En distintas entrevistas en vida el ídolo popular describió que su sepelio sería como una caravana “donde no cabría la gente, las viudas llorando y los vendedores de chicles”.
Escrito por Chachareros
Diomedes Díaz Maestre fue un hombre de chispazos, que respondía en las entrevistas con esa sabiduría profunda de los campesinos, siendo él, sin duda, un labriego ilustrado y urbanizado, pues había salido de la finca que cuidaba su padre Rafael (‘Carrizal’, en jurisdicción del corregimiento de La Junta, municipio de San Juan del Cesar (La Guajira), desde cuando ya era un jovencito escolar.
Desde niño prometió a su papá que, algún día, ganaría la plata suficiente para comprarle el predio que cuidaba y se desempeñaba como jornalero. Y así lo cumplió y lo disfrutó su padre Rafael, hasta cuando la muerte lo sorprendió.
Diomedes “era un hombre de corazón bueno, dígase lo que se diga. Ese tipo llegaba a La Junta o a cualquier pueblo, y, si alguien se le acercaba a pedirle una limosna, él sacaba $50 y hasta $100 mil y se los daba. Yo doy fe de eso. Era un ser humano generoso en extremo”, dice Ronaldo Marín, uno de sus seguidores, quien resistió empellones y bolillazos de la Policía pero subió a la tarima Francisco El Hombre y se despidió de su ídolo viéndole el rostro detrás del vidrio del ataúd de fina madera recubierta.
Por eso durante su sepelio este miércoles 25 de diciembre, coincidió gente de todos los estratos sociales. Y el desfile fue tan denso, dramático, multitudinario y lento, como el del inolvidable Kaled Morales. Los actos conmemorativos para despedir a Diomedes comenzaron a las 11 de la mañana con una eucaristía. Luego vinieron las intervenciones del ministro de Vivienda, Luis Felipe Henao; del gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo, y del alcalde de Valledupar, Fredys Socarrás.
De inmediato comenzó una despedida póstuma de sus colegas, con una serenata durante la cual la gente que atestaba la plaza Alfonso López cantaba y lloraba con enorme solemnidad.
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Decenas de acordeonistas, como Álvarito López, Iván Zuleta, Rolando Ochoa, acompañaron las voces de Poncho Zuleta, Jorge Oñate, Peter Manjarrez, Silvestre Dangond, y los propios hijos mayores de Diomedes, quienes les han seguido los pasos en el arte musical, Rafael Santos Díaz y Martín Elías. Rafael Santos interpretó ‘Mi muchacho’, el tema que le compuso y le grabó en uno de sus trabajos discográficos, cuando nació Rafael Santos. Fue uno de los éxitos inolvidables de Diomedes Díaz.
Y Martín Elías interpretó ‘Mi primera cana’. La cantó con todo el alma, con el corazón destrozado, tanto, que en las últimas estrofas no pudo contener el llanto y siguió cantando y llorando. Luego prosiguieron algunos actos protocolarios, hasta que, por fin, esa masa humana empezó el camino lento hacia el cementerio Jardines de Ecce Homo, que desde la plaza Alfonso López, está a unos 4 kilómetros. Caminarlos de a pie, bajo un sol canicular y una temperatura cercana a los 40 grados centígrados, es una verdadera penitencia.
De todas maneras eso era lo que, en el fondo de su alma, quería Diomedes: que un río humano lo acompañara hasta su última morada en Valledupar. Tras un sentido homenaje de sus hijos y amigos cantantes, el ‘Cacique de La Junta’ debió sentirse feliz de ese viaje hacia la eternidad.
Diomedes falleció el domingo en horas de la tarde de un paro cardiorrespiratorio, después de haber retornado de un viaje y tras haber hecho la presentación de su último trabajo discográfico ‘La vida del cantante’ hacia ocho días en Barranquilla. Esa fue su última presentación en público.
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