Opinión

Argo, un brillante argumento de guerra

Acababa de ver la película. Salí de la Cinemateca del Caribe, sede Boston, la más selecta sala de cine independiente en Barranquilla. Me veo con la boca abierta, la cubro con la mano. Meneo la cabeza. Mi novia, que va a mi lado, entiende qué me pasa.

A ella también le ocurre: no podemos creer que tantas personas estén ahora mismo siendo caldo de cultivo de un odio selectivo, para justificar que un pueblo acepte y apoye un eventual ataque militar invasivo contra otro pueblo.

En medio de esta conversación deambulamos por la ciudad. Recordamos que la película inicia con un ínfimo resumen del largo conflicto interno que ha vivido Irán en los últimos 70 años, luego se hace una reseña de la participación de Estados Unidos atizando ese fuego intestino que vive el antiguo pueblo persa, para desembocar en la toma de la Embajada americana en Teherán.  Este hecho histórico, enmarcado en el terror, ocurrió en 1979. Y aunque el gobierno americano no lo olvida, es desconocido, sin relevancia, para una inmensa masa de jóvenes de Occidente para los que ese país árabe no importa en sus vidas; es cuatro letras en un mapa.

Imagino a la gente de ese país, al que tampoco conozco más allá de su esplendor en la historia y el valor de algunos de sus poetas y artistas, incluidos directores de cine, caminando como yo por las calles, pero muchos de ellos sin tener la remota idea de que Estados Unidos ha hecho una película para justificar porqué es necesario odiarlos.

Estando en Barranquilla, a miles de kilómetros de Irán, todavía no nos habíamos enterado que Argo es la flamante ganadora del Oscar como la mejor del año. La ceremonia de entrega de la estatuilla dorada a su director, Ben Affleck, incluye un mensaje por videoconferencia de la Primera dama de la Nación, Michelle Obama.

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Mientras caminamos jugando a contar cuántos niños, mujeres, hombres o ancianos en el mundo han visto ya la película, buscamos entender cómo está construido el discurso de Argo. Analizamos la fotografía, por ejemplo, hecha con la ilusión del celuloide, la cinta del siglo pasado. El género también lo intentamos revisar. Parece ser el drama, pero las imágenes de archivo, el uso de nombres reales y el manejo dinámico de la cámara, con primeros planos cruzados, son más propios del género documental.

De eso es posible deducir que la intención de estos recursos técnicos es aclarar que la historia sucedió en el pasado, pero que vale la pena rememorar para que el mundo sepa quién es Irán desde la mirada estadounidense.

A Argo la vimos luego de ir al FICCI, el Festival de cine de Cartagena, y justo antes de empezar el FICBAQ, Festival de cine de Barranquilla. Agradecemos que haya en estos festivales una oferta de historias diversas, desde aquella en la que un hombre extravió una langosta azul en alguna villa macondiana, hasta las familias enfrentadas a las parodias de la muerte cotidiana en Edificio Royal.

Sigue en la retina ese permanente discurso de guerra al que somete la industria cultural. No es el mejor cine que el mundo artístico puede dar, pero es difícil escapar a esa magia enlatada, a la fábrica de ilusiones dramáticas que se vende en afiches y pegatinas.

Entro con mi novia a un restaurante, nos sentamos en una mesa. Pronto olvidamos el tema de Argo, seguimos hablando de otras cosas. Decidí, sin embargo, guardarlo en la retina, para escribir este análisis de la guerra como si fuera una simple crónica de amor.

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Practicante del periodismo desde niño, comunicador de profesión, artista por vocación. Email: jorgemariosarfi@gmail.com Móvil: 3185062634
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