
En la Semana de las Comunicaciones en la Universidad del Norte, se rindió un emotivo homenaje a la profesora Pamela Flores Prieto, quien a lo largo de tres décadas se convirtió en una de las estandartes de la consolidación del Departamento de Comunicación Social y Periodismo. Además de docente e investigadora de alto nivel, Pamela Flores participó en la creación de las primeras Maestrías y del Doctorado en Comunicación que oferta la Uninorte. Su huella es presente en varias generaciones de líderes de la comunicación del Caribe colombiano.
En el acto de homenaje, se le entregó una escultura simbólica por parte de la Decanatura de Humanidades y Ciencias Sociales, se proyectó un video con mensajes de agradecimiento de varias de las personas a las profesora Pamela influenció a lo largo de sus estudios. Y una de las egresadas, que hoy en día es profesora e investigadora de la Uninorte, Alana Farrah Roa, dio un discurso que aquí compartimos como un documento de interés para la comunidad.
Palabras por Alana Farrah Roa

Borges decía que uno solo puede enseñar el amor por algo. Él, por ejemplo, afirmaba, no enseñaba literatura inglesa, sino el amor a esa literatura, a ciertos libros, páginas o versos. Esta profesora, la más importante de mi vida, mi mentora y mi amiga, me enseñó el amor por la comunicación, pero también por el aprendizaje.
En El conformista, la película de Bernardo Bertolucci que estudiamos con ella en una de sus clases de Análisis Cinematográfico, Marcello Clerici, el protagonista, busca a un antiguo profesor universitario suyo, Luca Quadri, exiliado antifascista, para asesinarlo. Pamela bromeaba diciendo que, por esta razón, ella no nos iba a contestar el teléfono cuando la llamáramos 20 o 30 años después para saludarla. Bueno, pero aquí estamos, casi tres décadas han pasado desde aquellos días de cine y tertulias literarias, de clases, investigaciones y eventos culturales, pensando en, y agradeciéndole por, todo lo que nos enseñó.
La Real Academia de la Lengua Española define la amistad como el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Y eso es lo que nos has dado tú a nosotros, Pamela. Has compartido con afecto la persona que eres, tu inteligencia y tu sensibilidad; nos has impactado a nivel profesional y personal.
Ya sea como jefe del Departamento de Comunicación Social, directora del Grupo de Investigación en Comunicación y Cultura PBX, docente e investigadora de pregrado, especialización, maestría y doctorado, profe de teoría de la comunicación, guiones, cine, literatura, cultura, o, simplemente dirían algunos, espléndidamente diría yo, como maestra, Pamela es una mujer brillante que ha sido un faro para ya varias generaciones.
De boca de Pamela escuché la palabra feminismo por primera vez. Fue a propósito de la película Camila, de María Luisa Bemberg, la cineasta argentina que supo enlazar la causa feminista con la militancia política, desafiando los roles tradicionales que la sociedad imponía sobre nosotras las mujeres. Y así como el ejemplo de Bemberg nos mostró otros modos y encuadres para ver la realidad y el cuerpo femenino, no solo en sus representaciones artísticas sino a través del camino que trazó para las cineastas que vendrían después, así mismo Pamela nos dejó conocer esos cuestionamientos; pero también fue ejemplo ella misma de la libertad, la pasión y la decisión que podemos tener para llevar nuestras vidas de la forma en que lo deseamos.
Todo esto ocurría en nuestras clases mucho antes del #metoo y de que el feminismo se pusiera de moda como un slogan del cual ahora se ha apropiado también la cultura pop. Hace poco mencioné la expresión #metoo, que data del reciente 2017, a una adolescente y no sabía a qué me refería. A esta chica le deseo que encuentre maestros que le enseñen que ciertas luchas no son solo un cartel y una camiseta. Y que hay que leer y ver con profundidad.
Eso de ver leer y ver con profundidad también pasaba en nuestras aulas con Pamela: en los últimos años se habla de educación audiovisual, de encontrar referentes mediáticos para enseñar conceptos a los más jóvenes y mantenerlos interesados y motivados, pero con ella siempre vimos películas que ilustraban muy bien ciertos conceptos, hicimos lecturas profundas de textos literarios y académicos, para ampliar nuestra visión y desarrollar nuestro criterio. Hasta las nociones de autonomía y de aprender para la vida, de las que tanto se habla en pedagogía, fueron algo de todos los días en sus asignaturas.

