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Agoniza la democracia liberal

Por Jorge Guebely

Agoniza como agonizaba la democracia romana. Allá sus instituciones colapsaron, el senado hedía, el poder solo protegía a la aristocracia cuya avaricia colindaba con el infinito. Las riquezas fluctuaban en pocos privilegiados fomentando la desigualdad. La élite, en su mezquindad, creaba artificios malvados para preservar sus privilegios.

Acá solo los superamos en farsa. Ellos practicaban públicamente el esclavismo; acá, nuestros esclavos portan títulos de ciudadanos libres en la miseria. Ellos ejercían oficialmente la exclusión de la mujer, acá actuamos en un camuflado machismo. Fueron tan racistas como acá, pero sus negros eran esclavos, los nuestros solamente carecen de estatus.

Los aristócratas menospreciaban a los plebeyos como nuestros ricos desprecian a los pobres. Igual que en la democracia liberal donde las fortunas construyen clases sociales; para los romanos, el patrimonio los dividía en clases sociales. Basta leer el Satiricón, para descubrir la podredumbre de aquel ser humano.

Agonizó y murió la democracia romana, la estrangularon sus déspotas: los Augustos y Emperadores. Personajes corrompidos, humanamente destartalados, verdaderas máquinas asesinas. Basta recordar a Nerón.

Igual destino para la democracia ateniense. Vencida por la dictadura espartana, Atenas cayó bajo el poder de los treinta tiranos, magistrados pro-espartanos, genuflexos a la aristocracia ateniense. Bárbaras sus decisiones: miles de asesinatos en un periodo muy corto, cientos de personajes al ostracismo, franca hostilidad contra pensadores de la época, incluyendo al célebre Sócrates, condenado varios años después a la cicuta.

Cuando se despiertan las extremas, espíritus criminales, consciencias retorcidas, hay claras señales de una agonía en curso, de una muerte en desarrollo. Ninguna duda hay, la democracia liberal se haya en estertor agónico. Inservibles sus instituciones nacionales e internacionales. Inepta la Fiscalía colombiana, tan politizada, tan contaminada de narcotráfico. Inepta la ONU, incapaz de parar el genocidio palestino.

Por todas partes del planeta se oyen rugidos de extremas: Netanyahu en Israel, Putin en Rusia, Xi Jinping en China, Donald Trump en Estados Unidos, Nicolás Maduro en Venezuela, Javier Milei en Argentina…crece el estallido. Si algo democráticamente no sucede, asistiremos al deceso de una Democracia contaminada por sus arribistas disfrazados de demócratas, sus delincuentes con rostros de demócratas, sus autócratas con lenguajes democráticos.

Agoniza con los mismos estertores de la democracia ateniense y romana. Muere asesinada por sus voraces arribistas, sus camuflados autócratas, sus encubiertos delincuentes.

“La mayoría de las quiebras democráticas no las provocan soldados ni generales, sino los propios gobiernos electos”, afirmaban Steve Levitsky y Daniel Ziblatt, profesores de Harvard, en su magnífico libro: “Cómo mueren las democracias”. Mueren en la ley de sus podredumbres internas.

jguebelyo@gmail.com

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