En este sábado de enero he pasado una mañana conversando con él sobre el origen de su vocación y su obsesión. En este instante no es el hombre de melena blanca y plateada de casi 86 años, sino aquel lejano niño de 9 años cuya abuela, Carolina, confiada en la precoz autosuficiencia del nieto, regalaba fósforos para que los encendiera y lanzara encendidos sobre el silencio de la ventana abierta.
Al recorrer las calles de la infancia, tropezó muchas veces con las cajas de madera donde se depositaba la dinamita del ejército alemán, en plena guerra. Y después de la guerra, sobre la arena italiana, en medio de los escombros del día, el niño encontraba estas cajas para jugar a encender otras luces. Así, viendo aquellos restos de la guerra, aprendió a hacer sus propias mechas y explotar el mercurio, jugando entre castillos de tierra, en el río seco del verano.
Las latas con la dinamita elevaban al cielo para su asombro de niño, peces y piedras. Con sus enormes ojos de escudriñador de secretos y su vitalidad de hombre que se resiste a envejecer, siempre desafiando sus propios hallazgos, me dice riéndose: “La abuela me dio los fósforos”, como sugiriendo: “Ella es la culpable que yo haga esculturas de fuego”. A esa abuela cómplice de sueños le hizo su primer retrato de 40 x 50 centímetros. Recuerda a un primo mayor que él, que a sus dieciséis años fabricaba barcos de madera. Pero no recuerda algún familiar que pintara o esculpiera. Muy pronto conocería a un profesor napolitano –Mario Ridol- que lo llevaría a su estudio, siendo él casi un niño, y él le ayudaba a limpiar los pinceles, y lo veía dibujar y pintar. Con él aprendió a dibujar el cuerpo humano. Pero luego, al visitar los museos y galerías de Roma, vio por primera vez las pinturas de Chirico y Bacon, y se decepcionó de su profesor. Nunca estudió en ninguna academia de arte.
Su experimento Instalación-fotografía-pintura genera nuevas exploraciones para el arte contemporáneo, que se ha enriquecido con el video. En la pintura “Staten Island Ferry”, Nueva York, 1980, fotografió la ciudad de Nueva York anteponiendo al lente de la cámara, un vidrio sobre el que iba dibujando mientras observaba el paisaje. La ciudad doblemente captada tiene la riqueza cromática de rojos, naranjas, verdes, azules, y en las nubes blancas y azules, otros azules incorporados con óleo, en un bello resultado de una obra artística de 60 x 45 centímetros. Ya ese experimento lo había realizado en 1976 en “Darsena”, Milán, en el que sobre los grises de los edificios, complementa el paisaje con azules, rojos, verdes y amarillos, en una obra al óleo de 90 x 60 centímetros. Y en 1979, en “Primavera artificial”, en Nueva York, donde logra convertir el blancor de la nieve, gracias al artificio del vidrio, en una fiesta de color en verdes, amarillos y rojos.
Paolo ha trabajado en sus instalaciones la mitología griega, los minotauros, ícaros, Ariadna perseguida por un minotauro en patines. “La patinadora que elegí usó una malla color piel ajustada al cuerpo, y el tráfico se perturbó creyendo que estaba desnuda. Pero más perturbada quedó la patinadora cuando vio al Minotauro en llamas. La Policía volvió a preguntarse: ¿Qué pasa aquí? Y Paolo, con la sonrisa de quien desafía su propio arte, volvió a decir: “Es fuego efímero para el arte”.
Su obra pictórica está enriquecida también con las texturas: utiliza telas que pega al lienzo, arenas que dan la sensación de vejez y lejanía. Sus instalaciones han sido la inquietante metáfora de los apocalipsis de las guerras y las bombas atómicas, pero en su encuentro con el Caribe surge otro paisaje: los cocodrilos, peces y pájaros, que hace con aluminio e incorpora a sus nuevas instalaciones, como la de la barca que se incendia con él, y cuyo video artístico ha realizado Cinzia, su mujer.
Epílogo
La abuela Carolina dejó la ventana abierta. El niño Paolo está asomado viendo el paisaje que está detrás de la ventana. La abuela le entrega una caja de fósforos que él enciende uno a uno y los lanza al vacío. Paolo, de 86 años, busca encender otros fuegos sobre la ventana de sus pinturas e instalaciones.