#Poesía
Por : Tito Mejía Sarmiento
No sé cómo llegaste
ni por qué tocaste a mi puerta
como si quisieras instalarte a la fuerza en mi vida,
y te lo permití por tu cara de inocencia.
Mi primera impresión fue no despertar el sonido del silencio
en tardes de presencias inútiles,
para no alarmar a mi familia
y a los pocos amigos que la vida me ha sabido brindar.
Desde entonces, tú caminas a mi lado y a veces con autoridad,
abrumada de deseos, me trasladas
con el frágil equilibrio de tu silueta
donde reinan otras sombras,
y ríes para ti mismo cuando aceleras el paso
tratando de esquivarme.
Tengo la ligera certeza, mi estimado Parkinson,
de que me oyes y, de alguna manera,
te has convertido, no en el causante de mis quebrantos motores,
sino en el cómplice y el máximo admirador de mi poesía,
mi docencia, mi radiodifusión, pilares fundamentales
que me harán llegar primero a la meta sin ningún contratiempo.
(Creo que la esperanza es la cercanía del milagro).
Las luces de mis setenta y dos años
no han dejado de estar merodeando
y ahora, con mayor frecuencia,
las páginas de muchos libros en Español e Inglés
de mis autores predilectos: Mario Vargas Llosa,
Gabriel García Márquez,
Julio Cortazar, Juan Rulfo, Pablo Neruda,
Jorge Luis Borges, Haruki Murakami,
Gioconda Belli Pereira, Elvira Sastre,
Piedad Bonnett, Raúl Gómez Jattin,
porque he asumido que la lectura es la mejor medicina
de la que dispongo para la salud de mi alma.
Por favor, inquilino Parkinson,
ni se te ocurra en este dilatado espacio que media
entre la esencia y la apariencia,
que la jaula se vuelva ave
con el péndulo de la locura.











