Gabriel Camargo, presidente y dueño del Deportes Tolima, está en el ojo del huracán ante el procedimiento en contra del técnico Gregorio Pérez.
Por: Javier Castell
“No hay ningún presidente que me diga lo que tengo que hacer. En mi época de jugador, el presidente del Ajax me quiso desprestigiar diciendo que era demasiado viejo para jugar. Tenía 38 años. Fiché por el máximo rival, el Feyenoord, y gané la Liga y la Copa y fui el máximo goleador de mi equipo”.
Estas son palabras pronunciadas en su momento por el gran jugador holandés Johan Cruyff. Por razones obvias, el hasta hace unos días técnico del Tolima, Gregorio Pérez, no podrá rebatir, como lo hizo Cruyff, al presidente del equipo vinotinto, Camargo. No lo podía hacer jugando como un crack, anotando goles y dejando claro que su edad no era todavía obstáculo para que toda su maravillosa calidad no se quedara en otro lugar sino dentro de una cancha, como sí lo hizo el emblemático capitán de la naranja mecánica.
El entrenador uruguayo recién llegado al fútbol colombiano utilizó el único recurso no negociable según sus propias palabras, la dignidad, y renunció. Consideró que las intromisiones y exigencias del ex senador Camargo en temas exclusivamente deportivos como la conformación de la alineación eran impropias.
Lo único que no puede permitir un técnico es dejarse imponer del presidente, o de cualquier otro, la inclusión de un jugador en el equipo si él no lo ha considerado apto para tal designación. Su sabiduría, su observación diaria, combinadas con la permanente asesoría de sus técnicos adjuntos, son los oráculos a los que debe recurrir el entrenador para tomar la mejor decisión. No es un acto de soberbia, solo la manera de asegurarse de que su liderazgo frente a sus dirigidos no empiece a ponerse en duda. Es la mejor forma de tener autonomía, una confiable compañera para generar credibilidad y respeto. Es, de últimas, la razón por la que lo contrataron: no es el presidente el que sabe de fútbol, el que tiene que diseñar los entrenamientos y hacer las alineaciones, sino él y sus conocimientos.
No obstante, el técnico no debe soslayar la capacidad de escuchar si interpreta que el diálogo con el presidente o algún directivo es bien intencionado y no pretenden interpelar atrevidamente sus funciones. Saber escuchar es una de las virtudes más preciadas de un líder, y un técnico lo es, pero también es su obligación saber marcar los límites entre una oportuna opinión y una intrusión inaceptable. Es una lástima que el fútbol colombiano se vea privado de la gestión de un profesional tan competente y de tanta experiencia como el profesor Gregorio Pérez por la descortés y abusiva actitud de mandamás del dueño del Tolima. ‘El que manda, manda, aunque mande mal’, parece su frase de cabecera. La inteligencia hecha añicos.
Artículo de excelente calidad. que linda y pulida narrativa.