Testigos aseguran que la víctima esperaba a que las aguas se tranquilizaran para cruzar la carrera 21 en la calle 41. Resbaló y el arroyo se lo tragó.
Por Rafael Sarmiento Coley
En medio de la fuerte tormenta (en realidad, un coletazo de la tormenta Earl), que azotó este miércoles a Barranquilla, buena parte del Caribe colombiano y varios países caribeños vecinos, los barranquilleros vivieron el drama de un joven que hasta altas horas de la noche no había sido identificado, arrastrado por la corriente del fatídico arroyo de la carrera 21 con calle 41, barrio San José. Joven que, de puro milagro, ahora puede estar repitiendo el cuento de su aventura pasada por agua.

Desesperado, el joven trata de agarrarse de un cáñamo, de una vara larga, de cualquier cosa, pero no podía. La fuerza del arroyo era superior a su voluntad.
Según testigos, el joven, de aproximadamente 20 años de edad, tez morena, no fue imprudente. No se envalentonó a metérsele a la voraz corriente de manera irresponsable. Estaba, como otras tantas personas, aguantando el chaparrón incesante, a la espera de que dejara de llover, para que las aguas del arroyo se aquietaran y así poder cruzar para llegar a casa.
–Yo lo vi. Tenía, no sé, una tristeza en su mirada, en su rostro. Vestía una bermuda y un suéter a rayas horizontales azules y blancas, de repente vi que se resbaló, perdió el equilibrio y el arroyo lo jaló, como si fuera la boca de un tiburón, narra en medio de lágrimas María De la Cruz Jiménez. Ella estaba a su lado. No se conocían. No pronunciaron una sola palabra. Era que el ambiente no permitía la menor charla. La lluvia era intensa y el frío hacía temblar hasta el último hueso del cuerpo humano.
La gente lloraba y gritaba
Cuando el muchacho cayó y empezó a ser arrastrado por la corriente pluvial, el público aglomerado en los andenes a lado y lado del arroyo de la 21 gritaba en demanda de auxilio. Las mujeres gritaban, lloraban, rezaban, regañaban a los hombres “porque no hacen nada por salvar al pobre muchacho”.

Y mientras el público apostado a lo largo de la 21 gritaba y lloraba por el joven arrastrado por la corriente, otros puntos de Barranquilla el peligro no era menor. Con un poco más de suerte, los ocupantes de esta camioneta fueron rescatados a tiempo.
Mientras tanto el pobre joven bailaba como un corcho en medio de aquella indomable corriente. Estiraba sus brazos hasta donde más no podía pidiendo clemencia. Como un grito lejano y vagabundo se escucha su angustia desgarradora, “¡sálvenme!”. Su rostro se volvió color cetrino. Sus ojos, abiertos como un par de platos blancos, estaban desorbitados. Parecía que bailaba una danza macabra sobre esas malditas aguas que con inclemencia lo conducían a la muerte no se sabe cuándo, ni dónde. ¿En qué momento su cuerpo no pudo más? Debió ser cuando ya, desesperado de tanto gritar, perdió las fuerzas de brazos, piernas y la voz. Ya veía a ese público nebuloso que alzaba las manos y pedía clemencia al cielo para que hiciera un milagro. Los veía como una hilera de fantasmas que le negaban la posibilidad de continuar entre los vivos.

La famosa calle 84, cuyo arroyo fue entubado en concreto y hierro, sin embargo este miércoles las aguas pluviales socavaron algunos tramos de las obras que faltan por entregar.
Todos gritaban ‘¡vamos a salvarlo!’, más nadie tomaba iniciativa alguna. Aparecían personas con cabuyas, vino una máquina del Cuerpo de Bomberos, que arribó muy lejos de donde ya viajaba hacia la muerte el infortunado joven de San José.
Se fue, se fue, se fue alejando en medio del dolor colectivo de todo un mundo de gente que lo vio morir desde las aceras de la carrera 21. Gente que pudo ver en sus ojos el rictus de la muerte. Gente que pudo sentir en sus gritos el dolor del condenado a la pena capital por orden de un impío juez llamado arroyo de la 21.
El filósofo de la salsa Rubén Blades dique que «la vida te da sorpresas/sorpresas te da la vida/ay Dios». Y eso fue lo que ocurrió este miércoles. Cuando todos, público entristecidos, mujer llorando a moco tendido, funcionarios de atención de desastres con cara de espanto, los muchachos del Cuerpo de Bomberos muy triste «porque se nos escapó una vida humana». Pues bien. Cuadras más abajo, en donde por capricho el arroyo de la 21 entrega sus caudalosas aguas a las todavía más peligrosas del tristemente célebre arroyo de Rebolo, el joven encontró una salvación milagrosa en la parte más peligrosa de su poco grato itinerario acuático. Para su fortunio, allí hay un canal aledaño de desagüe, que tiene menor fuerza. Allí se aferró a un poste, y luego saltó a un muro alto, la gente le gritaba quédate ahí, pero estaba como loco. No era para menos. Había salido del mismísimo infierno. Pudo haber dicho que llegó al cielo y San Pedro, con un manojo de llaves de todos los tamaños en la mano, le dijo «hijo, te devuelves, a seguir nadando, todavía no es tu hora, ya te avisaremos». Claro que en la medio noche de este miércoles el joven estaba mudo. La emoción le había dejado sin habla. Tampoco pudo ni siquiera decir su nombre, mucho menos firmarle un autógrafo a una muchachita ue se lo pidió, llorando. Ahora solo falta que le salga un contrato para un reality en televisión internacional.
Daños por doquier
El departamento del Atlántico tiene la fortuna, o la desgracia, de ser una isla chiquitica y fea de forma con muchos cuerpos de agua, y un paso seguro, o de por lo menos, los aleteos de tormentas tropicales y huracanes.

