex está de dj en la silla de copiloto.

Hace algunos minutos habíamos terminado la previa de hoy en el ya conocido apartamento de Alex y Michel. Esta fue especial por varios motivos, pues era la despedida de todos los muchachos, incluyendo a Cyril, quienes regresarán a sus países en el transcurso de esta y la próxima semana. Así que, ante la proximidad de eso, quisieron hacer algo más que una despedida conmovedora.

Por esto, a ella vino más gente de lo habitual, incluyendo amigos nórdicos e italianos que no habían estado en anteriores martes; nos tomamos fotografías casi familiares; y tomamos más de la cuenta ron con cola negra y demás tragos, guardando lo que nos sobró en botellas. Mismas que ahora vuelan de una mano a otra mientras salimos de los cerros y bajamos a la Séptima.

En ese momento tomo de mi trago, le digo a Cyril palabras que no entiendo por mi lengua borracha trabada, como vamos a romperla o algo así, y me pongo a mirar a la avenida mientras me guardo entre los brazos mi botella, cargándola como si fuera un hijo. Lo que emerge en mi panorama es la sede de la Javeriana, las tiendas musicales, edificios de negocios, y toda la parte aledaña de la Zona G, en el mismo momento en que Maurice, Michel y Oscar gritan animados:

-HOY ES EL DIA DE RANDY

-SI, HOY ES EL DIA DE RANDY

-HOY RANDY SE CONSIGUE SU CHICA

-SI NO LO HACE, ES GAY

-ES GAY

-ES GAY

Más de una vez que fuimos a esa rumba, tanto yo como cualquiera de ellos nos propusimos ebrios que íbamos a conseguir pareja, y eso siempre nos daba a nuestra actitud un entusiasmo parecido al que tiene un niño pequeño cuando juega en un parque. Daba lo mismo si, como siempre pasaba conmigo, no conseguíamos a alguna fiestera extasiada o, como en el caso de Cyril, salíamos con alguna para un rato de “romantiqueo”.

Si a eso le sumábamos alcohol y cigarros, básicamente nos metíamos en un arranque de brincos, gritos, tragos, lanzamientos de colillas a la calle usando los marcos de las ventanas como cenicero. Algo que ahora ocurre con más intensidad, mientras Alex pide un poco de trago y yo le paso la botella de Coca Cola infestada de ron, que bien que intercambie con Cyril y Michel unos segundos atrás.

-Hey Al, ponte una de The Notorious B.I.G

Ahí, justo al ponerla en una fila de reproducción que no se si sonara completa y beber el Cuba Libre barato, esta van oscura mete un giro y se desliza hacia una calle que posee mas arboledas y arbustos podados cuidadosamente que casas. Aquello nos mete de lleno en la zona más acaudalada de Bogotá, y nos confirma que pronto, esta faena motorizada acabará, cuando pisemos la, ahora cercana ,85.

***

La misma acera cubierta por un bar apagado, con sus puestos callejeros de siempre y sus filas de carro de siempre nos recibe, mientras dejamos la van una última vez y nos ponemos a hablar en medio de música fuerte y los vendedores hablando al fondo.

-Hey Cyril, hoy la hacemos-digo

-SI-responde

-Hoy la voy a conseguir-le digo a todo el grupo

Ahí, un hombre de gafas oscuras, traje de escarcha brillante, tatuajes y pelo rasta amarrado llega con un micrófono de televisión, de los que se ven en los noticiarios, pero de plástico o cartón barato pintado de negro y acompañado de un flaco que anda con cámara y monópode todo el rato. Al parecer son de esos influencers que graban extraños en las calles a lo La Tele o esos programas de chismes que se las dan de populistas y graciosos con la interrogación a todo transeúnte, y aquello lo confirman cuando, en medio de nuestra charla ebria, interrumpen.

-Disculpen, ¿nos pueden colaborar para una entrevista…

-No español, hombre

-¿Alguno de ustedes es extranjero?

-Si

En ese momento yo, que estaba hablando con Cyril, me abro paso entre los muchachos, y queriendo destacarme por el deseo ebrio de hacerse notar, me hago el extranjero.

