Bien decía Juan Gossain:»Lo que pasa en Colombia nunca fue realismo, sino realidad mágica».
Por: Melissa Ochoa
Fotografía por: Juan Diego Duque
Las puertas del recinto se abren y en el patio interno del Centro de Formación de la Cooperación Española aún se escucha el eco de la misa de cinco en la iglesia de al lado, los asistentes aprovechan el retraso para encontrar un asiento favorecido desde donde alcancen a ver a los ponentes, antes de que el sacerdote de turno diga amén y se dé inicio al conversatorio programado junto al maestro peruano Fernando de Szyszlo.
Aparecen en el escenario un señor de rostro nostálgico, saco y cabellos blancos, camisa rosa y pantalón café, acompañado de un hombre de guayabera blanca unos años más joven que él. Es el escritor español Juan Jesús Armas Marcelo, que hará las veces de entrevistador en esa amena charla; con ellos, la ausencia notable de otro invitado especial que en últimas no pudo llegar y que sin embargo no resta emoción a este inexorable encuentro a pesar de nombre: Mario Vargas Llosa.
Y es que escuchar hablar al maestro Szyszlo es un deleite incluso para aquel que lo hace por primera vez, con solo evocar algunas de sus primeras memorias queda claro porqué era una cita imperdible para los amantes del arte dentro de la programación.
No solo es el artista visual más reconocido e influyente que ha dado Perú, es un pintor y escultor que a sus 91 años de vida ostenta una genialidad inigualable que ha hecho que su nombre se mantenga vigente, su obra se encuentra incluida en colecciones como las del Museo de las Américas de Washintogn D.C., y el Museo de Guggenheim de Nueva York, entre muchos otros.
Casualmente en ese mismo epicentro donde tiene lugar la entrevista, se encuentra instalada la exposición Madre Tierra con las acuarelas a gran formato de Cesar Bertel, un derroche de luz y color que asombra a quienes se asoman a verlas antes o después de cada charla que se ha realizado durante el último fin de semana de enero, convocando a más de 3.500 personas tan solo en ese escenario del Festival.
Bertel es actualmente uno de los personajes más relevantes del arte en Colombia y en Latinoamérica, recientemente su nombre fue incluido en el diccionario internacional de los acuarelistas más importante del mundo, en una prestigiosa recopilación realizada por la International Watercolor Society (IWS), el máximo logro al que un pintor pueda aspirar, si de acuarelas se trata, y no planea parar de seguir cosechando éxitos aun cuando ya ha llevado en alto el nombre de Colombia a países como Dubái, China y el continente europeo en casi su totalidad, y de ahí hasta Nueva York, en Estados Unidos. Sin embargo, en este momento no hay un lugar más indicado para él en el mundo que no sea su ciudad natal, Cartagena de Indias, no podría haber un gusto mayor al que un maestro de la talla de Fernando de Szyszlo observara y se refiriera a su trabajo artístico para finalizar la noche.
Más que pintores, ambos protagonistas de esta historia son artistas, de los que venden lo que pintan, no que pintan lo que venden, como diría Picasso, y ambos comprenden que en la vida nada es de gratis, tal como lo comentaba Bertel momentos previos al ingresar al evento, enumerando las muchas razones además de la pintura, que existen para escuchar al maestro Szyszlo en cuyas palabras se siente bien comprendido e identificado, ambos tratan de dar un sentido al entorno en el que vivimos a través de sus pinturas, ambos tratan de darnos sus mensajes a quienes observamos.
En la tarima la charla con este ilustre artista gira en torno a su vida personal, profesional y hasta sus percepciones políticas, pero tal como en su libro autobiográfico La vida sin dueño, cada capítulo es un lección de amor, ese es un elemento constante en su obra y por tanto en las preguntas de JJ Armas sus respuestas manifiestan la naturaleza de su conciencia poética amante de la belleza y de la divinidad de la vida, solo que no se expresa con poemas, sino con sus cuadros; y no con imágenes obvias, sino con aquellas ideas que buscan dar sentido al origen de las formas, al origen en el arte, respetando la capacidad de pensar y de crear de quien las aprecie.
Fue el inmaduro esposo de una poetisa cuyo amor no perduró pero que fue la madre de sus dos hijos, de los cuales uno murió, actualmente vive con su segunda esposa Liliana, a quien cariñosamente apoda Lila, y reconoce que la ama con un amor tan profundo que es casi omnipresente, pues dice sentir su presencia aún en las habitaciones vacías cuando están en la distancia, es la cómplice que siempre soñó encontrar y sabe que podría contar con ella incluso para ir hasta el fin del mundo, su primer amor con Blanca Barrera no fue así, cuenta que fue una bella relación entre dos jóvenes intelectuales que querían disfrutar del mundo pero que carecían aún de la capacidad mental para una responsabilidad tan grande como el amor, argumentando además, que la voluntad de que un amor dure debe ser compartida, uno que sufre y uno que se aburre, eso no es amor, eso una tortura”.
