
El delantero colombiano anotó su gol número 148 en Europa.
Por: Javier Castell

Carlos Bacca, goleador de raza
Se escribe fácil, pero vaya tarea tan compleja. Después de Falcao García, es el delantero colombiano con más goles convertidos en el «viejo continente».
Entró por Bélgica, una Liga intermedia, en donde «aprendió » a entrenarse para el fútbol de élite. Y, por supuesto, dejó pruebas fehacientes de su capacidad goleadora. Luego, ascendió a las grandes ligas: España e Italia. El aristocrático Milán, el populoso Sevilla y el Villarreal han disfrutado y aprovechado su empecinada relación con el gol.
Es Carlos Bacca. Un goleador silvestre. Al que la naturaleza no le dotó del remate de Valenciano, ni del cabeceo de Falcao y mucho menos de la inteligencia colectiva de Teófilo Gutiérrez, pero sí del instinto, la voluntad y la actitud de aprender en el camino.
Bacca se fue construyendo permanentemente durante su periplo profesional. Y, mientras sostenía esa necesaria tarea de aprendizaje, anotaba goles. Y, eso, más que nada, lo mantuvo- y mantiene- en el primer mundo del fútbol.
Bacca no es el goleador más ortodoxo que ha parido el fútbol, no es un artillero de fino pincel pero es un audaz y efectivo oportunista que siempre está al acecho. No es un goleador que tiene una gran virtud técnica o física que sirve para definirlo en una sola palabra (potente, o rematador, o cabeceador, o hábil…), pero a todas ellas, en las dosis necesarias, las utilizó inteligentemente (cuál, cuándo, dónde) a favor del gol.
Geográficamente se ha sentido más cómodo del centro a la izquierda del frente de ataque. También, con sus rápidos y peligrosos desmarques en diagonal a espaldas de los defensores. No hay retórica en su juego, y sí pragmatismo. Y muchos goles convertidos, no a cualquiera, sino a los mejores defensas y arqueros del mundo. Un sencillo reconocimiento a Carlos Bacca, digno representante del linaje goleador atlanticense. Y un gran ejemplo de perseverancia y superación.