-Hey, I’m a foreigner

Pero por la propia acción del licor, no tengo en cuenta ni pienso que palabras usar en serio para que se traguen ese cuento y me graben, y mientras le agarro el micrófono al presentador, me pongo a pasar pena al decir sin pena:

-Could you please let me present?

-What?

-Let me present

Sin saber que tenía que decir host, pero sí notando que se creyó el cuento a la par que hace una cara entre la pena ajena y la confusión, trato de hacerme el chistoso con un remate al preguntarme un where do you come from. Pero ni eso se decir bien entre mi borrachera, pues le respondo:

-De Barranquilla

-YEAH BARRANQUILLA, BARRANQUILLA- dice Oscar

Luego de esa salvada de aquel amigo belga colorado y de bigote, al “presentador” no le queda de otra que preguntarme, y al soltar su dinos algo de lo que te quieres quejar, me pongo a parlotear un discurso contra la política colombiana entre alaridos; hablar sobre la autarquía de los griegos con la dicción trabada; y expresar una cháchara y un disgusto exhibicionista de conocimientos irrelevantes sobre la anarquía y la democracia colombiana que no vienen al caso.

La cara del tipo lo dice todo, he hablado paja y lo he consternado al punto de simplemente despedirse y dejarnos ahí. Justo en el instante en que, ya alistado, el grupo y yo nos pegamos la misma caminada hacia la zona donde siempre está el eterno bar Vintrash.

Fila con aglomeración, lluvia y conflicto

Cyril y yo esperamos aquí a que la fila avance, nos revisen en un rápido manoteo y pasemos a la rumba de golpe y sin hacer pagos. Hoy me metí en la lista V.I.P desde temprano, así que no habrá necesidad de buscar cajeros rodeados por calles vacías y lograré entrar de inmediato.

No obstante, en ese momento un pequeño chispeo se convierte en un sereno de gotas frías tan grandes y duras que parecen piedras, y de inmediato comienza una lluvia fuerte, de esas de la que hay en una tormenta y suelta puro granizo contra la superficie. Un cuasi temporal del que no puedo cubrirme al tener puesto solo un polo apretado y no tener una chaqueta, así que, buscando una solución, le digo a Cyril:

-Men, usemos tu chaqueta para cubrirnos

-Si-responde

Inmediatamente quedamos cubiertos por un buso tan estrecho que parece una sábana, y que cubre tanto mi torso gordo como el cuerpo flaco de Cyril. Mientras tanto, todo el resto de la fila, una muralla de chicos y chicas, tanto latinos como europeos, juntados en grupos de dos a tres, se amontona en la barricada de la entrada al bar y causa un apretón que parece de estampida.

Algo propio de Vintrash, a diferencia del resto de los bares ubicados en su pequeña plaza, es que su entrada queda en todo el fondo, y mientras los demás sitios que están ahí son cerrados, aquel no tiene ni techo ni árboles a la redonda que tapen a todos lo que hacen esa fila, dejándolos al acecho de la siempre presente lluvia de la capital.

A eso hay que sumarle que, para entrar al lugar toca hacer filas dentro de unas pocas barricadas extendidas en una extensión de dos metros y que están puestas de la otra. Generando que cada una se colme por la cantidad siempre masiva de personas que vienen al evento, que no haya forma de hacer una fila estable y que por el intento de los guardias y la organización de reducir la cantidad de gente, esta no se mueva por ratos que llegan hasta los 30 minutos.

Eso mismo ocurre aquí, mientras la lluvia empieza a suavizarse, y Cyril y yo nos encontramos a una conocida paisana de él llamada Ines, a la que, en medio de una sensación de empeño y desbalance, le digo:

-Hola Elise

Inmediatamente, su cara parecida a una versión femenina de Rob Halford pasa de una feliz a una aburrida, y aunque intento responderle con puros perdón, perdón, Ines, me responde con un:

-Si, si Elise, Elise

Aquello, y su disgusto por ponerme a hablar con otro muchacho de temas que no le importan, con mi tono exagerado y mi risa sobreactuada apareciendo, aparte de conseguir que me calle, me hace caer en cuenta de que todavía ando con la borrachera encima. A lo que, ansiado, me retiro de inmediato mientras le digo a Cyril que entre sin preocuparse después de contarle en segundos que la borrachera no me dejara entrar.

