Cuando deberías tener todo resuelto (casa, carro, esposo y beca), me pregunto ¿qué pasa con los que no tenemos la vida resuelta?
Por: Laura Chavarro Hon
En uno de estos epítomes de la vida, cuando el pico después del segundo piso te sacude, poniendo sobre tus hombros todo el peso de la adultez; esa etapa de la vida en la que deberías tener todo resuelto o al menos el combo completo (casa, carro, esposo y beca), me pregunto ¿qué pasa con los que no tenemos la vida resuelta?
Admiro profundamente a quienes lo han logrado temprano en la vida, a quienes han buscado en el extranjero estas oportunidades y las han encontrado, a quienes lo han perdido todo y lo han vuelto a alcanzar, y son felices.
Pero a los que no, pues sencillamente les digo que no pasa nada. Pasa que sólo hay que volver a soñar y trabajar duro para alcanzar esos sueños. A la entrada de mis 29 años descubro que la edad son solo números que se ponen encima de una torta o en forma de bombitas inflables, y que la verdadera evolución es un mero reflejo de lo que llevamos por dentro.
Entiendo. Entiendo que vivimos en una sociedad que se lucra de nuestras inseguridades y por eso ser autentico es todo un acto de rebeldía, en donde estar más pendiente del otro nos distrae de nuestras propias ‘m***’, en la que en pleno siglo XXI tiene más valor decir que eres casada, divorciada o hasta viuda que decir que eres soltera, en la que es más fácil amortiguar nuestros sueños esperando el sueldo fijo, en la que además hay que pretender estar en todo y no sentir nada.
A lo mejor todo esto es quizás por sentir la tranquilidad del buen proceder moral, por no caer en las garras y ante la mirada juzgadora de los llamados ‘espantajopos’, quizá es una anestesia que nos salve de las tantas dudas existenciales que pasan por nuestra cabeza, o a lo mejor sencillamente es que somos la generación del miedo.
Pero, ¿en que momento nos limitamos a ser lo que sociedad nos redujo a que fuéramos? ¿Qué pasó con nuestros sueños? ¿En qué momento nos dio tanto miedo mirar adentro?
Por ejemplo, cuando yo sea grande quiero ser escritora.
Quiero inspirar a través de mis escritos, quiero tocar vidas, quiero servir. Sí, lo digo con la plena convicción que para eso todavía me falta mucho por aprender y miedos por derrotar, que el camino apenas empieza, porque como buena lectora que soy, preciso de más aventuras en mi historia.
Hoy, con la libertad que tengo para escoger, escojo una vida en la que los años no dicten sentencias, en la que pueda seguir empuñando mi mano con más fuerza y escribiendo esta historia con grandeza y que cuando las arrugas decoren mi boca, un buen hombre esté ahí para divertirse con mi historia y de paso sellarlas con un beso.
Y tu, ¿qué quieres ser cuando seas grande?
