
Tomar una posición ante lo que vivimos esta semana, especialmente en la capital del país, es lo que hizo todo el mundo; cada quien decidió respaldar un “bando”. Pero el interrogante que deseo hacer relucir hoy va más allá, y es analizar qué nos dejaron esos actos violentos que en los últimos días evidenciamos en Colombia.
Columna por *María Angélica Borja Pérez
*Comunicadora social y especialista en marketing digital
*Redes sociales: @mayiborja91
Esta más que claro que la confianza de la ciudadanía en la autoridad está fracturada y que ahora, más que nunca, se ve un abismo entre el civil y el uniformado. Tanto el abuso de poder que llevó a la muerte del abogado Javier Ordoñez, como las protestas que ocasionaron que 49 comandos de acción inmediata fueran afectados o incinerados, son solo los frutos de un árbol que tiene una raíz muy profunda.
En torno a esto, pudimos observar que la formación que reciben los miembros de la Policía es improvisada, porque rara vez les inculcan la importancia del cumplimiento de su deber en la sociedad. Ellos desconocen su rol en la construcción del tejido social y cómo deben ser sus actos acordes a esto. En muchos casos, olvidan que es su deber mediar en un conflicto por las vías del diálogo, porque su principal objetivo es servir al pueblo.
Al no asimilar las funciones antes mencionadas debido a una formación insuficiente y poco interiorizada, ocasiona esto que muchos de ellos deriven en actos de corrupción y abuso de autoridad, pero la raíz no es esta; esto apenas es el tronco de una realidad que se revela más abajo, ahí debajo de la tierra donde nadie puede verla.
Los actos que no se esperan de la policía son los ingredientes de unas condiciones estructurales dadas por el poder político, que ha decidido permitirlas bajo la justificación de que solo así se mantiene un “control” sobre la población. Es cuestión de jerarquía y poder, el fuerte sobre el débil, castigar al pobre y rendir tributos al rico.
La intención de esta columna es que nuestros uniformados reflexionen más allá de lo que a sí mismos se han permitido, porque la verdad es que hay muchas posturas y argumentos firmes y extensos, pero de vista corta y con muy poca profundidad.
Entendamos que los hechos sociales tienen un inicio que no se alcanza a ver, pero que vale la pena ponerles la lupa, toda vez que estamos en una sociedad capaz de sentir una emoción que hay que convertir en conducta y transferirla a otros como una llama encendida que no se detiene.