El motivo de aquella reacción y necesidad viene de una movida necesaria, pues en el evento no dejan entrar a nadie borracho, y de notar el guardia con su nariz o con mi actitud qué estoy así, me mandaría derecho a mi casa y no me dejaría entrar en caso de quemar el trago, pues los guardias aquí tienen de obstinados y mal acarados lo mismo que yo de escritor de textos largos.

Por aquello, aun en medio de la lluvia, que ahora mismo empieza a escampar, me voy por el camino de siempre, y salgo con el objetivo de comprar algún mecato o líquido lleno de electrolitos muy azucarado, pero también lleno de electrolitos a alguno de los siempre insistentes vendedores de la acera de la entrada a la zona del bar.

***

Otra vez estoy de pie aquí, detrás de unas tres chicas que nos distancian de la revisión del bouncer y todavía en medio del apretón de cuerpos. La fila no bajó en ningún momento, ni siquiera cuando la lluvia acabó y dejó todo el resto de la zona deshabitada, así que en uno que otro momento soy empujado contra la barricada.

Mientras, detrás mío todo un muro de gente se apiña entre conversaciones, y mi ahora nueva e inesperada acompañante, Kaira, junto a su novia alemana-cuyo nombre no recuerdo- esperan mientras conversamos sobre Los Prisioneros y demás cultura pop chilena.

– Literalmente gracias a 31 Minutos me volví periodista-digo

-No habíamos hablado de eso-dice entre risas

-Ah sí

-Je je je, igual es que es muy bueno

A ella, una bajita flaca, pelinegra, de piel trigueña, ojos achinados y voz suave, la encontré y conocí cuando, bajando la lluvia y terminando de tragarme las últimas migajas acidas de un DeTodito picante, vi a Michel y Maurice salir de la plaza, quienes se dirigían hacia la acera, y me fui con ellos para recibir a un amigo.

Ahí, mientras lo saludábamos, ella apareció, acompañada por su novia y sosteniendo un vaso de pisco que, al ser la primera chance de probarlo, le dije:

-Hey, quiero probarlo

Rápidamente, después de probar esa ácida bebida austral-o peruana, eso sigue en debate- congeniamos en el acto al hablarle de mi amor por el rock chileno y cantarle La Torre de Babel de Los Tres. En consecuencia, ahora está aquí junto a mí y su amada rubia voluptuosa y bajita-con quien me puse a analizar a Scholz y la democracia alemana- hablando para amenizar la espera.

No obstante, un alto y moreno francés llega y se mete desde el costado de la barricada, buscando colarse, y las caras de disgusto, los gritos y manotazos del resto de la muchedumbre comienzan a volar en el ambiente, opacando hasta la el sonido de los otros bares. A lo que yo, queriendo evitar una turba y hacerme el moralista, me pego a la barricada.

– ¿Hey, puedes darme tu puesto? Es que acabo de llegar y unas amigas están ahí-dice

– ¿Tienes la lista? -pregunto, haciéndome el guardia

-Sí, sí, yo la tengo aquí- responde

-Si no la tienes no puedes pasar-digo

En eso las tres muchachas delante nuestro, se voltean y empiezan a llamarlo entre caras de afán y algunos ven acá, ven acá; el bouncer mete la mano y su cara amargada dentro del enredo; y comienza todo un enredo en el que el francés se pega un arranque, en el que me dice cual meme de texto largo que si está en la lista y demás excusas, y al final se va mientras una amiga suya lo calma y me sonríe.

– ¿Qué pasó? -pregunta Kaira

-Un tipo trató de meterse a donde está su grupo de amigas o de plano colarse en la fila-respondí

Debido a esto le pido a Kaira y a la alemana que se peguen a mí, tratando de usar el truco de simular que somos un grupo de amigos-lo que ya éramos desde hace como media hora atrás- que vienen juntos para evitarnos complique y que nos dejen pasar. Pero el moreno francés regresa a la carga, y otra vez toda la escena anterior se da otra vez, causando que al decir mi “parlamento”, esta vez un no puedo dejarte pasar, él se enloquezca y comience a hablarme tan rápido que temo algún suyo.

