Escrito por Chachareros
El primer e-mail señala que una joven universitaria abordó un taxi en la calle 90 con carrera 46 (Olaya Herrera) para dirigirse a su apartamento en uno de los tantos conjuntos de Villa Carolina, y a pocas cuadras empezó a sentir fuertes mareos “y, afortunadamente, tuvo fuerzas para reaccionar y empezar a golpear el vidrio trasero con el tacón del zapato y le gritaba al conductor que parara para bajarse. El tipo no tuvo más remedio que parar, atolondrado por la reacción inesperada de mi hija”.
El mensaje es de una madre que pide mantener su nombre en reserva por obvias razones de seguridad. En los mismos términos nos escribe un arquitecto, que abordó un taxi en Puerto Colombia y fue sometido al mismo proceso con escopolamina (la popular burundanga). Narra la víctima que “apenas me subí al carro noté que el conductor cerró herméticamente todos los vidrios y puso seguridad en las puertas. De repente empecé a sentir un olor que salía de debajo de la silla del chofer, como expulsado con un atomizador. Era un olor dulzón, a flores frescas y empecé a dormirme. Menos mal que el chofer delincuente encontró muy rápido un paraje en donde despojarme de todas mis pertenencias (dinero en efectivo, tarjetas de crédito y débito, celular) y dejarme tirado a un costado de la vía. Una pareja que pasó por allí en su carro particular me vio y por fortuna sospechó que estaba como sonámbulo, que no estaba muerto, y me llevaron a la primera clínica que encontraron acá en Barranquilla. Desperté al día siguiente”.
Los otros dos casos son idénticos. El uno le ocurrió a una enfermera de las clínicas del norte de la ciudad, y el otro a una profesora universitaria, que abordó un taxi en la carrera 53 entre calles 79 y 82. Estaba con unas amigas en uno de esos cafés de esa cuadra. Allí estaba el taxi “tipo zapatico, deslizándose lento por la cuadra, haciéndose el pendejo como cuando el tigre está a la caza de su presa. Me subí y le pedí que me trasladara al barrio Paraíso junto a la Olímpica de la 84. A poco de empezar a andar, sentí un olorcito extraño. Traté de bajar el vidrio, pero estaba bloqueado, fue entonces cuando me desesperé y de un empellón abrí la puerta y mi lancé a un antejardín”.
Por lo tanto, según las recomendaciones de los organismos de seguridad, “hay que ser muy precavidos, sobre todo en temporadas como Navidad, Año Nuevo y Carnaval, cuando los antisociales andan desesperados por conseguir dinero. Por lo general es gente viciosa, que busca plata para comprar su vicio”.
Uno de los toxicólogos consultados explicó que la escopolamina es un alcaloide extraído de la mandrágora, que produce efectos parecidos a la atropina: adormecimiento e inmovilización, y, en dosis muy fuertes, puede producir parálisis total y hasta la muerte.
Las principales recomendaciones de las autoridades policiales son: prefiera llamar a una estación de taxi conocida, no importa que demore un poco más para llegar a la cita o a casa. Exija al conductor que usted ejerza el absoluto control para bajar o subir los vidrios del puesto donde va sentado. Exija también que usted pueda quitarle el seguro a su puerta. Que tenga total dominio sobre esos dos aspectos.
Y, por último, cuando sienta un olor extraño y sospechoso, reaccione de inmediato bajando el vidrio y abriendo su puerta para obligar al taxista a detener la marcha del vehículo y bájese a toda prisa. Pida auxilio. Grite y explique a los transeúntes lo que le está sucediendo. Ya en pleno dominio de la situación, anote la placa del taxi y cualquier característica que lo pueda identificar plenamente ante cualquier autoridad. Para ello es recomendable también que, si porta celular, tenga grabados los teléfonos de la Policía, el CTI de la Fiscalía, el Gaula y algún otro organismo de seguridad.
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