Como las casas discográficas ya son un cadáver insepulto, Youtube proyecta los éxitos nuevos y los grupos se defienden en vivo.
Por Rafael Sarmiento Coley
Los quebrantos de salud que sufrió Jorge Oñate tan pronto bajo de tarima luego de un tremendo concierto que mantuvo al público “prendido” durante más de una hora. Fue tan extraordinaria la conexión de Oñate con el público, y tan intensa la entrega del artista a su actuación, que los jóvenes integrantes de las otras agrupaciones que esperaban turno para actuar lo esperaron en fila india – como lo hacen en el beisbol de Grandes Ligas- para felicitarlo, abrazarlo, verdaderamente contagiados con toda la calidad artística que sacó a flote Oñate.
Por supuesto, fue una emoción de alto voltaje que el organismo del artista no resistió del todo y sufrió una serie descompensación, que se tradujo en fuertes dolores de cabeza y en el pecho, sudoración fría y leve temblor en las extremidades.
Por fortuna para la esposa Nancy Zuleta de Oñate y los hijos de la pareja, lo mismo que para la música vallenata, apenas fue el susto. Más que susto, una advertencia.
Abusan de su resistencia
Hay una modalidad nueva en el vallenato. La impuso Carlos Vives. Y vino a ser la respuesta y salvación del mundo cambiante, inevitable y para siempre, del negocio de la música.
La irrupción de Internet, las redes sociales y Youtube – y para complemento la piratería rampante que venía de tiempo- convirtió en cadáveres insepultos el mundo intocable y todopoderoso de las casas discográficas.
Antes, en la época de oro de las disqueras, un Diomedes se daba el lujo de cobrar hasta dos mil millones de pesos por grabar un disco. Y por cercano estaban Oñate y los Zuleta. Hoy es todo lo contrario. Los grupos tienen que pagarles a las disqueras que sobreviven, para que les graven.
Vives apareció con la modalidad de ofrecer presentaciones concierto de hora y media, máximo dos horas. Quienes quisieron contratarlo para animar casetas en donde tenía que tocar tres y cuatro tantas hasta las cinco de la mañana se fueron de narices cuando él los mandó a freír espárragos.
Todos entraron por la onda
Carlos Vives impuso su voluntad. A la altura de Shakira. Y los empresarios y públicos lo aceptaron. Entonces los otros artistas del patio copiaron el esquema. Pero, como en todo, lo copiaron mal. O lo pervirtieron por la avaricia.
El periodista y escritor Rafael Oñate Rivera sostiene que “estos bárbaros, por ejemplo, en el reciente Festival Vallenato, hicieron hasta tres conciertos por noche. Además, en el día tocaban hasta dos o tres parrandas privadas. Todo eso pago.
“El día del concierto de homenaje a Diomedes Díaz, Poncho Zuleta y Jorge Oñate se dieron tanto al pueblo, que yo pensé que a esos locos les iba a dar algo en la tarima. Estaban verdaderamente emocionados. Y el público les pedía más y más. El pueblo es insaciable y Oñate y Zuleta recibían esa moción y energía del público como una adrenalina que los hacía inspirarse más”, cuenta el historiado Rafael Oñate Rivera, quien por cierto en estos días lanza su nueva obra de gran valía sobre “Gabitología y Lopología”.
El cambia que cambia
Como consecuencia de las nuevas tendencias, el movimiento en las filas de los distintos grupos no se ha hecho esperar. La música vallenata se ha convertido en algo así como en fútbol profesional.
Unos se vienen para acá y otros se van para allá. Como dice el veterano bajista y brillante compositor José Vásquez, “uno está aquí, quieto en un conjunto, y de repente le ofrecen un buen contrato y cambia de uniforme”.
El propio Oñate acababa de separarse de Fernando Rangel para conformar grupo excelente con Julián Rojas; Silvio Brito volvió a unirse con el acordeonista consagrado Orangel “El Pangue” Maestre, en lo que se considera el suceso musical más importante de este semestre.
Elkin Uribe se unió a Ponchito Monsalvo. Yimmy Zambrano, tras seperarse de Daniel Celedón, conformó grupo con Dubán Bayona. Y Jorgito Celedón acudió a Gustavo García, joven revelación de la escuela musical de Andrés “El Turco” Gil. La misma escuela de donde salió el eterno compañero de Peter Manjarrez, Sergio Luis Rodríguez. Cabe destacar que Celedón y Zambrano duraron 10 años trabajando juntos.
Silvestre Dangond, quien desde cuando se separó de su compañero por muchos años y su época de oro, no ha podido encontrar acomodo. Con Rolando Ochoa, el hijo de Calixto, no estabilizó emocionalmente. Ahora Rolado está la nueva sensación del vallenato El Monoto Zabaleta.
Y Silvestre buscó a su pariente Lucas Dangond, para ver si a través de la línea consanguínea, encuentra acomodo.