No obstante, ahí su amiga, una flaca rubia, de piel suave y sonrisa de niña, vuelve a aparecer y lo calma otra vez, mandando a que las otras dos muchachas se vayan con él. Con ello, el primer lugar de la fila ahora está libre y nosotros, luego de la revisión, nos metemos con una demora totalmente opuesta en duración a la fila, aquí, en el Gringo.

No bathroom pa tanta gente

No es vomito por borrachera, ni diarrea fuerte. Solo es un vertimiento más, causado por la digestión de ramen mezclado con mecato picante y ron con Coca Cola, que envió a viajar a las tuberías a veces apagadas una vez por semana de Bogotá dentro de un baño de 1 con 80 de altura, rodeado de pintura negra en dos paredes, y pintura y alacenas verdes repletas de espejos baratos en otro.

Luego de eso y varios papeles pasados con precisión quirúrgica, salgo y me encuentro con un bar pequeño formado por un pasillo largo y ya, y cuya barra es tan larga como aquel. No es Vintrash, este no provee una solución para esa acción gastrointestinal en sus lugares de higiene personal. Por lo que ahora estoy aquí, y precisamente de aquí salgo después de pagarle al dueño del bar, un calvo barbado pasivo agresivo, 2 mil pesos.

Tuve que encerrarme en ese lugar luego de llegar desde la pista principal, donde estuve con la chilena y la alemana por hora y media perreando dentro de un círculo, y salir apurado por el dolor común en mi parte baja. Me iba a quedar afuera, así que tocó convencer al dueño y a veces barman del lugar, quien me dejó entrar a cambio de pagarle una propina, para no tener que aguantar hasta la hora de irme y poder regresar al bar.

Ahí, luego de una espera fallida para subir a la terraza, me voy a la sala principal, pero pasando por la entrada de la segunda-esa que alguna vez dije que era más pequeña y oscura que la principal- aparecen Kaira y la alemana, quienes de una se acercan y me preguntan:

-¿Dónde estuviste?

 -Estaba buscando algo, ¿y ustedes?

-Nos aburrimos y nos vinimos a esta sala, pero no hay nada que hacer-respondo

De inmediato la rubia le avisa a Kaira de una necesidad, y queriendo acompañarlas, me voy con ellas hacia el fondo del primer piso, donde en un pasillo que al principio es ancho pero que después es angosto, lleno de discos, pinturas y stickers de djs o colectivos artísticos underground y hasta una máquina arcade apagada, se encuentra el baño al pasar un estrecho túnel debajo de las escaleras que dan al segundo y tercer piso.

Ahí, las dos me piden que espere ahí, y me prepare para encontrarlas, y se pierden en la entrada llena de varias mujeres que entran, salen, se quedan de pie y hablan entre ellas. Mientras, yo me tumbo en un espejo cubierto por una luz azul al lado de la escalera donde, desde ya, tengo al frente a la fila de siempre para subir a bailar house o fumar, que para ser esta hora es demasiado larga.

Cuando se asoman las alta horas, las horas que preceden la madrugada y la noche más profunda, la subida hacia la terraza, hecha en estas escaleras aledañas a los baños, se colma de decenas de jóvenes que esperan en los escalones o en cualquiera de los dos primeros pisos, apretando el fondo del bar y la zona sanitaria del primero y la entrada a una sala de billar en el segundo. Al parecer, y me permito asegurar, el house y el techno de la terraza son como una especie de remate después de horas bailando reggaetón y música latina en general en las grandes salas del primer piso, y causan que la gente se vaya hasta la terraza con tal de escuchar o bailar algo diferente.

Pero eso no ha ocurrido nunca a esta hora, ni a las 9, ni a las 8, ni en ningún otro instante que preceda a las 11 de la noche. Así que aquí, mientras me tomo una que otra selfie con mis gafas de escolta de político y espero a que las chicas salgan, me pregunto el por qué y me golpean unas ansias ante tanto calor y gente puesta encima por mi eterno temor a las estampidas.

