El paso histórico impulsado por los presidentes de Cuba y EE.UU. encierra más interrogantes que certezas, no solo por la suerte de los Castro, sino de todo el país.
Por Lexander Loaiza Figueroa @Lexloaiza
Cuando este martes 22 de marzo Barack Obama y su familia hayan abandonado La Habana, muchas cosas habrán cambiado en la isla, gobernada por el régimen izquierdista de los Castro desde hace 57 años.
Urgido por oxígeno económico, Raúl Castro ha asumido con absoluto pragmatismo estos cambios, que para algunos izquierdistas conservadores pueden significar el fin de su propio gobierno.
La intención de Obama parece clara. Abandonó la política conflictiva de sus antecesores contra la isla y lo cambió por otro tipo de invasión. Llegó a La Habana acompañado con un contingente de empresarios que evalúan la generación de nuevas inversiones que se sumarán a las que ya se han anunciado en transporte aéreo, comunicaciones y turismo.
Hasta la muy capitalista Google abrió un centro tecnológico en La Habana para ofrecer internet 70 veces más veloz al que hoy tienen acceso los cubanos. El director de operaciones de la firma en Cuba, Brett Perlmutter, dijo que la compañía se mostró optimista de que el estudio bautizado Google + Kcho.Mor es apenas parte de una iniciativa más grande con el fin de que todo el pueblo cubano tenga acceso a internet.
Pero este proyecto rompe con uno de los mayores aliados que ha tenido el castrismo en casi 60 años: el monopolio informativo.
Algunos piensan que el renovado acceso a información que tendrán los cubanos a corto plazo, más intercambio con personas de otras latitudes por una mayor cantidad de vuelos y comunicaciones telefónicas directas con EE.UU., podrían debilitar paulatinamente ante la opinión local, la referencia del castrismo como única forma de gobierno.
El trovador cubano Silvio Rodríguez, conocido por su apoyo a la revolución en la isla, se hizo eco tanto de la satisfacción por un mejoramiento de las relaciones entre la nación caribeña y los Estados Unidos, pero también de la cautela con que muchos toman estos renovados vínculos.
«He notado que se suele olvidar que este litigio terrible empezó porque nuestros vecinos no soportaron que decidiéramos qué hacer en nuestra propia casa. Estaban acostumbrados a que aquí se hiciera lo que ellos querían. Y haciendo bien patente su disconformidad, no sólo nos negaron el habla sino que nos hicieron la guerra», expresó Rodríguez en una entrada en su popular blog Segunda Cita que circuló el lunes.