Es tanta su fijación con el amor que cuando le preguntaron puntualmente por Donal Trump y el tema político, comparó esa incapacidad de saberse amado de su primer matrimonio con la incapacidad que tienen muchos países para vivir en paz, y criticó sin ningún doblez el caótico momento que vive la juventud y la sociedad actual. “Es una época donde se logra comprender la existencia del arte contemporáneo, que es una interpretación misma de este mundo donde Trump llega a ser presidente, sexo banal y amor banal, donde nadie es capaz de tener una relación profunda, es algo de lo que hemos hecho con nuestra civilización sin ser lo más grave de nuestra época”, sentencia el genial erudito.
Para él todo esto que está pasando es cuestión de moda, una moda que espera pase pronto y mientras tanto aconseja sensibilidad y mesura, que ¡seamos pacientes y volvamos al amor! exclama, arrancándole una ligera sonrisa a la audiencia, al tiempo que Bertel desde su puesto afirma con la cabeza el acierto de cada una de sus conjeturas.
Bertel también es un poeta y un pensador que busca dar lugar en sus obras a lo fundamental de la vida y a lo que nos mantiene aquí presentes, alertando así de manera constante a través de sus pintura sobre la desaparición de la selva amazónica de Colombia que ocurre cada día ante nuestros ojos, un hecho inmoral que parece no incomodar a nadie, aun cuando de ello dependa nuestra propia capacidad para respirar, no obstante, el artista sigue insistiendo con su protesta pacífica y silenciosa en despertar la acallada voz de las consciencias que dejan que esto pase, intentando evocar en sus espectadores los más bellos sentimientos frente aquello de lo que depende, el amor por la naturaleza, la Pachamama, que es la madre tierra de la que venimos y que debemos preservar para quienes nos precedan, si es que no es demasiado tarde.
Nuevamente otra complicidad artística se hace evidente, tanto Bertel como Szyszlo suelen nombrar a algunos de sus cuadros con palabras en lengua Quechua y lo hacen con una misma intención de dignificar lo propio, desde su formas, sus espacios y sus contextos cada uno es un ser de luz que busca afanosamente mantener intacta su esencia ante el caos de la desidia humana preservando también el corazón amorosamente imperturbable, ambos saben que los cuadros no son el botín, sino el despojo de la batalla y que la recompensa está un poco más allá que lo que puedan imaginar de la vida sin dueño de un pintor.
La gala termina y los asistentes se levantan rápidamente de sus sillas para hacer una interminable fila e intentar conseguir el autógrafo del artista, que sistemáticamente plasma su nombre en las contraportadas de los libros, y antes que pudiera terminar los encargados de su agenda social intentan llevárselo sin que pueda dar un respiro tras su maratónica tarea, así que Bertel aprovecha el engorroso momento y le extiende la invitación hacia su sala de exposición.
El maestro Szyszlo, que es ya un hombre mayor de pensamiento hábil y paso firme pero lento, se levanta cuidadosamente de su puesto y camina junto al también maestro de las acuarelas que hoy es más un aprendiz.
-Es usted el artista que expone esta noche?
-Si maestro-, responde Bertel.
-¡Claro que sí lo acompaño!-, responde Szyszlo entusiasmado.
Fue un breve momento en medio del bullicio de tanta gente, Bertel parece adoptar la conciencia de un alumno en una ciudad donde todos los llaman maestro, se le nota tranquilo de faz pero con la mirada encantada como la de un niño ante la sorpresa de navidad, mientras observa a uno de sus más grandes ídolos contemplar sus obras, aprovechando cada segundo de este magnífico momento que la vida y el arte le regalan, para una sola cosa, seguir aprendiendo.
“Siempre he tenido la idea fija de esa batalla en la que nunca se gana, una suma de derrotas que llaman la obra de un pintor, un espacio entre lo que uno soñó hacer, lo que hizo, y sus cuadros nunca terminados, sino abandonados porque no le puede agregar nada más”, decía el maestro Szyszlo durante su entrevista, ahora su mirada se pierde en ese sueño materializado de 12 metros de largo y 1.50 metros de ancho que es Pachamama, la acuarela más grande del mundo pintada por un solo artista en una sola tira de papel, otro hecho fantástico incluso para la incrédula prensa colombiana que suele recibir con recelo la aseveración de este gran logro del arte nacional cuando acuden a ella para hacerle algún reportaje, como si de Colombia no pudiera salir algo bueno, como si el arte no pudiera ser noticia en este país, aunque este sea su mejor carta de presentación.
Pero no están del todo mal los periodistas al pensar de esa manera, pues esa descomunal pintura es sin duda alguna el acto más irracional que Bertel haya realizado en su carrera artística y en su vida personal, tal como lo dice a sus asistentes en las visitas guiadas y que hoy nuevamente repite ante su prestigioso invitado.
La sala ya está sola y la galería está por cerrar, solo quedan ellos dos y unos cuantos privilegiados que tuvimos la fortuna de estar ahí, los asistentes del maestro Szyszlo le vuelven a recordar las exigencia de su agenda, mientras este absorto entre los colores de los cuadros les pide paciencia…paciencia… porque está apreciando la obra de su colega dirigiéndose a él con una mirada de respeto y admiración, y entonces, sin más abolengo y aspavientos ocurre ante los presentes uno de los momentos más memorables fuera de los enceguecedores reflectores y lejos bullicio ensordecedor de los cocteles de la farándula, las sencillas palabras del gran maestro a su discípulo…
“Sus acuarelas son un trabajo muy bonito e impecable”.
Fernando de Szyszlo.