***

-Claro, claro yo los conozco, sabes mucho-dice el flaco

-Si, es que me encanta Venezuela y sus cosas-respondo

-Bacano

Eso me responde el hombre, un flaco bajito con brazos firmes y torneados por ejercicio, cabeza oblonga con una que otra arruga, piel oscura y mirada amargada proveniente del vecino país, que al usar la eterna camiseta gris con el Gringo Tuesday confirma que es un guardia mientras le comento sobre novelas y bandas pop rock caraqueñas. Había estado conversando con él temas sobre su país ante la demora de las muchachas en los sanitarios.

No obstante, justo en medio de la charla me da, otra vez, el apretón en mi zona baja, los dolores para alertar la necesidad de verter y, a la vez y de nuevo, unas ganas de orinar que ni un borracho bebiendo un bar entero tendría, por lo que entre el afán y una cara de dolor me meto en el baño designado para los hombres.

Pero al entrar la cosa me pone contra las cuerdas si de defecar se trata, pues me encuentro con solo dos orinales alumbrados por una luz amarilla potente, puestos muy cerca uno del otro-lo que hace un reto no chocarse con otro-, emplazados en un espacio ajustado de un metro de ancho donde apenas se puede caminar y ubicados al frente de un marco enorme que no tiene puerta, dejando a cualquiera expuesto ante quien se le de pasar por ahí.

No hay inodoro tampoco, así que corro dos riesgos,

Debido a esto, mientras un muchacho sale y otro entra, orino de la forma más incomoda posible, entre ardor, espasmo y temor de que me observen mi sexo entre los miles de stickers pegados en las paredes rosadas de este lugar aterrador para un claustrofóbico.

Después de esto, al salir vuelvo a ver a Kaira y a la alemana, quienes con la confusión en sus caras discuten con el flaco, quien, aparte de indicarles a dónde ir en realidad, les habla con una cara propia de un militar estricto y un tono al borde del grito.

-Ustedes no se pueden meter por aquí

-Pero señor, nosotras solo queremos subir

Al parecer pensaron que unas escaleras halladas en frente del baño de hombres, ubicadas al frente de las del pasillo, también funcionaban para subir y que podrían usarlas para alcanzar la terraza. Razón por la cual el flaco, con una aparente irritabilidad, las trata así en estos momentos, creyendo que quieren colarse.

-Váyanse para allá

-Señor, pero nosotras vimos esta escalera y ya

– ¿Ustedes creen que se pueden meter aquí?

-Creímos que…

-Ustedes se quieren colar y no pueden

-Pero señor

En ese momento me entrometo entre los dos, abrazo a Kaira por el pecho para llevármela de allí y con el otro trato de disculparme con el hombre, pero aquel se enoja aún más, arruga su fruncido aún más, como si se tratara de un profesor amargado o estricto al nivel de “Tronchatoro” pero en versión hombre, e ya incapaz de calmarse, me dice:

-Tú me mentiste, estas son tus amigas

– ¿Pero de qué habla pana?

-Que pana ni que nada, yo no te creo nada de lo que hablamos

– Pero ¿qué sucedió?

-Estas chamas se intentaron colar por aquí y me están exigiendo

-Amigo, ellas se confundieron y creyeron que por aquí también se sube. Disculpa por la confusión

Al verlo porfiado solo lo ignoro y me llevo a las muchachas mientras le digo un disculpe, queriendo llevar la cosa con pacifismo. Kaira y la alemana están enredadas por el asunto, tienen la confusión de que les acaba de ocurrir, así que solo me atrevo a decirles eso último que le dije al flaco y comentarles lo de la escalera para calmarlas.

Sumado a eso, para quitarles eso de encima les propongo irnos de vuelta a la sala principal otra vez.

Hacinamiento y hostilidad

Ya es la mitad del recorrido por estas escaleras, tenemos la sala de billar al lado y atrás toda una marea humana se forma y colapsa tanto los primeros escalones como toda la panorámica de lo que ocurre abajo. Mientras tanto, puros grupos de flacos y flacas en pareja o cuarteto suben y bajan más de una vez, entrando o saliendo y tropezando con todos los que andamos en esta fila.