El tristemente célebre arroyo de Felicidad ayer se salió de madre e inundó varios inmuebles en la vía. Más no hubo desgracias personales que lamentar.
Con frecuencia vientos huracanados dejan sin techo centenares de casas en numerosos municipios del departamento. Destruyen cosechas y en los centros urbanos arrancan de raíz gigantescos árboles que caen sobre viviendas y carros causando daños y hasta víctimas humanas. La tormenta Earl no podía ser la excepción. Era una tempestad anunciada. Lo malo era que nadie sabía el peso y volumen de la malévola tempestad.
Cuando se registran estos excesos de lluvia, los expertos que trabajan con el pluviómetro al lado, se asustan, porque se corre otra vez el riesgo de que, Dios no lo quiera, las aguas del gran Río Magdalena suban más de la cuenta, le metan más agua al Canal del Dique y este vuelva a romper los muros de contención con pérdidas incalculables. ¡Una verdadera fatalidad! Que arruina al departamento.
Y quienes más viven aterrados son los habitantes de Santa Lucía. En el desbordamiento del Canal hace algunos años, del pueblo solo quedó a la vista la cúpula de la iglesia de la santa patrona del pueblo, Santa Lucía. Hubo casas que quedaron a ocho metros bajo el agua, con todos los enseres. Neveras, televisores, contadores, estufas, muebles, camas. Todo.
Un balance triste
Remberto Quintero, director de la oficina de prevención, indicó que será este jueves cuando se conozca la identidad del joven desaparecido, cuando los familiares “se den cuenta que este no llegó a su residencia». Claro, si no llegó a dormir y ve estas notas en los medios impresos y electrónicos, imposible que no se pellizquen.
Dice Remberto que “la gente estaba prevenida por las noticias difundidas en los medios. La ciudadanía sabía que hoy iba a llover», por supuesto que sí, lo grave fue que los hechos superaron los cálculos de las oficinas de prevención de desastre. De todos. Y no por culpa de los funcionarios de la oficina de desastre, sino por la carencia de equipos adecuados para recibir, vía satélite, la información desde los centros que tiene Estados Unidos para cubrir el paso de estos fenómenos naturales como si estuvieran narrando un partido de béisbol en el estadio de los Yanquis de Nueva York.
El balance suministrado por las autoridades de las emergencias registradas en distintos puntos de la ciudad, es el siguiente: 12 vehículos se vieron afectados por las fuertes lluvias.
Varios pueblos afectados
La fuerte lluvia que se registró la tarde de este miércoles en Barranquilla y su área metropolitana dejó varias casas destechadas y árboles caídos en varios barrios de Malambo.
Entre las zonas afectadas se encuentran San Jorge, 23 de septiembre, Pradito, Abajo, Villa Esperanza, Centro, entre otros. Asimismo el colegio Antonia Santos sufrió daños en la infraestructura.
Por otra parte, un árbol cayó sobre una vivienda del barrio Montecarlo causando daños en el techo. La cancha Moderna del mismo barrio también se vio afectada.
El Área de Gestión de Riesgo con apoyo de Bomberos y Defensa Civil, realiza censos de los daños causados por las fuertes brisas y el torrencial aguacero.
Entre tanto, El alcalde Efraín Bello hace un llamado a la Gobernación del Atlántico para que en el menor tiempo posible se entreguen las ayudas.
Rafa me tragó la atención tu crónica de este joven salvado del arroyo de la 21… De ese monstruo que despierta cuando llueve….Desgraciadamente eso es lo único bueno de esos arroyos las crónicas que salen de sus vientres… Me alegra seguir leyéndote…. extraordinario…..