
El reciente viaje del papa Francisco a Irak.
Por: Padre Rafael Castillo Torres
Nación donde los cristianos católicos, muy a pesar de sus raíces, somos una minoría perseguida y martirizada, él mismo ha querido llamarlo el Camino de Abraham. Frente al exterminio perverso de Isis, el papa ha llegado como mensajero de esperanza a consolar y a aliviar, haciendo de su presencia, una gran oportunidad para la paz y la unidad en uno de los países más diversos y con una mayor amalgama de todo el Medio Oriente.
No fueron pocos sus encuentros con las autoridades, líderes religiosos y comunidades cristianas católicas a los que concurrieron personas de todas las religiones y etnias. Junto al papa pudieron comprender que todas las vidas son importantes y cuentan mucho.
Llama particularmente la atención de este viaje, la actitud como lo asumió el santo padre: “Voy como peregrino penitente y de la paz para invitar al pueblo de Irak a seguir el camino de Abraham, en la esperanza, sin quitar nunca sus ojos de las estrellas. Quiero visitar una tierra y una cultura, antigua y extraordinaria, que es cuna de la civilización”.
Ya en su viaje de regreso a Roma y en la acostumbrada conversación con los periodistas en el avión, el papa Francisco, al referirse a una madre que en uno de sus encuentros pedía perdón por los asesinos de su hijo, recordó su visita a Colombia y las experiencias de perdón vividas en Villavicencio: “Hemos perdido la palabra perdón, sabemos insultar en gran medida, sabemos condenar en gran medida, yo en primer lugar. Pero perdonar… perdonar a nuestros enemigos, esto es puro evangelio”.
Lastimosamente, pasados casi cuatro años de la histórica visita del papa Francisco a Colombia y casi 35 años de aquella de san Juan Pablo II, los colombianos no logramos identificar bien aquello que permanece, que es estructural y que hace que la violencia se perpetúe entre nosotros.
“Dime cómo hablas del perdón, y te diré qué objetivo persigues”, es lo que uno piensa al ver las deliberaciones sobre el perdón una vez firmado el acuerdo. Solemos hablar del perdón no para perdonar, sino para reclamar a las víctimas el perdón o para exigir a los agresores que lo pidan; para precisar las condiciones en que sería posible concederlo, o para declararlo inútil mientras no haya arrepentimiento previo. No es difícil advertir bajo tanta palabra interesada una instrumentalización que vacía de contenido el concepto genuino del perdón cristiano sobre el cual tanto ha insistido Francisco en Irak y en Colombia.
El perdón cristiano no es un acto de justicia, no se puede reclamar ni exigir como deber social. Es un verbo ignorado por el código de derecho penal; nace de un amor incondicional y gratuito y porque, al sentirnos perdonados por Dios, nos toca perdonar también.
*Padre Rafael Castillo Torres, Director del PDP Canal del Dique.