Los tres seguimos aquí, pensando en qué momento nos dejaran pasar, pero ya no hablando de música, ni de cultura pop de Chile, ni de Alemania, ni de nada. Solo estamos atentos al momento donde todo se dará para poder pasar, mientras ellas hablan entre sí y yo converso con cualquier extranjero que se me ponga a la redonda, mientras pisamos y esperamos en estas escaleras apretadas, calurosas y empinadas.

Esta zona es peligro, pues sus escaleras se componen de escalones de baldosas viejas que te pueden dar un golpe quiebra-frente y parte-boca si después de caer si pisas mal; que están muy cercanos uno de otro hasta el punto de no dejar espacio ni para medio pie; y que amenazan que, de un tropezón, puede haber una caída cual castillo de naipes de decenas de cuerpos, dando la chance de producirse una tragedia tipo Puerta 12 si hay una gran cantidad de personas.

A eso hay que sumarle que estas no miden más de un metro de ancho y que una delgada baranda la cubre, también dando la ilusión y la probabilidad de que la gente caiga cuales fichas de Jenga y una sobre otra. Mas si esta se halla en el tercer piso, mismo del que ahora, luego de pasar un calvo venezolano y un par de rubias alemanas, quedamos las muchachas y yo a un paso de entrar.

En ese momento, una pareja sale y otra llega buscando el ingreso. Pero ante la negativa de la vigilante, una gruesa mujer bajita, de cabello rubio y cara aburrida, comienzan a discutir por aquel. Al parecer, ellos estaban ahí hace unos instantes y querían volver a entrar, pero el argumento de la mujer es el mismo con todos: No hay espacio. En consecuencia, la pareja se mete en un reclamo que obstruye el lado para salir y demora, aún más, la entrada.

La cosa parece que va a estallar hasta que, mientras le pido a Kaira y a la alemana que nos encadenemos con los brazos para no perdernos entre los tumbos y la aglomeración de más y más cuerpos, la pareja llega a un acuerdo y pasa sin problemas, mientras uno que otro muchacho también sale del lugar, liberando más el espacio.

-Ojalá ya dejen subir-dice Kaira

-Esto es demasiado desorganizado. Hay mucha gente y solo dan una escalera-respondo en tono de queja

***

Unos veinte minutos pasan luego de paciencia, conversaciones fugaces y la falta de cualquier movimiento por la zona en medio de la vibración de las paredes por la música y la gente de la terraza. Solo ha salido uno que otro muchacho, pero no, la mujer no nos deja pasar a pesar de eso.

Aquello no ha tenido sentido en ningún momento, especialmente por el hecho de que, si bien la sala de fumadores está atiborrada de gente, desde aquí se ve, a través de un ventanal de dos metros ubicado encima de nosotros, que la terraza está vacía, o al menos en la zona aledaña a su pista principal. Algo que solo me pone a pensar que aquí no se sabe manejar el tema de los aforos, sino que lo hacen obstinados, dándoles lo mismo si la realidad era muy contraria a eso.

En ese momento, la rubia aburrida saca el cinturón de su base, dice un adelante y le da el paso a Kaira y a la alemana. Intento acompañarlas, pero al poner un pie en la entrada la mujer cierra la banda y me dice alguna palabra para pedirme que espere que no logro entender, dejándome a la espera mientras Kaira, con cara de temor, me llama desde el fondo.

-Amiga, vengo con esas dos muchachas-digo

– Lo siento amigo, tiene que esperar a que se reduzca el espacio de la sala

-Pero si allá arriba está vacío

-Nada amigo, hay que espera a que se baje el número

Ante esto, me quedo callado por varios minutos y a la espera, pero al ver como todo el mundo se rejunta, como salen como tres o cuatro muchachos más y la desesperación de todos por entrar, me altero de golpe. No hay nada de sentido con ese trato y la gente está encima de mí, por lo que, enojado, le digo a la señora:

-Amiga, déjeme pasar, ya varios han salido y tiene que haber espacio

-Amigo, hay que esperar que esto baje

-Pero si ya tiene,,,

-A VER AMIGO, O ESPERAS O NO TE DEJO ENTRAR POR MAS QUE ESTES DE PRIMERO EN LA FILA, ¿OK?

