La descabellada realidad se originó en las sucesivas devaluaciones y reconversiones del bolívar, que han dejado totalmente desfasado un precio subsidiado del combustible en el país vecino. Pero el costo para los venezolanos es en realidad más caro y penoso que en cualquier parte del mundo.
Lexander Loaiza Figueroa @Lexloaiza
Valencia, Venezuela. 2:00 de la tarde. En la acomodada urbanización El Trigal, ubicada al norte de la capital del estado Carabobo (centro) una larga fila de carros de todo tipo -la mayoría de otras partes de esta ciudad de 2,5 millones de habitantes- espera bajo el inclemente sol caribeño poder surtir un poco de gasolina.
Para pagar el preciado combustible, los conductores llevan consigo algún billete de 10 bolívares, que representan algo así como unos 6 pesos colombianos (sí, 6 pesos) al cambio vigente este 29 de mayo. Este billete de valor casi inexistente puede en teoría pagar la gasolina para unos 30 vehículos de esa fila, que incluye incluso un bus de transporte público, a un promedio de 45 litros (11 galones) de gasolina por carro.
La caída libre de la economía venezolana, generada por la profunda merma en los ingresos petroleros desde 2014, una errada política de controles, subsidios y el continuo financiamiento del gasto público con la impresión de dinero inorgánico ha generado esta tremenda distorsión.
En Venezuela, desde febrero de 2015, el litro de gasolina de 91 octanos tenía un precio de Bs 1 ($0,0000025, al cambio paralelo) mientras que la de 95 octanos se vende a Bs 6 ($0,000015). Los precios son fijados por el gobierno, que a la vez es el proveedor a través de Petróleos de Venezuela -Pdvsa-. Ya de por sí un precio irrisorio, esta situación se acentuó más cuando a mediados del 2018, Nicolás Maduro resolvió quitarle cinco ceros al bolívar, que pasó de llamarse Bolívar Fuerte (después de la reconversión de Hugo Chávez en el 2007 cuando le quitó tres ceros) a Bolívar Soberano.
Sin ninguna política de precios para los combustibles que además el país ya no produce por el deterioro de su industria petrolera, el precio de Bs. 1 de la gasolina corriente (91 octanos) pasó a costar algo así como 0,00010 céntimos de bolívar, mientras que la premium de 95 octanos unos 0.00060 céntimos de bolívar. Un bolívar tiene 100 céntimos.
Al cambio de 6.000 bolívares por cada dólar norteamericano, con ese dólar se pueden comprar hoy en día más de 400 mil litros de gasolina, o lo que es lo mismo, casi 11 tractomulas repletas de carburante; si cada uno de esos vehículos admite la carga de 38 mil litros.
En Venezuela la industria petrolera ya no produce los químicos necesarios para convertir su riqueza en derivados como la gasolina o el gasoil, por lo que lo que se consume en esta nación se tiene que importar. Con el incremento de las sanciones de Estados Unidos a Pdvsa (la empresa estatal que monopoliza el mercado interno de combustibles) y un presupuesto en dólares cada vez más exiguo, estas importaciones han venido bajando a paso agigantados en los últimos meses. Y la situación, según los expertos, seguirá empeorando.
El precio más caro en la calle
No obstante, esta alucinante realidad de gasolina regalada en Venezuela es solo eso, una ilusión. En el duro día a día de los ciudadanos de este país, lo que se ha impuesto para conseguir el cada vez más escaso hidrocarburo es el trueque o el pago en dólares.
En los estados fronterizos como Zulia y Táchira (occidente), que han sido los más castigados por la falta de gasolina, los habitantes de las ciudades de Maracaibo y San Cristóbal, se ven obligados a pagar a vendedores informales hasta 50 dólares por sólo 20 litros. La escasez ha comenzado a presionar los ya menguados servicios de transporte público y de alimentos para una población además castigada por las dificultades para conseguir comida y medicinas.
De regreso a la céntrica ciudad de Valencia, ubicada a dos horas al oeste de Caracas, nos encontramos con una manifestación diferente a la que vemos en el interior del país. Aquí lo que se impone es el trueque, por lo que los dueños de los carros, además de billetes sin valor, llevan consigo alimentos básicos como paquetes de un kilo de harina precocida de maíz o de arroz blanco. Cada uno de estos productos tienen en Venezuela un precio oficial de 12.000 bolívares (2 dólares), pero la dificultad para conseguirlos hace que muchas veces su valor transaccional hasta se triplique.
La práctica ha permeado también para la adquisición de otro combustible: El gas doméstico. Más al norte, en la también acomodada urbanización La Granja, los residentes de un edificio debieron hacer una colecta de alimentos (pasta, arroz, harina precocida, aceite comestible, huevos y leche); para que los tripulantes de un camión de gas doméstico -que también comercializa Pdvsa- llenaran las cisternas de la urbanización y la gente pudiera cocinar. “La última vez tuvimos que hacer así, porque no logramos reunir suficientes dólares para matraquear (sobornar) al camionero para que nos trajera el gas”, dijo Juan González, vecino encargado de la administración del conjunto residencial.
El Estado parece observar inerme este nuevo desafío. Mientras las personas pueden durar hasta 36 horas en una fila por gasolina, dependiendo de la zona del país; ni Nicolás Maduro ni el presidente encargado Juan Guaidó parecen tener la solución a este problema que se agrega al rosario de dificultades que ya atraviesan los venezolanos.
Después de ser un país sin dificultades de este tipo, la otrora ‘Venezuela saudita’ disponía de los recursos suficientes para tener la gasolina más barata del mundo, y los venezolanos disfrutaban además de tarifas subsidiadas de energía eléctrica, agua, gas doméstico y telefonía fija. Hoy esos venezolanos que quedan dentro del empobrecido país están pagando la factura más cara, al tener que enfrentar una productividad prácticamente inexistente debido a la carencia casi total de todos estos bienes y servicios esenciales. Esto potencia los problemas previamente existentes como la falta de comida y medicinas y agrega otros: empresas, comercios, escuelas y universidades cerradas.