
Lo que se viene para el 2020 cuenta ventajas: políticas bacterianas y hambre nacional.
Por Jorge Guebely
Poco importan los desastres del gobierno Duque, la baja credibilidad del expresidente Uribe, la abundante marrullería del Centro Democrático, la descarada sumisión del Estado ante las élites económicas, el desprecio por los pobres, el espíritu dictatorial vigente, los asesinatos de colombianos, la podredumbre nacional, las cínicas mentiras de ladinos burócratas estatales… de todos modos, el próximo presidente será el que diga Uribe, o el mismo Uribe.
Cuenta con las élites colombianas, el verdadero poder político y económico del país: el sector financiero por las prebendas recibidas, el gran empresariado por la exención de impuestos, el latifundismo por las políticas agrarias, los narcotraficantes aliados por las libertades para ejercer el negocio. Cuenta especialmente con los clanes nacionales, grandes inversores en campañas electorales y crueles contratantes de bandas asesinas para ganar elecciones a cualquier precio. Cuenta con los auténticos plutócratas insensibles y corruptos del país.
Cuenta con las colectividades políticas bacterianas: Partido Conservador, Cambio Radical, la U, liberales desteñidos, pastores corrompidos. Todos adheridos a la podredumbre nacional para lamer la herida y chupar la exudación.
Cuenta con los organismos estatales: Presidencia y Ministerios, Contraloría y Fiscalía, Ejército y Policía, Contraloría y Registraduría… Instituciones dirigidas por máquinas con formato humano, de buen hablar y mal proceder. Burócratas programados para encubrir cualquier fraude social. “… el poder de esa plutocracia grotesca lo administran crapulosos representantes…”, según el profesor de la Nacional, Eufrasio Guzmán Mesa.
Cuenta con la pobreza nacional. Estómagos aterrorizados por el hambre. Conciencias nubladas por todas las miserias, dispuestas a feriar el voto al mejor postor. Cuenta con la debilitada clase media que, aturdida por su paulatina desaparición, emberracada por el fantasma del castro-chavismo, espantada por las veleidades dictatoriales del petrismo, temerosa de perder los últimos chiros de su existencia, feriará el voto, su conciencia y su moral.
Cuenta, sobre todo, con la descuadernada oposición nacional, electorera de palabras, caudillista de corazón, ensimismada por la silla presidencial. Cree gobernar libremente de espaldas o en contra de los plutócratas nacionales. Ignora que hace parte del perverso juego político, comodín para legitimar la plutocracia, la apariencia democrática. Desconoce que cualquier presidente de oposición en el viejo sistema se convertirá en eunuco, muñeco de carne y hueso, un problema presidencial, otro palabrero insustancial, otro hazmerreír de los poderosos.
Ninguna credibilidad genera la oposición si no supera el viejo esquema. Si no construye un nuevo proyecto histórico, político y económico, donde quepan todos los excluidos del país, también la plutocracia nacional y, por supuesto, el temible imperio del norte.