El peligro de estas dolorosas tragedias seguirá mientras no saquen de circulación a tanta chatarra rodante. Los ilegales se pasan por las narices de las autoridades.
Bastaría con que las autoridades viales, la Fuerza Pública y los propios ciudadanos, asumieran, todos, una actitud responsable ante sucesos que pasan por sus narices, y, a sabiendas de lo que va a suceder, no hacen nada por evitar tragedias como la del microbús destartalado que causó la muerte a 32 niños y 17 resultaron heridos.
Lo grave de todo esto es que cuando las autoridades de tránsito, e incluso algunos uniformados, ven a una dama al frente del volante, o a un señor de edad, le ordenan parar el vehículo y son tan miserables que lo obligan a bajar para que abra el baúl por si acaso “lleva una bomba”, según dicen algunos de ellos con una burlita en el rosto. Son tan cínicos, que al final terminan pidiendo para una gaseosa.
Sin embargo, no ven el elefante. ¿Cómo es posible que ninguna autoridad competente hubiese visto una buseta con capacidad para 20 pasajeros, con el doble de pasajeros, sobre todo niños, metidos en unos hierros viejos como salchichas en la lata, sin que se le ocurriera hacerlo detener y obligarlo a cambiar de vehículo?
Un vehículo viejo. En mal estado. Chorreando gasolina por las principales calles de Barranquilla, Ciénaga y demás poblaciones. La gente le advierte a conductor y ayudante que el carro tiene un escape de combustible. Y los muy imbéciles lo que dicen es que “no le pare bola a eso” y siguen sonriente su marcha macabra. Para colmo de males, el automotor no tiene actualizado el Seguro Obligatorio de Transito (Soat), ni la revisión técnico-mecánica. Pero vaya usted de paseo en su carrito con su familia, si por suerte tiene los papeles en regla, le exigen que abra el obligatorio botiquín de viaje, y si falta una curita o una aspirina, lo detienen o le imponen un parte (que equivale a una sanción) “por no llevar completo el equipo obligatorio de viaje”.
Esto es deprimente. Vivimos en una sociedad inculta. Inhumana. Que no reflexiona. Que no se anticipa a evitar tragedias que son previsibles. Mientras que al ciudadano del montón lo acribillan con tantos impuestos que cada día el Estado le impone. Y duele decirlo. Ese mismo Estado Social de Derecho, como lo consagra la Constitución de 1991, es impotente para hacer cumplir la Ley a quienes de verdad la violan, a quienes de verdad no cumplen, por ejemplo, con los mínimos requisitos para conducir un vehículo para transportar 40 niños. El chofer no tiene licencia de conductor porque ha cometido tantas infracciones, que está suspendido por cinco años. El vehículo es viejo y en mal estado. No tiene Soat. Nada. Es ilegal. Como son ilegales, viejos, destartalados y verdaderos peligros andantes, centenares de buses y busetas que circulan por las calles de Barranquilla (¿y lo de la chatarrización, fue una mamadera de gallo?), y otras ciudades de la Costa Caribe. Tragedias como lo de Fundación, duele decirlo, seguirán repitiéndose, mientras no saquen de circulación tanta chatarra rodante.