
Por. José Consuegra Bolívar

Los latinoamericanos gozamos la Copa América y, en particular, la elogiable campaña de las selecciones de fútbol de Colombia y Argentina, que llegaron a una final en la que se enfrentaron con total entrega y pundonor deportivos.
En contraste, vivimos con pena ajena las escenas protagonizadas por cientos de personas colándose al estadio y destrozando todo a su paso, dejando una ingrata impresión de los aficionados al fútbol. Cada colado dejaba sin puesto a quien, con tiempo, de manera previsiva y responsable, había adquirido su boleta, usurpando así su derecho a gozar del espectáculo.
Tras la apertura de las puertas del Hard Rock Stadium de Miami, oleadas de aficionados, sin boletas, corrieron para ingresar, empujando las vallas, esquivando al personal de seguridad; otros, incluso, se introdujeron por los ductos del aire acondicionado. Por este incidente, el partido fue retrasado y la Policía de Miami Dade arrestó a 27 personas; se estima que fueron 8000 los colados.
En redes sociales y medios de comunicación no se hicieron esperar las críticas por este comportamiento ciudadano calificado como la internacionalización de la “ley del más vivo”, “papaya puesta, papaya partida” o el famoso “marica el último”, que validan la trampa como medio para lograr un objetivo, conductas cada vez más entronizadas en la sociedad, expresivas de una problemática cultural derivada de la falta de civismo y valores elementales.
La otra cara de la moneda, expuesta por asistentes al partido, quienes vivieron en carne propia los desórdenes, son las fallas en la organización del certamen, específicamente a la Conmebol, y en la logística de los escenarios deportivos. Incluso, técnicos, futbolistas y espectadores habían lanzado críticas por el mal estado del césped, por inconvenientes en el acceso a los eventos, etc.
Explica el sicólogo experto en neurociencias, Pedro Puentes Rozo, que el estudio del comportamiento de las masas humanas es de los temas más complejos en psicología social y que, dadas las tragedias de hace más de tres décadas por la agresión desmedida de grupos en los estadios como los Hooligans, hoy se sabe claramente cómo prevenir y evitar la barbarie que genera una “turba enardecida”.
Es urgente adquirir conciencia acerca del necesario respeto por los derechos de los demás, por quienes hacen fila, por quienes esperan con paciencia, por quienes llegan a tiempo, en fin, una reflexión particular sobre nuestra convivencia en sociedad. La familia debe empoderarse aún más de inculcarles a los niños la importancia del respeto y los valores.