
Cuando lo inevitable del coronavirus llegó a pasos agigantados, también llegó el estallido de la realidad que estábamos creando, por acción u omisión.
Por Emiro Montes

Emiro Montes
Los colombianos somos folclóricos, de pasiones y tristezas. Algunos se atreven a decir que no tenemos memoria, otros nos llaman ignorantes y fáciles de manipular. Duele, aunque tienen su razón.
Hay cosas que la gente del común no percibe, pero lo afecta en su diario vivir. Todos los días los noticieros, periódicos, emisoras, portales digitales informan al respecto, la realidad es que pocos saben del tema: hablamos del poder adquisitivo.
Una economía tan dependiente como la nuestra sobrevive gracias a tres grandes rentas: la renta petrolera y la renta minera… ¿No eran tres? ¡Ah sí! La otra son 200 mil hectáreas de razones que tiene los gringos para odiar y amar a Colombia.
Los trabajadores esperan sus días predilectos: 15 y 30. Sí, esos días hay platica. Pero casi nadie se ha detenido por un momento a mirar al pasado y se ha fijado que hace diez años el peso colombiano valía el doble de lo que hoy vale. La diferencia es abismal. Un salario mínimo en el año 2010 era de $535.600 pesos, que en dólar equivalían a USD$282; hoy tenemos un salario mínimo de $877.803, que equivalen a USD$243.8, siendo una verdadera paradoja, el peso ha perdido terreno frente a la moneda dominante.
Con el paso del tiempo los salarios han aumentado, pero nuestro poder adquisitivo ha disminuido. La respuesta es una y se debe a la devaluación de nuestra moneda. Aunque ganemos más, el dinero vale menos.
Los grandes economistas especulan un dólar por encima de los $4.000, a ese precio el impacto no lo recibiera el gobierno, lo recibiremos nosotros, los ciudadanos que día a día construimos país. Un dólar caro solo favorece a unos cuantos. El Coronavirus se está convirtiendo en la excusa perfecta para elevar la tasa de cambio, una manera de favorecer el precario precio del petróleo y demás commodities que han dejado marchitas tantas economías. Teniendo en cuenta la balanza comercial tan desequilibrada que tenemos, sin duda que los dirigentes estarán contentos.
Ya a estás alturas del partido y cuando lo inevitable llegó a pasos agigantados, tenemos que sacar coraje, resistir, porque de esta no nos salvamos, aquí es donde se hacen los sacrificios: cada pan, cada medicina, es ahora una moneda que vale más que el oro que nunca hemos tenido.