
El actual mandatario no ha entendido aún qué fue lo del acuerdo de paz. Sigue en babia.
Por Rafael Sarmiento Coley

Es apenas natural que un Presidente de la República no tenga independencia para conceptuar acerca de un tema de tanta importancia para el país, si su mentor político le repite al oído que “ese acuerdo de paz fue un invento de Juan Manuel Santos para ganarse el Premio Nobel de Paz”.
Claro, por ser un fiel perrito guardián de su jefe político, a ciegas, nada contra la corriente y a cada instante metes las de las caminar.
Es insólito que en Colombia, después de casi un siglo de sangrientas guerras con diversos nombres, motivaciones e intereses, haya un colombiano –un solo colombiano- que denigre de un proceso de paz. Ante un personaje de esos tenebrosos pensamientos solo caben dos opciones: la guerra es el modus vivendi de su política; o es producto de uno de los tantos motivos de la matazón, el exterminio, las fosas comunas y el desplazamiento forzado como lo son el lucrativo y asqueroso narcotráfico y los ejércitos de mercenarios llamados ‘paramilitares’.
El expresidente Juan Manuel Santos, con la mayor mesura y decencia, le respondió al presidente Iván Duque sobre los calificativos que éste le dio al proceso de paz con las Farc. Santos sabe que él hizo lo que cualquier líder sensato tiene que hacer para tratar de evitar que sigan corriendo ríos de sangre, mientras que los amigos de la guerra, todo lo contrario, le echan leña y combustible al fuego para crear el caos y mantenerse en vigencia política con la estrategia del miedo y de la guerra. Ya ese es un truco harto conocido, desgastado y despreciado.

“El Acuerdo de Paz le cambió la vida a un país, una sociedad, a todos los colombianos”, expresó el exmandatario.
Indicó que Colombia ha vivido guerra tras guerra en el poder y con el fin de la guerra con las FARC, eso terminó en 2016.
Para Santos, el acuerdo con suscrito con la guerrilla “es un cambio estructural en la historia de Colombia”.
“El acuerdo de paz tuvo efectos importantes en la forma de ver la vida, que comenzaron a valorar más la vida y sentir compasión”, agregó.
Sostuvo que “eso lo vemos con lo que sucede en el país todos los días. Hay asesinatos, masacres u homicidios colectivos, eso es noticia, antes no”.
Luego, el expresidente colombiano también le dejó varias críticas a Duque por lo que dijo en la ONU, pues mencionó que son “frágiles”.
“Me da tristeza como colombiano escuchar eso de mi presidente y donde lo dijo. Naciones Unidas se creó para luchar por la paz”, anotó Santos.
La ONU, testigo de primer orden
Afirmó que la “ONU conoce esto porque estuvo ahí y le pedimos que estuvieran, conocen todo lo que se ha hecho y por eso exaltan tanto el proceso de paz”.
“Cuando el presidente va y dice lo que dijo, el efecto es que él pierde credibilidad, su gobierno, pero también el país”.
Para Santos, “lo está diciendo en el foro más inapropiado porque allá conocen los acuerdos mejor que nadie”.
Adicionalmente, Santos mencionó que en un principio pensó que las víctimas se iban a oponer, así como explicó que el Acuerdo no fue solo para acabar con las FARC, sino por los problemas del país.
“Este acuerdo de paz no fue simplemente para acabar con las FARC o desmovilizar la guerrilla, sino que hay muchos elementos que tienen que ver con el país”, agregó.
Manifestó que “el acuerdo fue para resolver problemas estructurales del país”.
“Desde nuestra independencia tenemos deuda con campesinos y el campo, tenemos la peor distribución en América Latina”, dijo.
Actúan con la pasión, no con la razón
Ese panorama expuesto por Santos sin herir susceptibilidades, es lo que en Europa ha despertado un enorme desprecio por las políticas de Álvaro Uribe Vélez y del actual presidente Iván Duque Márquez.
A Uribe Vélez, en cualquier punto del planeta donde asoma su carita de monaguillo jubilado, lo esperan con pancartas, afiches y altoparlantes que gritan “¡Fuera paraco!”; “Vete matarife”, y otras linduras más. Y lo mismo va para Duque, como ocurrió en la reciente feria del Libro en España, algo nunca antes visto con la visita de un mandatario colombiano, lo que produce pena ajena y una vergüenza inmensa porque el país haya caído tan bajo de tener una clase política que es una deshonra, cuando antes había un Alberto Lleras Camargo que recibían con calle de honor, los mismo que un Olaya Herrera o un López Michelsen.