Los políticos de la era capitalista han institucionalizado la miseria de la política.
Por Jorge Guebely
Los políticos de la era capitalista han institucionalizado la miseria de la política. Tergiversaron el concepto filosófico griego y la redujeron a estratagemas para ganar elecciones y gobiernos. Y gobiernan para las élites, para consolidar su poder económico, en contra del desarrollo humano universal.
Astutos en el fraude lingüístico y en el engaño real, sus agendas no favorecen a los pobres, pero sí los lesiona. Para los pobres sólo las migajas que sobran en la mesa de los ricos. Miseria humana de la política.
Gobiernan hoy para triunfar mañana, electoreros básicos, carentes de ideales. Adueñados de las instituciones públicas, constriñen a los votantes, legalmente, inmoralmente. Abanderados del mercado, ferian sus servicios al mejor postor. Sucios mercaderes del voto, de sonrisas limpias.
Odebrecht, punta de un iceberg cuya base es tan podrida como la cima. No sólo la élite venezolana vive de la droga, basta oír las recientes declaraciones de Chupeta. Triunfan gracias a la ignorancia porque “La ignorancia no delibera, simplemente vende”, lo afirmaba Alberdi.
Miseria electoral el video de Petro recibiendo millones de pesos. Imagen recurrente de todo político en campaña feriando su servicio al mejor postor. Políticos de izquierda que imitan los métodos de la derecha. Miseria de la democracia ejercida por comerciantes del voto.
Un buen político es aquel que después de haber sido comprado sigue siendo comprable, lo afirmaba irónicamente Churchill. El mercado de políticos es más rentable que el de huevos.
Miseria política mostrar el video de Petro en pleno debate al Fiscal. Hace parte de una campaña electoral, no de la loable intención de depurar la podredumbre. Por el contrario, protege la putrefacción del fiscal y de quienes lo apoyan.
Por miseria política, doce millones de votos contra la corrupción fueron desoídos en el Congreso. Contrapunteo electoral para demeritar la campaña de sus promotores. Brillante miseria humana de los políticos.
Y aun cuando pocos políticos en la era capitalista no son portadores de la miseria política, resulta difícil distinguir su voz de los otros. Difícil escapar de los encantos mágicos del lenguaje, de su enorme capacidad de hacer verosímil la mentira más estrafalaria. Nos queda el deber de dudar de todos los políticos. Todo político es un deshonesto hasta cuando demuestre lo contrario.
Nos queda la tarea de afinar los oídos a través de una conciencia fina para para develar nuestro rol al momento de creer en un político corrupto. Podemos adquirir el estatus de víctima, si somos ingenuos o bobos; o el de cómplice, si somos astutos o vivos.