Por Jorge Guebely
Se quejan nuestras élites por el dólar en alza. Protestan los creadores de este país, los dueños de sus riquezas. Los insensibles que poca importancia otorgan a la miseria de muchos, corruptos que no les afecta la política cundida de delincuentes, guerreristas que no les inquieta el ejército nacional contaminado de asesinos, codiciosos cuya patria solamente palpita en el dividendo.
Se quejan sus voceros, se solidarizan falsamente con los pobres solo para defender privilegios. Critican los precios altos del trigo importado, del maíz importado, del arroz importado… Afirman que se elevará el costo de arepas y panes, alimentos tradicionales de los excluidos. Ficticia magnanimidad, moral inmoral, venenosa solidaridad.
Se quejan y gritan, pero callan la mezquina propiedad de la tierra colombiana, gran medio de producción nacional, tan concentrada, tan medievalizada. Tan subutilizada en manos de pocos terratenientes improductivos por sus ínfulas de aristócratas. Posesión de espíritu conservador, pre-moderno, malsano.
Tierras donde nunca llegó la revolución liberal, cultura de los minifundios tecnificados. Explotación planificada en manos de campesinos. Manos que podrían trabajar la tierra para evitar importaciones costosas y promover exportaciones con dólares en alza. Prefieren las guerras, resistirse al siglo xix, evolucionar con el xx, llegar al xxi. Atraso y hambre, eficaces e infames estrategias para dominar y consolidar privilegios materiales.
Se quejan sus políticos -liberales y conservadores-: tan viciosos con la burocracia estatal, con los recursos públicos, con la corrupción. Tan ineptos para construir país moderno. Pagamos muy caro sus vicios y nulidades.
Se duele el liberalismo sin liberalismo, liberalismo palúdico, tan cómodo en el conservadurismo. Tan mutilados para construir país próspero, tecnificado, tecnologizado, para evitar importaciones de máquinas, electrodomésticos, carros… Tan opacos para cumplir su labor histórica. Liberalismo dedicado al capital financiero, capital especulativo, de grandes beneficios para banqueros y enorme pobreza para colombianos.
Se quejan las élites después de crear una economía pobre durante 200 años de republicanismo. Economía basada en mono-productos: hoy, el petróleo; ayer, el café; antes, la quina. Economía de escasa industrialización, de pobre mercado, con alto nivel de desempleo formal, abundante en el rebusque y en pequeños negocios.
Mejor vivir del Estado, de los empréstitos internacionales, de la deuda externa que asciende a más del 50% del PIB (Duque la aumentó en $83 billones). Deuda que pagamos con impuestos a dólar costoso. Perniciosa mentalidad parasitaria: no crea riqueza, fase ineludible para desarrollar un país próspero.
Según Mariana Muzzacato, “Para repartir riqueza, primero toca crearla”. Ellos crean poca y, la poca que crean, la reparten entre ellos mismos. Inhumana y mezquina realidad económica.










