CrónicasDeportes

Me llamo Avelino Julio Comesaña López – parte 2

Por Ricardo Bustamante

Profesor Julio, tome, por favor, usted la palabra que ese cántico uruguayo me gusta escucharlo:

Mirá, ahorita estoy en la mejor de las pasantías, el reencuentro conmigo mismo, con el hogar, mi esposa Amanda Alicia, mis dos hijas Lorena y Vanina y mi hijo Alejandro. La vida me ha alcanzado para todo, no he parado de trabajar desde muy joven, de viajar a todas partes, algunas veces pierdo y otras gano. Soy un ser humano como cualquiera.

Ser director técnico es una ocupación grata y a la vez ingrata porque cuando las cosas salen mal a uno le echan la culpa de lo mínimo y cuando se triunfa los fanáticos no saben dónde ponerte. Esa es la vida y es la gente que solo acepta a los triunfadores. Le pregunto a vos: ¿Qué director técnico de fútbol en el mundo, quiere perder?

Mi apellido es gallego

Vos querés saber de dónde viene mi primer apellido, mira lo que sé es que viene de Pontevedra que es una comunidad de Galicia, España, allí hay una parroquia que se llama San André de Comesaña y como era costumbre en la Edad Media las personas de allí y vecinos lo tomaron para sí y lo pusieron andar. En mi país los Comesaña, no son numerosos, somos pocos.

Falso crup

Cuando chico, allá en Montevideo, sufría de una enfermedad que por acá no creo que se conozca mucho: Falso Crup, que en palabras sencillas es una afección de las vías respiratorias superiores que a menudo afecta a los bebés y a los niños pequeños. Tal vez es parecida al asma. La afección me producía tos compulsiva que preocupaba a mis padres, más de la cuenta. Bueno, lo de siempre, médicos y medicinas eran parte de mi diario vivir. La suerte era que allí, a mi lado y en todo momento, estaban María Serafina López, mi madre, y mi papá Julio Comesaña Miguez.

El maracanazo

En 1950 fue el Maracanazo, cuando la selección de fútbol de Uruguay, contra todos los pronósticos, le ganó a Brasil en su país el último partido y se coronó campeón del mundo. Yo tenía apenas 2 años de edad, lógico no recuerdo nada pero lo que sí estoy seguro es que ese acontecimiento influyó mucho en la sociedad de mi nación y en la medida que fui creciendo me tocó vivir en esa cultura futbolística, que casi obliga a los jugadores que el fútbol uruguayo logre triunfos importantes, así sea en las ocasiones que se vislumbre una posible derrota. Los uruguayos al ir perdiendo sacamos fuerza de todas partes para alzarnos con el triunfo. Además, mi país, es un medio muy exigente para los deportistas.

El fútbol era mi destino

Entré a cursar primaria en el Colegio Nueva Pompeya de Montevideo, contiguo al centro educativo está la iglesia Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, es una parroquia católica y a la vez Santuario Mariano. Era un alumno normal, medio, no destacaba, pero ahí iba. El bachillerato lo empecé en Liceo de Maroñas. Maroñas es un barrio donde está el hipódromo para carreras de caballos. En esa zona también está el Estadio del Club Danubio de fútbol, primera división. Ahí me crie hasta los 11 años. Muchos regaños llevé de los profesores y mis padres, porque llegaba a la escuela y a mi casa con la ropa embarrada y sudando cantidades. En las noches en vez de estudiar me la pasaba oyendo los partidos de fútbol por la radio. Mirá amigo, el destino es difícil cambiarlo o que se lo cambien a uno.

Related posts
Arte y CulturaCrónicasEntrevistasLocales

Harold Ballesteros es Barranquilla con dos océanos

ActualidadCrónicas

 Marlon Brochero, un crack en ciernes

Arte y CulturaCrónicas

Un ratero honrado

Arte y CulturaCrónicas

Cheo García, cantante de cantantes II

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *