
EL COMENTARIO DE ELIAS por Jorge Guebely
Nada tan inhumano como estar poseído por una ideología, una brillante ignorancia. El ideologizado se convierte en robot de carne y hueso. Pierde capacidad de sentirse a sí mismo, la ideología lo anestesia; de pensar por sí mismo, la ideología lo suplanta. Se enceguece ante el mundo, ante las otras personas, ante las personas amadas, la ideología le cercena los sentidos.
Convertido en objeto según Marx, alienado, desnaturalizado, deviene herramienta ciega del poder. Lo transportan leyes ideologizadas, mandamientos envasados en moral. Sometido por cualquier construcción ideológica, se transforma en caballo de batallas ajenas, parlante de mandatarios abstractos. Igual la moral liberal o conservadora, católica o cristiana, de derecha o izquierda. Toda ideología semeja un cementerio incrustado en cuerpos biológicamente vivos, humanamente necrosados.
Nada tan absurdo como poseer una ideología ajena a las propias necesidades vitales. Tan absurdo como ver a un pobre con ideología conservadora defendiendo la tradición si la tradición ha sido nefasta para él, si siempre ha transitado en la miseria como víctima de la codicia elitista conservadora. Tan absurdo como ver un pobre con ideología liberal defendiendo la igualdad si él mismo es ejemplo de la desigualdad creada por la codicia de la elite liberal.
Quizás nunca los pobres han tenido ideología, nunca han sido poder político, y mucho menos, poder económico, por eso son pobres. Tal vez siempre han sido masas poderosas manipuladas por astutos ideólogos al servicio de algún poder. Se salvan por peregrinar más cerca de lo natural precisamente por carecer de codicia. Muchos no han sucumbido en la manía de acumular poder económico y político sin importarle la vida ajena, ni la vida de personas amadas, ni siquiera su propia vida.
Su peor desventaja: existir en la ruina material y espiritual, chantaje estomacal para obligarlos a adherir a las ideologías de sus verdugos. Allí deambulan de esperanza en esperanza detrás de una esperanza eternamente desvaneciente. La esperanza también los obnubila.
Con o sin ideología, urge superar este nefasto político tradicional acudiendo al recurso democrático de constatar si su acción política coincide con la promesa de campaña; si optó por la estrategia de decir lo que querían oír los pobres y hacer lo que querían los ricos. Si siguió construyendo infiernos en el antiguo paraíso de la tierra. Confirmar para confirmarle o negarle el voto en las siguientes elecciones. Para amainar los desmanes de la ideología que, según Simone Weil, “… es una forma de falsedad que convence a los hombres de que están pensando cuando sólo están obedeciendo.» Votar con lucidez.