A sus 82 años fue al Carnaval de las Artes y obtuvo un tesoro: el libro de poemas de Juan Manuel Roca, invitado de honor a la charla inaugural.
Por Jorge Sarmiento Figueroa – Editor general
Efraím Medina, el hombre que escribe estupideces para vencer la estupidez, que descubrió en los primeros golpes de boxeador que su torpeza no sería vencida ni si perdiera 30 peleas por nocaut (casi llega de verdad a esa cifra de derrotas), se levantó en el escenario barranquillero del teatro Amira de la Rosa, donde charlaba con el poeta paisa Juan Manuel Roca, en la sesión inaugural del Carnaval de las Artes, y empezó a lanzar los libros de su invitado al público.
‘Pasaporte del apátrida’, primera edición de 2011 del autor Juan Manuel Roca, fue a dar a las piernas tiernas pero firmes de mi abuela. El camino vital de Narcisa Turcios Sebá tiene ochenta y dos leguas y una senda infranqueable de disciplina. Firme creyente, rigurosa en las determinaciones que toma.
Cada año, desde cuando se realiza en la ciudad el Carnaval de las Artes, Narcisa asiste a sus conferencias y actividades. No solo por amor a este evento, sino por amor por todo lo que suceda en la cultura y el arte, desde los conciertos de Juan Gabriel y Vicente Fernández, a los obras de teatro improvisado que se suelen hacer con estoicismo en los maltrechos escenarios del antiguo edificio de Mejoras Públicas de Barranquilla, justo al lado del Amira de la Rosa.
En este mismo Carnaval de las Artes ha tenido la fortuna de ver a su hijo menor, Omar Figueroa Turcios – y también a su esposa Nani -, exponer como un invitado estrella sus obras de arte.
Ahora que pertenece a la tercera edad, se diría que aprovecha su condición para nunca hacer filas, para estar siempre en la primera línea. Quienes la conocen de joven corroboran su costumbre privilegiada de estar siempre adelante y temprano donde la cultura vive.
«Pero me gusta que en el Carnaval de las Artes la única condición sea disfrazarse. Y ese muchacho que me lanzó el libro seguro se dio cuenta que lo estaba mirando para que me diera uno», dice Narcisa, quien pudo ser de los pocos con derecho a afirmar esa noche lo siguiente: «Es verdad que el otro señor, Antonio Camargo, dizque el rey mejicano del porro, jamás había estado en Colombia. Estuvo más de un año en Venezuela y no se le ocurrió venir. Y eso que hizo famosas varias canciones de acá. Lo vieras cómo baila a sus ochenta y tantos años… ¡Qué sabor!».
Es lo que tiene el Carnaval de las Artes: que se puede entrar gratis, pero más fácil si es disfrazado. Que pone a uno de los «7 torpes» a hablar con la estatura poética de un ensayista, narrador y periodista. Que atrae a gente del Caujaral y de La Paz y La Chinita a que se encuentren, por fin con la cultura, y no con la excusa del ron de la Batalla de Flores. Que le da a la primera edad, a los niños, un evento propio y «Fantástico».
Y que a los de la tercera edad les da el privilegio de vivir, con la actualidad de hoy, lo que hubiesen tenido que olvidar porque no habría nadie que les creyera las historias que vienen contando, como sacados de infinitos y lejanos Macondos.
Barranquilla pelea siempre por no tener historia, por olvidarse en el simple goce de su Carnaval. Menos mal muchos, como Heriberto Fiorillo, Efraím Medina y Antonio Celia, le apuestan a preservar la cultura con el arte, como en el Carnaval de las Artes.
A los que no van, les toca comprar ‘Pasaporte del apátrida’ en las librerías. En la Nacional cuesta 37 mil pesos. Recomiendo comprarlo, es un librazo. Mi abuela me lo regaló.