En ese momento aparece el flaco, quien sube por las escaleras y pasa la banda para ponerse a vigilar el lugar. Trae una actitud arrogante y provocadora encima, sabe que con esto puede, al parecer, desquitarse la rabia que equivocadamente cogió conmigo en la confusión de las escaleras de los baños. Por lo que al escuchar como la rubia le cuenta sobre esta última discusión, se ríe pícaro y empieza a tirar puyas.

-Ella es la que manda en esto, si te ganas su desprecio, no vuelves a pasar por aquí

– ¿En serio? -pregunto mientras me da temor

-Si, ASI QUE ESPERAS

Pero ahí, justo entre mi desesperación creciente y la llegada de una que otra persona a esta zona, veo a Kaira al fondo de la entrada, y ella, quien estaba con el amigo de Michel y Maurice que provocó que nos conociéramos, me vuelve a llamar con mucha ansiedad encima, y hasta haciendo una cara al borde de la tristeza que provoca que vuelva persuadir a el flaco.

-Ya se ha ido mucha gente. Pana déjame entrar-

-¿No entiendes? Tienes que esperar

Desesperado, y ahora con su misma actitud amargada, pienso alguna forma de convencerlo y aplico la de decirle que tengo a un ser querido ahí como si estuviera en medio de alguna toma de rehenes, diciéndole:

-Amigo, es que mi novia está ahí

-¿Si?, ¿Dónde está, a ver? Dime donde esta

De rapidez me pongo a mirar al fondo de la sala y, obviamente, a buscar a Kaira y la zona donde está con la alemana. Pero el flaco cambia su actitud, y entre una cara de burla y un gesto provocador empieza a meterse en mi vista, remedar cada movimiento que hago y bloquear todo panorama, evitando encontrarme si quiera que pasa en el sitio.

Ante esto, y a pesar de lo peligroso y repentino que es, exploto finalmente, la furia costeña se apodera de mí actitud, siempre “tranquila en una rumba”, y con mi boca le tiro a este tipejo un:

-SABE QUE AMIGO, VAYA A QUE SE LO CUL**N

Es obvio decirlo: El tipo estalla de peor manera que lo acabo de hacer, pero su comportamiento provocador no cambia, y creyéndose el mandamás de todo humano que supervisa toda zona del Vintrash y su seguridad, me dice:

 -Ah si, ahora tu vas a entrar cuando yo lo diga

Pero no me trago esa orden, y a pesar de que, tristemente, tendré que dejar a Kaira y a la alemana por esto, le vuelvo a gritar aquella declaración de que su orden me la paso por los testículos sin miedo.

-Ah sí. Sabes que, te vas de esto y no vuelves a entrar- dice

-Dale pues, me vale v**ga. Es más, yo mismo me salgo de aquí

En menos de un segundo me volteo; me pongo del lado de los que salen aunque en ningún momento entre; bajo las escaleras con rapidez; y en menos de tres segundos vuelvo al fondo del primer piso. El tipejo-ya por coherencia no le llamaré el flaco– me sigue mientras camina a medio metro de mí, cree que me lograra sacar a la fuerza cual Moe con Barney, pero yo, por mero respeto a mí, y también por algo de miedo, voy más rápido que él para no regalarle ese gusto.

Con esa misma firmeza, salgo por la puerta escondida de salida de Vintrash; le doy mi brazalete de papel a la vigilante de aquella; y me voy caminando disparado de ahí hacia la zona, y de inmediato, a la acera de siempre. Mientras tanto, el tipejo se acerca al guardia grandulón-aquel que en la otra ocasión me dijo que no podía usar una billetera virtual para pagar mi entrada- y mientras me señala le dice alguna cosa sobre que ya no tengo permitido entrar y así, prohibiendo que vuelva a su evento desmadrado.

A pesar de eso, poco y nada puede hacer o decirme de frente para tal vez hacerse el duro, pues ahora estoy pidiendo mi carro para irme y nunca volver a esto. Tengo frustración y alegría al mismo tiempo, la pura definición de sabor agridulce, y al menos me pongo a esperar sin tener más problemas y aguantar cosas provocadas por una pésima administración y escogencia de sitio.

