Carlos Vives y el homenaje que le hará el Festival de la Leyenda Vallenata, una decisión no exenta de polémica.
Por: Orlando Molina Estrada *
Nadie discute el talento, versatilidad y éxito logrado por Carlos Vives a lo largo de su trayectoria como actor, cantante, productor y empresario. Su carisma sigue siendo el mismo, su estilo directo y sencillo le ha valido el aplauso nacional y extranjero de quienes lo consideran un ícono de la música de Colombia ante el mundo.
Con los premios más notables de la industria latina, distinciones por su liderazgo y la gallardía con que sigue produciendo su música, es un personaje de talla intachable que merece todo el respeto debido al gran legado que ostenta como artista.
El miércoles pasado le fue notificada la decisión de ser homenajeado en la 51 versión del Festival de la Leyenda Vallenata, evento que se llevará a cabo a finales del mes de abril del 2018. Las voces a favor y en contra no se hicieron esperar, como era lógico, pues si algo es de cuestionar es que dicha elección esté mediatizada por intereses que ni siquiera hacen parte de las políticas rectoras de la propia organización que tomó la decisión y deja por fuera la posibilidad de homenajear a otras figuras que en su defecto sí representan el vallenato auténtico y a pecho y espada institucionalizaron formas y estilos que aún siguen vigentes en el ideario autóctono de la geografía macondiana. Alfredo Gutiérrez y Jorge Oñate son verbigracia de ello que suman 60 y 50 años de trayectoria musical.
Carlos Vives, el ascenso de un ídolo
El éxito actual de Vives no salió de la nada, su periplo, que no es propiamente el de cantante inicio en la actuación, senda en la que despuntaría como un joven promesa de la televisión. Con notables actuaciones en producciones de eco relativo en la audiencia del momento, de sus papeles el más anecdótico es quizás el de “Gallito” Ramírez, telenovela del mismo nombre, donde compartió dupla protagónica con Margarita Rosa de Francisco, ex-reina nacional de belleza que más tarde terminaría siendo su esposa, y contribuiría, luego del fin del romance en 1988 a consolidar más su talante de figura pública. Con otras apariciones en la televisión nacional y luego internacional en las que no faltaron halagos para el joven actor, en el año 1992 es llamado a protagonizar la telenovela Escalona, evento que marcaría su vida como cantante y que le dio la oportunidad de recorrer medio mundo en la gira promocional de la banda sonora de la novela. Pero lo más característico no fue la actuación, por excepcional que fuera, sino el nuevo proyecto musical que el samario estaba tejiendo a nombre de la responsabilidad de dar a conocer el vallenato juglaresco de Escalona y otras figuras notables del folclore de Francisco El hombre. Fue así que se grabaron Escalona, un canto a la vida (1991), Escalona “Volumen 2” (1992) y Clásicos de la provincia (1993). Pero no había sido la primera experiencia de Vives con la música, entre los años 1986-1989 había grabado tres álbumes en lo que se conoce como su etapa de pop y baladas, con una resonancia apenas tímida en el público de aquel entonces, por no decir desconocida. Esta faceta siempre estuvo latente y ligada a su periplo actoral, pues en el año 1983 participa en la serie Pequeños gigantes, donde desfloró como artista íntegro y sobresalió dentro de muchas facetas, en las que cantar no fue la excepción. Tiempo después aparece en LP o Loca pasión serie en la que encarna a un joven entusiasta que quiere ser músico, pero las circunstancias no se lo permiten.
En este orden de ideas, no es de extrañar que luego del éxito obtenido por la telenovela Escalona, Carlos Vives haya decido recuperar su senda, influenciada eso sí por la experiencia vallenata que fundió al estilo que años atrás venía cultivando. Contrario a lo que siempre se ha creído, el vallenato fue una influencia determinante para que Vives marcara una senda relevante en la música del caribe colombiano y toda la nación. El estilo genuino de “La tierra del olvido” solo es explicable a la fusión de la balada pop con el vallenato. Y fácilmente se puede atribuir que su faceta de balada o pop se enriqueció con la instrumentalización y lira vallenata.
Luego de Los clásicos de la provincia, vino una carrera de éxitos que no fueron propiamente vallenato en el sentido genuino, pero que gozaron de la aceptación del público en general. A La tierra del olvido, siguió una racha de sencillos que iban agrandando, con justas proporciones la fama y talante del cantante samario. El año 2004 fue determinante, con El rock de mi pueblo, muy a pesar del título la carta de presentación mundial fue a nombre de vallenato, género que evoca la tuna, el cardón, la iguaraya; pero coherentemente las guitarras eléctricas de tono rockero sonaron más que el acordeón.
La polémica
En realidad, nada dice en contra de Vives si lo que canta es o no es vallenato cuando se sabe que está por encima su carisma arrollador para representar el país como un buen embajador de la cultura, tampoco viene a consideración que haya hecho esto o aquello a favor o en contra del género. El tiempo que es buen mensajero de la posteridad le ha concedido la razón al estilo original que despuntó en la segunda mitad de la década de los 90, cuando los shorts rasgados por encima de las rodillas, una mata de marihuana en la carátula del disco, el cabello agreñado y la percusión sistematizada no eran propiamente bien vistos por los purista de aquella época. Pasó mucho tiempo para que se entendiera que Vives nunca había intentado cambiar al vallenato, realmente buscaba una independencia para así poder descollar en el universo musical que logró consolidar. El vallenato influenció a Vives, no al revés. Por eso Escalona, Diomedes, El viejo Mile y Los Zuleta siempre lo respetaron.
Pero no es de los aciertos o reveses de Vives que conviene polemizar, sino de la decisión del jurado integrador de la Fundación de la Leyenda Vallenata por concertar de manera unánime que sería el cantante samario el próximo y último homenajeado de dicho certamen. Es muy cierto que la fundación es autónoma, pero carece de los argumentos para justificar la figura de un artista como Vives para el agasajo. “Su accionar artístico ha dado la vuelta al mundo llevando los cantos vallenatos y resaltando los valores culturales, el folclor, las raíces indígenas, mitos y leyendas que le han dado la mayor identidad a las expresiones provincianas”, ha dicho Efraín Quintero Molina, vicepresidente de la fundación.
La expresión tiene relativa certeza, sobretodo si la aplicamos hace 20 años y si entendemos que lo que hasta cierto punto ha dado la vuelta al mundo –que si bien es cierto es orgullo colombiano- no es propiamente vallenato, ni mucho menos folclórico, ni raizal y mitológico respecto a la región de Padilla, lo que desmiente la apología sospechosa de Quintero. Ha habido una fusión de rock, baladas, tecno, tropical y recientemente reggaetón que son atributos genuinos del universo de Vives; y en todos ellos aparece el acordeón como ingrediente esencial, pero no determinante.
Es engorroso repetirlo, pero no todo lo que se hace con acordeón es vallenato, por mucho que respetemos las fusiones y versatilidad de los artistas sin restar el mérito que merecen, Vives no encarna ningún estereotipo que enriquezca la cultura vallenata en los términos de representabilidad que impone un Festival, que no tiene otro propósito que es el de exaltar lo genuino e imanente al género. Pero la decisión, y el prestigio de Vives como artista parece que va a prevalecer más, como si hubiesen intereses ulteriores en dicha elección.
* Licenciado en Humanidades y Lengua Castellana y candidato a Magister de la Maestría en Literatura hispanoamericana y del Caribe de la Universidad del Atlántico.