Aún recuerdo perfectamente el día que nos dictó las doce preguntas de un examen y dijo que volvía en 80 minutos, cuando acabáramos de responderlas, sin ser supervisados. Hoy en día, los alumnos dirán que si el profesor hace algo así es porque el examen estará muy difícil. Yo lo veía como que lo que tenía que responder no estaba anotado en ninguna parte: lo tenía que demostrar con mis reflexiones y análisis. Y a quien realmente le interesaba aprender y demostrar que sabía era a mí misma. A través, no solo de sus lecciones, sino de su actuar, nos enseñó disciplina, honestidad, ética, creatividad, y a interactuar en sociedad para alcanzar el bien máximo de “vivir juntos”.
Una agenda vieja, que todavía conservo y me ayudó más de una vez a impartir mis propias clases, tiene una anotación del 4 de febrero de 1997, de la asignatura Teoría de la Comunicación II que tomamos con Pamela: Entre comillas, “El comunicador social está llamado a hacer una lectura de la realidad social (interpretarla, decía entre paréntesis), no convertirse en encubridor”. Y así nos exhortó a construir nuestra propia teoría de la comunicación, a adquirir las herramientas para interpretar esa realidad.
Muchas más cosas aprendimos de ti, Pame. Que el ser humano es un animal simbólico, que nos distinguimos por nuestra capacidad de crear símbolos con multitud de significados. “Si yo entiendo los signos de una sociedad, puedo entender esa sociedad”, dice otra cita que anoté con tinta azul. Esa comprensión tuya de la cultura, y su estrecha relación con la academia, ha sido uno de tus grandes legados. La idea de que la cultura no es algo de lujo, sino que lo es todo: la cotidianidad, los temores, los deseos, la manera en que enfrentamos la muerte, en que nos comportamos en el espacio público, lo que nos hace sentir ligados a los demás. La cultura no se aprende en una cartilla, puntualizabas, y nos pedías escribir sobre la Barranquilla que soñábamos como una tarea que invitaba a utilizar el lenguaje como un mediador entre la realidad y nosotros.
Por eso para ti, y para muchos que fuimos tus alumnos, la ciudad era un tema fundamental, porque la ciudad es un espacio de comunicación. La radio, la televisión y la prensa no eran el único sitio para la comunicación: el gran espacio es la ciudad, un espacio que tiene que significar para todos nosotros. Abro comillas: “Recuperar la cotidianidad para no perder la vida, darle un sentido; no espectacular, sino que siga un proyecto de vida que no responda solo a la supervivencia”, es una de esas ideas que aún figuran en mis apuntes de la época.
Por ti supe que Barranquilla tuvo a la gran escritora Marvel Moreno, cuando absolutamente nadie hablaba de Marvel Moreno, ni había leído sus libros. Hasta cuando enseño a escribir noticias me acuerdo de ti. “A mayor número de datos, mayor objetividad”, nos decías. No enseñabas periodismo y me diste la mayor lección que puedo darle a los periodistas del futuro en las aulas del siglo XXI.
Espero sepan perdonar que me haya referido tanto a mí y a lo que aprendí de Pamela Flores. Descubriendo el mundo, nos descubrimos a nosotros mismos. ¡Cuántos de esos temas permanecen en muchos de nosotros!, forjando nuestra identidad, atravesando el tiempo y el espacio, los sueños de lo que queríamos ser y las bellas realidades en que nos convertimos.
Finalmente, creo que cuando hablo de mí, hablo de todos, hablo de Pamela, hablo del Programa de Comunicación Social y Periodismo y hablo de la Universidad del Norte. Eso es lo que ella hace cada día: mostrarnos todas las facetas de la comunicación. Con este merecido homenaje también homenajeamos los 30 años de nuestro querido programa del que somos egresados.
En estos tiempos en que se ha sistematizado la mediocridad y los idiotas se han empoderado, quienes no buscamos ni fuimos castigados con la normalidad, quienes no nos conformamos, apreciamos la existencia y presencia en nuestras vidas de personas y maestras como Pamela Flores Prieto.
Felicidades, Pamela, y muchas gracias por todos estos años de ideas y conocimiento, de la búsqueda por la excelencia, graduando a muchos estudiantes, tocando tantas cabezas, tantos corazones y tantas vidas. Estamos seguros de que seguirás enseñándonos muchas cosas, pero sobre todo ese amor por seguir aprendiendo.