No sé si realmente era Iván Duque la persona que debía estar en la ceremonia de posesión; no me queda claro quién recibe el país.
Por Andrés Ibáñez – El Satírico
Todo parece indicar que por más bonito que sea el títere, este no dará un espectáculo si no está el titiritero, halando de las cuerdas, manipulando a su acomodo cada movimiento, cada palabra.
Pero, ¿qué pasará con el títere, cuando su manejador no le guíe? …Seguramente caerá como la guanábana madura desde lo más alto de sus falacias, y se espaturrará, pringando de ignorancia a todo el que le idolatra.
¿Y qué pasaría si al titiritero se le daña el juguete antes de lo previsto? …Seguramente el artista de la manipulación lo último que haría sería rendirse, así le cuesten las costillas, el susodicho insistirá en tener el control de una obra que le lleva como director.
Independientemente de que se dé el primer o el segundo interrogante, nuestra adorada patria seguirá de show mediático en show mediático, de polarización en polarización, sumergida en alucinaciones colectivas que tienen como objetivo la ceguera crónica, por un lado, y por el otro el despertar somnoliento de unos cuantos que seguirán siendo vistos como portadores de una “herejía política”.
¡Que empiece el juego del miedo! Al mejor estilo de James Wan, después de todo no será la primera vez que el plagio se tome a Colombia. ¿Se imaginan cómo va el reparto?
Obviamente las víctimas del juego no serán del Congreso, como supone la trama que debería ser; a lo mejor siguen colocando a líderes sociales, no necesariamente de la oposición, simplemente les bastará con quienes intenten discrepar ante cualquier idea o cualquier acto de corrupción que pringue de culpa a los verdaderos responsables del estiércol que se cultiva desde 1819.
El público seguirá aplaudiendo descontento; sí, descontento, porque a ciencia cierta no se podrá saber la cuenta de cobro que tienen para el nuevo presidente los aplausos y las sonrisas que se desbordan descontroladas. En todo caso esperemos, a ver si al mejor estilo de Pinocho el títere se rebela, o si se sigue dejando llevar como los camarones dormidos que se llevó la corriente de mermelada que rompió su cauce en años anteriores.