Pero esto no dura, pues desde la entrada dos de los bouncers, entre ellos el moreno cabellon que atendió la fila de los V.I.P, empiezan a caminar hacia donde estoy a paso lento pero seguro como si fueran algún tipo de acosador o asesino. Parece que quieren darme alguna pela y sacarme con violencia física del lugar y de su evento. Por lo que, ante la demora de la aplicación para darme un carro, agarro el primer taxi y me monto en medio de varios dedos medios que les hago para hacerme el ganador.

-Agarren desgraciados, yo solo me saco de los lugares

Finalmente, en el arranque del taxi, me voy por esta noche y para siempre de ese lugar, y me relajo al saber que todo eso acabo, a de que también siento lástima por lo de Kaira y el hecho que ya no pasaré buenas faenas llenas de baile con mis roomies y amigos extranjeros de las residencias.

Pero ante esos pensamientos planteados por mí mismo, de inmediato me respondo con un nah, que importa, yo a este desmadre no voy a volver nunca.

EPÍLOGO

Barranquilla, Colombia

Noviembre de 2024

Han sido varios meses desde esa última “salida” llena de desmadre, pero de desmadre causado por la mala organización y no por borrachera, sexo y música techno. Ya no vivo en Bogotá, ahora soy un graduado que practica su periodismo Gonzo a su forma y que ahora es un hombre con un título de Comunicación Social y Periodismo en sus manos. Después de ganar aquellas prácticas al mejorar y estar todo un mes redactando notas judiciales y sobre lanzamientos musicales de reggaeton; entrevistando músicos de pop latino; y cubriendo ferias sin andar hundido en estas juergas.

No volví a salir como lo hacía cada martes o cada fin de semana a los antros de la rumba universitaria bogotana después de aquello. Solo una o dos últimas visitas a Deja Vü y bares cercanos para relajarme, y sin muchos incidentes, como mucho. Quise ponerme más serio, quise dejar atrás tanta rumba y gasto de mi flaca billetera de estudiante foráneo en taxis o alcohol, por lo que no sentí mayor ansiedad al no ir más.

De hecho, puedo confesar que todo lo que sentí fue tranquilidad, pues toda esa locura y faena que viví por tres meses seguidos metiéndome en esos lugares negros, viejos, deformes, mal aseados, insalubres, calurosos, olorosos, alumbrados por luces bajas en potencia y poblados de personajes que iban desde lo más frenético-como las cartageneras del Distrito Coctail– hasta violentos- como aquel flaco mala ley del Vintrash– se acabó y desapareció de mi vida.

Pero ahora que lo pienso, más de una vez que estuve en esos sitios pude explorar la profundidad de la locura universitaria. Sin hacerme el “opinólogo” debo decir que la rumba universitaria es el desatar de todas y cada una de las cosas de la juventud de los campus de Bogotá.

La locura, el licor, el baile, la necesidad de divertirse, de relajarse y hasta de explotar la sexualidad reprimida en las clases y los campus con sus reglas obvias, son una muestra, expresión y resultado natural de las presiones propias de la vida universitaria de la capital, una que, dependiendo del alma mater, exige al estudiantado y lo presiona en medio de la propia dureza del paisaje violento, frío y duro de la propia Bogotá. Para ellos y para mí, la rumba universitaria es, y lo debo decir, simplemente una pura y obvia necesidad, la necesidad de pasar las horas posteriores a las clases. La necesidad de que ellos se vuelvan, al acabar la jornada, como un estudiantado con derecho a la “juerga”, un Estudiantado After Hours.

Eso sí, para mí, estos lugares y rumbas son densas, llenas de ritos maniáticos, violencia y mala administración. Si hablo por cuenta propia, no sé si por la edad o porque ya no soy universitario, yo no quiero volver a estar presente y sujeto a ese aglomeramiento, esa irritabilidad, esa violencia y esa tensión de aquellos sitios. Creo que estoy entrando a la fase, esa en la que digo con firmeza: Ya esa etapa de rumbero la superé.

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